sábado, 24 de agosto de 2013

VIAJES / Sureste de Francia (y 3): hacia el Mont Blanc

16 de agosto de 2013

Dejamos atrás la Costa Azul, a orillas del Mediterráneo, para dirigirnos al norte, a más de 500 kilómetros de distancia, hacia las montañas de los Alpes franceses, concretamente hacia la cumbre de Europa, el Mont Blanc. Antes pasamos por Grenoble, ciudad en la confluencia de los ríos Drac e Isère y puerta de los Alpes. No en vano Stendhal (nacido aquí) dijo: "Grenoble, al final de cada calle, una montaña". El centro cuenta con diversas plazas (como la de Víctor Hugo, Grenette y Notre Dame), además del bonito jardín de Ville. Desde aquí también es posible tomar un teleférico que conduce a La Bastille, fortaleza situada en un monte a 500 metros sobre la ciudad y que ofrece unas magníficas vistas de ésta. Siguiendo nuestra ruta al norte, todavía sin adentrarnos plenamente en los Alpes, llegamos a Annecy, la ciudad más bella de todas las que he visitado en este viaje al sureste francés. A los pies de las montañas y plagada de casas de los siglos XVI y XVII en magnífico estado de conservación, dispone de múltiples calles peatonales empedradas y de varios canales de agua que la surcan ("la Venecia francesa", la llaman) procedentes del gran lago Annecy, en el que se puede dar una vuelta en botes de alquiler e incluso nadar, o simplemente tumbarse en la hierba o bajo la sombra de los árboles del gran parque que se sitúa a sus orillas. Una maravilla de ciudad.

Pero estamos aquí para alcanzar el Mont Blanc, por lo que nos dirigimos en dirección a Chamonix, pueblo desde donde sale el teleférico que nos llevará muy cerca del pico más alto de Europa. Unos pocos kilómetros antes de entrar en los túneles del Mont Blanc, hay un mirador señalizado que nos permite ya contemplar la inmensidad de la cumbre perennemente nevada de la gran montaña. Hacemos noche poco antes de Chamonix, en un pequeño y tranquilo pueblo llamado Les Houches, ya en plenos Alpes, rodeados de montañones.

17 de agosto de 2013

Nos levantamos pronto para acercarnos a Chamonix a tomar el Teleférico de L'Aiguille du Midi (50 EUR ida y vuelta). El viaje nos lleva, en un primer tramo ya bastante imponente, a la estación de Plan de l'Aiguille (a poco más de 2.300 metros), pero el segundo trecho nos eleva al mirador de L'Aiguille du Midi, hasta los 3.842 metros, en una ascensión final que casi parece vertical, absolutamente impresionante. Desde el mirador (compuesto por una aguja "baja", a la que llega el teleférico, y otra "alta", a la que se accede por una pasarela y desde la que se sube por un ascensor dentro de la roca), uno parece tocar la cumbre del Mont Blanc (4.810 metros), que parece tan cerca, y hay una sobrecogedora vista de toda esa parte de los Alpes, donde a kilómetros a tu alrededor sólo hay enormes montañas, casi todas de más de 4.000 y de 3.000 metros. Desde esa posición se contemplan los múltiples visitantes de la zona, aficionados al alpinismo que ascienden por riscos o directamente atraviesan el Glacier des Bossons para ascender el Mont Blanc, cumbre tan alta como relativamente fácil de subir con mínimos medios profesionales. Bajando de nuevo a Plan de l'Aiguille, se pueden hacer varias excursiones caminando por la zona, como por ejemplo, la del Lago Azul, de apenas media hora de ida. Ha sido una visita impactante pero desgraciadamente ya es hora de pensar en volver a casa...

