domingo, 22 de enero de 2012

DEPORTES / El Atlético de Simeone ilusiona

Muchos éramos los atléticos que, al inicio de esta temporada 2011/12 teníamos malas sensaciones con el equipo que se le había dejado a Manzano: sin Agüero ni Forlán ni Simao (y, finalmente, sin Reyes), vamos, sin los puntales que nos dieron la Europa League y la Supercopa de Europa de 2010. Los acontecimientos sucedidos en la primera vuelta nos fueron dando la razón y el equipo se hundió en la mediodridad, quedando fuera de la Copa del Rey de manera vergonzosa. Sin embargo, sí es cierto que había ciertos motivos para la esperanza, jugadores que, en teoría, tendrían que funcionar pero que por cualquier motivo no estaban rindiendo.

Cualesquiera que fuera la causa, el caso es que el cese de Manzano y la contratación de Simeone, llegado con la aureola de jugador del mítico doblete del 96 pero con escaso bagaje como entrenador, lo ha revolucionado todo. Ahora, de repente, Falcao y Adrián se hinchan a meter goles, que es para lo que llegaron. Juanfran emula a Cafú por el lateral. La defensa, hasta hace poco un coladera, se muestra sólida cual muro, al igual que Courtois (que desde el principio ha respondido bien en la portería). El centro del campo maneja con calidad el balón, con Arda Turan, Diego, Gabi y Koke en plenitud de facultades... Hay toque y hay garra y hay lucha y hay ganas. Todo lo que se había ido perdiendo desde hace tantos años que uno ya no recordaba su propia identidad. Pero hete aquí que ya volvemos a reconocernos los atléticos en este equipo de Simeone.

Queda aún mucho por delante, aunque la remontada en la Liga se antoja francamente asequible dado el nivel regulero de los equipos (salvo los inalcanzables Barça y Madrid), pero la meta de los puestos Champions se ve algo más clara y el camino por la Europa League se afronta con optimismo. Y qué bonita sería una victoria en el próximo derbi, en el Calderón, ante toda la afición...

viernes, 13 de enero de 2012

LIBROS / "Nikola Tesla, el genio al que le robaron la luz" (1981), de Margaret Cheney

Hacía ya un tiempo que me intrigaba la figura del inventor austrohúngaro (actual Croacia, aunque étnicamente serbio) Nikola Tesla (1856-1943). Recuerdo de chaval haber visto, creo que en la revista Muy Interesante, fotografías suyas en el laboratorio atravesado por cantidad de rayos eléctricos que no le producían el menor daño o haber leído sobre su presunta (y errónea) vinculación con el evento de Tunguska en su afán por conseguir la que realmente era su máxima ambición: la transmisión eléctrica por aire (sin cables) accesible para todo el mundo y de forma gratuita. Pero lo que me animó definitivamente a indagar sobre Tesla fue el visionado de la película "El truco final: el prestigio" (Christopher Nolan, 2006), donde el inventor, interpretado por David Bowie, tiene un papel clave en la historia de ficción que enfrenta a dos magos.

Y ahora he podido comprobar, leyendo esta gran biografía a cargo de la norteamericana Margaret Cheney, "Nikola Tesla, el genio al que le robaron la luz" (2010, aunque editada originalmente en 2001 como "Tesla: Man Out Of Time"), la mezcla de genialidad, extravagancia y misterio que rodeaba la figura del inventor, a cuyo lado Thomas Edison (su gran rival) palidecía y no pasaba de ser un mercachifle. Pero, por encima de todo, la gran injusticia es que su obra ha sido injustamente olvidada. Gracias a Tesla se enciende la bombilla cuando pulsamos un interruptor, merced a su gran invento de la corriente alterna, la forma más eficiente de transmitir la electricidad, frente a la ineficaz corriente continua que promovía Edison. Pero, además, fue el creador del sistema de transmisión de la radio, aunque Marconi se llevara la gloria, si bien el 21 de junio de 1943 -seis meses después de la muerte de Tesla- la Corte Suprema de los Estados Unidos le acreditó como el verdadero inventor de la radio. Asimismo, Tesla fue el padre de la robótica, la informática, el radar y las armas teledirigidas. Su vida personal, llena de manías, compulsiones y fobias, no ha de nublar su auténtico genio ni evitar que sea reconocido mundialmente por su trabajo.