Empezamos a ser alguien en natación, un deporte en el que España todavía no había mostrado unos resultados dignos. Por ejemplo, en toda la historia de los Juegos Olímpicos modernos, del total de 97 medallas que nuestro país lleva acumuladas sólo cuatro han correspondido a natación: tres bronces (David López Zubero, 100 m. Mariposa en Moscú 1980; Sergio López Miró, 200 m. Braza en Seúl 1988; y Nina Zhivanevskaya, 100 m. Espalda en Sydney 2000) y un solitario oro (Martín López-Zubero, 200 m. Espalda en Barcelona 1992). Pero con los extraordinarios resultados de los recientes Europeos de Natación, celebrados en Eindhoven (Holanda), podemos soñar de cara a Pekín. Se han conseguido 12 medallas (cinco de oro, tres de plata y cuatro de bronce), se han batido 22 records nacionales y España ha concluido cuarta en el medallero, empatada con Francia (12, 5-4-3) y por detrás de Rusia (25, 12-7-6) e Italia (21, 5-7-9). En el apartado de los oros, ciertamente la natación sincronizada nos ha seguido proporcionando alegrías, traducidas en cuatro metales. A un lado voy a dejar mi duda acerca de si esta disciplina merece calificarse como deporte, aun con todo el esfuerzo y preparación que supone (lejos de mí la intención de ofender). El quinto oro vino de la nueva esperanza de la natación española: Mireia Belmonte [en la foto], de 17 años, en 200 m. Estilos, al que sumó un bronce en 200 m. Mariposa. También llegaron las dos platas de Erika Villaécija, la plata y el bronce de Nina Zhivanevskaya y los dos bronces de Rafa Muñoz. Unos resultados, en fin, excelentes, que nos ponen en un lugar propicio para conseguir algún memorable triunfo en las próximas Olimpiadas. Sólo se espera continuidad.
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