miércoles, 21 de agosto de 2013

VIAJES / Sureste de Francia (2): la Costa Azul

14 de agosto de 2013

Comenzamos nuestra incursión por la Costa Azul. Y empezamos por Toulon, la más occidental de las localidades de esta zona costera de aires míticos por las celebridades que han veraneado (y veranean) aquí. Desde luego lo que son míticos son los precios, pero siempre se puede encontrar alojamiento (no muy céntrico) y restaurantes de precio suficientemente razonable. Toulon cuenta con un importante puerto, dividido entre la dársena nueva y la vieja, así como un casco antiguo medianamente interesante. Proseguimos hacia Saint-Tropez, uno de los centros turísticos más importantes de la Costa Azul. ¡Vaya si se nota! Y aquí viene la trampa, porque para llegar a la localidad hay que desviarse unos 70 kilómetros de la autopista, por una carretera de un carril por sentido que, a partir de Sainte-Maxime, se convierte en una ratonera, dado que no hay vía de escape y es tal la acumulación de turistas que en pleno agosto se pueden tardar varias horas tanto para llegar como para salir, lo cual resulta insufrible. La localidad en sí misma tiene un cierto encanto, aunque hay playas mejores antes, en La Garonette o en La Nartelle, por ejemplo. Más atractiva, dinámica y con buenas playas es Cannes, destino al que le tenía especiales ganas por mi amor por el cine (ya sabéis que en la ciudad se celebra un festival internacional de cine todos los meses de mayo). Por tanto, un paseo por el Boulevard de la Croisette y la pertinente visita al Palacio de Festivales y Congresos, con su perenne alfombra roja, eran citas ineludibles. La ciudad es un puro bullicio por las noches pero por el día se puede estar en la arena sin demasiadas apreturas. Además, el pequeño casco antiguo, empinado sobre una colina, es muy agradable de pasear, mientras que las calles del (también pequeño) centro moderno están repletas de tiendas y restaurantes.

15 de agosto de 2013

Niza, la capital de la Costa Azul, tiene como principal atractivo su conocido paseo Promenade des Anglais, una larga avenida junto a la inmensa playa (de cantos), donde es una gozada caminar mientras se disfruta de bellas vistas de la ciudad, sobre todo al atardecer. Culminamos nuestro recorrido por la Costa Azul en un país distinto, la ciudad-estado de Mónaco, sinónimo de realeza y alto standing, ejemplificado en el famoso Casino de Montecarlo, en cuya puerta aparcan coches a cada cual más caro. El casino (visitable al público parcial y gratuitamente algunos días por las tardes) data de 1863 y su construcción se originó tras permitirse jugar en el principado, dando de hecho origen a la creación del propio barrio de Montecarlo. Todo Mónaco es un conjunto ordenado de edificios hechos la mayor parte con gusto, jardines bonitos y calles impecables. ¡Parece mentira que por sus estrechas vías circule el gran premio de fórmula 1! El puerto es, junto con el casino, el otro punto de animación de la ciudad, que ha crecido aupada sobre los montes que desembocan al mar casi abruptamente, por lo que no esperéis grandes playas.

lunes, 19 de agosto de 2013

VIAJES / Sureste de Francia (1): la Provenza

Comenzamos este viaje por algunos de los puntos más interesantes del sureste de Francia, una amplia zona que comprende desde las ciudades de la Costa Azul a pie de playa hasta los 4.810 metros del Mont Blanc, pasando por algunos bonitos pueblos del interior, en la antigua comarca conocida como la Provenza. Un viaje realizado en coche en pleno mes de agosto, lo que conlleva las siguientes advertencias: cerca del 80% de las autovías de Francia (de muy buena calidad, por cierto) son de pago, es decir, que hay que tener en cuenta que cada cierto trecho hay que rascarse el bolsillo (eso sí, facilidades hay todas: se puede pagar en monedas, billetes o con tarjeta). Por otro lado, se trata de fechas de máximo movimiento en las carreteras y los franceses se mueven mucho por esta zona, con los consiguientes atascos. Especialmente negro es el trayecto a Saint-Tropez, del que hablaremos en su momento. De momento, iniciamos el viaje por algunos pueblos de la Provenza.

12 de agosto de 2013

Llegamos al aeropuerto de Marsella con un vuelo de bajo coste (Ryanair) y alojados en un hotel céntrico también bastante económico. La ciudad portuaria, segunda por tamaño de Francia, ha acogido siempre mucha inmigración (italianos, sobre todo, además de norteafricanos, corsos, armenios, etc.), lo que se nota en la variedad de costumbres en sus calles. El centro histórico de Le Panier, situado en una pequeña colina, está repleto de tiendas artesanales con productos típicos de la zona y tiene un aire intemporal. En contraste, la zona del nuevo puerto se ha modernizado con la apertura (en junio de 2013, coincidiendo con la capitalidad europea de la cultura) del Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo (MuCEM), habilitado junto al fuerte de San Juan, con unas vistas espectaculares de la bahía. Asimismo, es agradable un paseo por el viejo puerto y su paseo marítimo. Monumentos destacables de la ciudad son la preciosa Basílica de Santa María de la Mayor y, presidiendo Marsella en todo lo alto, la Notre-Dame de la Garde.

13 de agosto de 2013

Partimos para recorrer algunos pueblos de la zona, ya en el interior. La primera parada es Aix-en-Provence, una ciudad de provincias elegante y animada, con un casco antiguo atractivo y mucho movimiento comercial. Destacan el Ayuntamiento del siglo XVII, en la Place Richelme, así como la Place d'Albertas o Cours Mirabeau, con su mercadillo, además de la catedral Saint Sauveur. Un poco más al noroeste se sitúa Aviñón, con su famoso (e incompleto) puente sobre el río Ródano. La antigua ciudad está toda amurallada (y muy bien ocnservada) y el paseo por algunas de sus viejas arterias te hace retrotraer a otros tiempos. Tiempos en los que Aviñón era sede papal, entre los años 1309 y 1377. Por eso se sitúa aquí el inmenso Palacio Papal, la más grande de las construcciones góticas de la Edad Media, junto a la catedral Notre-Dame-des-Doms. Seguimos hacia el norte, hasta Orange. La antigua capital del principado de Orange contiene dos monumentos incluidos en el listado de la Unesco: el arco del triunfo y el espléndido teatro romano (11 EUR la entrada). uno de los mejor conservados de todo el mundo. Finalizamos el recorrido por algunos pueblos de la bonita comarca conocida como Le Luberon, entre los que destaca Gordes, el principal centro turístico de la zona por sus calles empedradas y, especialmente, por su magnífica situación en un alto que permite una vista incomparable de todo el área.

lunes, 12 de agosto de 2013

VIAJES / Las mil caras de Londres

¿Qué se puede contar de un viaje a Londres? Es tanta y tan conocida la oferta cultural y de ocio que ofrece la capital británica que cualquier narración necesariamente debe ser personal para poder aportar algo diferente. Sí, ahí están los edificios históricos (el Big Ben, las Casas del Parlamento, la Torre de Londres, el Tower Bridge, la Abadía de Westminster, la Catedral de Saint Paul), las áreas modernas (la City, Southbank), los magníficos y gratuitos museos (National Gallery, British Museum), los míticos mercadillos (Camden Town, Portobello), las zonas de marcha (SoHo, Camden), la cultura de pubs (hasta las 23 horas) y de clubs (a partir de esa hora)... Todo eso y mucho más es Londres, pero éste ha sido mi (concentrado) viaje de cuatro días.

Aunque estén vistos, siempre es un placer pasear junto a la torre del Big Ben y el Parlamento, un bellísimo conjunto monumental  neogótico (reconstruido en 1834 tras el gran incendio que destruyó la práctica totalidad del original), así como la cercana Abadía deWestminster. Luego se puede disfrutar de tranquilos paseos a lo largo de Hyde Park o Regent's Park, los más famosos y grandes parques de la ciudad, aprovechando para comer fish and chips, el plato típico inglés, regado con buena cerveza fresca (para ello hay que pedir cerveza rubia, bien patria -Carling- bien extranjera -Foster's, Stella Artois-, porque las autóctonas son servidas al gusto nacional: temperatura ambiente, vamos, calentorras.

Londres ofrece muchos contrastes, tal es el paseo que lleva a recorrer el centro financiero de la ciudad, la City (que cuenta con alcalde propio), y luego terminar en el East End, que tan oscuras reminiscencias nos deja al recordar los crímenes de Jack El Destripador. En este sentido, os consejo dejar volar la imaginación en el pub Ten Bells, el auténtico en el que la última víctima del asesino en serie tomó su última cerveza. Claro que hoy ya no son los suburbios deprimentes que eran en el siglo XIX. De hecho, se ha convertido en una zona de moda más donde la gente de pasta se ha comprado lofts y la rehabilitación del barrio ha elevado (aún más) los precios de todo, aunque su escena cultural tiene un enfoque decididamente alternativo. En cambio, la City supone recorrer los prioncipales resortes del poder económico británico y mundial: el Banco de Londres, la Bolsa, la nueva (y estéticamente criticada) sede de Lloyd's y de muchas entidades financieras y de negocios más o menos sucios... Y también la visita a la Swiss Re Tower, o Pepinillo, como popularmente se conoce el rascacielos de Norman Foster por su forma, en cuyo bar de abajo se puede refrescar uno mientras contempla a los ejecutivos en momentos poco prudentes.

Esto nos lleva a adentrarnos en el maravilloso mundo de los pubs, esos sitios donde te puedes pasar todo el día bebiendo, compaginando puntualmente el bebercio con (a veces) el desayuno, el lunch y la cena. Eso sí, a las 11 de la noche, finished! (salvo contadas excepciones). Algunos de estos lugares interesantes pueden ser el Sherlock Holmes (por Trafalgar Square), que lógicamente nos remite a uno de los emblemas (ficticio) de la ciudad; o el Elgin (por Notting Hill), que ofrece buenos conciertos a partir de las 20-21 horas. Pero es Camden Town la zona que concentra mejor oferta de estos establecimientos: el Elephant's Head, que opta luego por pinchar rockandroll clásico; el World's End, un enorme espacio donde se suele escuchar rock duro; y, sobre todo, el Dublin Castle, que agasaja al cliente con la mejor música indie-rock tanto de fondo como en forma de conciertos (Blur y Amy Winehouse, entre otros, han pisado su escenario). Camden Town es sin duda mi barrio favorito de Londres, no sólo por su legendario mercadillo (el de Portobello está bien, pero no tanto como éste) en el que se puede encontrar y comer de todo, sino por su animado ambiente a todas horas, hasta culminar por la noche, en la hora de los clubs, con la sesión de Borderline en el Jazz Cafe.

Un buen final a esta visita podría llevarnos a un calmado paseo por la renovada orilla del Southbank, con abundantes restaurantes y galerías comerciales, desde el Tower Bridge hasta el Millenium Bridge, culminando con una visita optativa a la Tate Modern, museo de arte moderno. Pero yo me quedo con el clasicismo de la National Gallery (y su vasta y variada oferta), especialmente en Renacimiento italiano, holandeses del XVII y algunos (pocos) españoles, sobre todo 'La venus del espejo', de Velázquez. Y, cómo no, el British Museum y su robada colección de arte griego, merced al expolio perpetrado por Thomas Bruce, séptimo Conde de Elgin, que a principios del siglo XIX saqueó a su gusto el Partenón. En cualquier caso, el disfrute del museo es máximo, tanto por su colección de arte griego, como egipcio y, en menor medida, asirio y romano, entre otros. En cualquier caso, no dudéis en sumergiros en la fascinante y múltiple oferta de Londres. Os atrapará. Y no dudéis en utilizar el metro, es la mejor manera de abarcar una ciudad tan grande, aunque cierra a las 24 horas. El pase por siete días os sale por 30 libras (más 5 libras de depósito que se os reintegran al devolver la tarjeta) y se amortiza muy, muy rápidamente.

miércoles, 7 de agosto de 2013

VIAJES / Suiza, un paraíso de montañas, valles, lagos y cascadas (y 2)

3 de agosto de 2013
Pasamos buena parte de la mañana relajados en el Lake Lodge, un económico alojamiento en Iseltwald (cerca de Interlaken) a los pies del hermoso lago Brienzersee y regentado por el amable Marcel Wagner. Un sitio ideal para desconectar. Pero por la tarde volvemos a la carga y nos dirigimos a Lauterbrunnen, un precioso valle que guarda innumerables bellezas naturales. La más conocida es la subida al pico Jungfrau (4.158 metros) a través de un tren que llega a la estación más alta de Europa, situada a 3.454 metros. Tomarlo cuesta mucho, 185 CHF, en concreto, con lo que evitamos la tentación y consideramos suficientes las ascensiones que ya hemos hecho, a Gornergrat (en el Cervino) y a Eggishorn (hasta el glaciar Aletsch). En cambio, sí optamos por un recorrido por las cascadas. En realidad, todo el valle está surcado de chorros de agua que caen desde varios cientos de metros. El primero que nos encontramos son las cascadas de Staubbach, características por la caída dispersa de agua, tipo velo. Para verla sólo es necesario pagar el aparcamiento. Hay unas escaleras que te llevan más o menos cerca del chorro, pero no aporta nada de particular, ya que no hay una buena vista de la cascada (sólo del valle). Más adelante, en cambio, nos encontramos con los espectaculares saltos de Trümmelbach. Aquí el parking es gratis pero entrar vale 11 CHF. Vale muchísimo la pena, desde luego. Hay un total de 10 cascadas que caen por el interior de la montaña y su contemplación tan cercana maravilla e impresiona. Hay un ascensor que te lleva a las caídas superiores y luego vas bajando a pie para ver las inferiores. Una maravilla de la naturaleza.

4 de agosto de 2013

Entre Iseltwald y Brienz encontramos unas cascadas no muy conocidas pero realmente espectaculares: Giessbach. La entrada es gratuita, lo único es el parking de pago, pero como no hay ningún vigilante, pues se puede hacer un sinpa (si se quiere). Hay una pasarela de madera y un camino entre el bosque que permiten la contemplación desde distintas alturas, pero lo más gradioso es el puente tendido por detrás de la mayor caída, lo que te permite tocar literalmente el agua. Magnífica. Volvemos a pasar por Meiringen (donde ya vimos la Garganta de Aareslutch) y podemos ver de lejos las cascadas de Reichenbach, aunque sólo de lejos porque cuando llegamos ya han cerrado (a las 18 horas). Una lástima, pues hay un funicular (de pago, claro) que te lleva hasta los pies dela caída. Además, teníamos la información para verla gratuitamente, siguiendo un recorrido en coche por la montaña hasta llegar a lo alto. Pero, bueno, ya estaba atardeciendo y no pudo ser. Por cierto, la fama de las cataratas de Reichenbach viene del personaje de Sherlock Holmes, ya que en el relato "El problema final", de Arthur Conan Doyle, pelea con su archienemigo, Moriarty y ambos caen en dichas cascadas. De hecho, en el centro de Meiringen hay una estatua de Holmes y varios sitios y establecimientos recuerdan al detective creado por Conan Doyle. Terminamos el día, ya anocheciendo, en la bella ciudad de Lucerna, donde recorremos su casco antiguo de calles empedradas, contemplando edificios como el Altes Rathaus (antiguo Ayuntamiento), la Weinmarkt (plaza del Mercado del Vino) o el Kapellbrücke, bello puente de madera de 200 metros decorado con flores. Buena parte de la belleza de Lucerna estriba en su emplazamiento, en la desembocadura del río Reuss en el lago de los Cuatro Cantones.

5 de agosto de 2013

Subimos al noreste de Suiza para contemplar otra maravilla natural: las cataratas del Rin, de escasa caída pero enorme caudal, lo que da más que suficiente interés a la visita. Son 5 CHF la entrada a través del castillo y la bajada a varios miradores, uno de ellos donde puedes tocar un poco de la ingente cantidad de agua. Pero lo chulo es contratar abajo del todo un recorrido por el río y cerca de las cataratas. Nosotros optamos por la visita a la isla que hay en el centro del río y en el medio mismo de las cascadas, por 10 CHF. Merece la pena. Es una sensación única estar en medio del Rin en este enclave. luego, la barca se acerca un poco a la caída de agua para mojarte un poco, lo cual vino bien porque el día era sofocante. Tras ello, visitamos la cercana población de Schaffhausen, una de las más bonitas que hemos visitado en este viaje por Suiza, con su precioso casco antiguo, la verde ribera del Rin, el tranquilo y acogedor claustro del Münster Allerheiligen (Iglesia de Todos los Santos) o la torre Munot, con vistas del pueblo y la zona. Después nos acercamos a refrescar al menos los pies en el lago Constanza, ya en Alemania y en la ciudad homónima, donde cenamos en el restaurante "Costa del Sol", regentado, sí, por españoles. Muy buena cocina de sur de España para recordar la tierra.

6 de agosto de 2013

Se acerca ya el fin del recorrido suizo, que concluimos visitando Berna, la capital (llena de tranvías), que tiene un cuidado centro histórico, en el que destacan las calles sucesivas Marktgasse y Krangasse (donde en el número 49 vivió Albert Einstein y escribió su teoría de la relatividad). También están bien la Zygloggeturm (torre del reloj), la catedral de San Vicente o el Ayuntamiento. Además, varios puentes ofrecen estupendas vistas del amplio río Aare, donde la gente se baña (se lanzan de los puentes) y se deja arrastrar corriente abajo. Gran punto y final, pues cogemos el coche para terminar otra vez donde empezamos, en Ginebra para tomar el avión de vuelta.

sábado, 3 de agosto de 2013

VIAJES / Suiza, un paraíso de montañas, valles, lagos y cascadas (1)

Hacía tiempo que me rondaba la cabeza y por fin tengo una semana para visitar Suiza. Lo sé, es poco tiempo, pero tendré que ajustarlo al máximo para intentar disfrutar de todas las bellezas de este país, que las tiene, y muchas. Comenzamos llegando a Ginebra...

30 de julio de 2013

Aterrizamos en Ginebra ya tarde, sobre las 22:15 horas, así que sólo nos va a dar tiempo a llegar al alojamiento y dar una pequeña vuelta. Es importante saber que los turistas recién llegados o los que se alojan en la ciudad tienen derecho a transporte público gratuito. En concreto, al llegar a la zona del aeropuerto donde se recogen las maletas hay una máquina donde puedes obtener gratuitamente un ticket válido por 80 minutos para utilizar el eficiente transporte público de la ciudad, sea tranvía, autobús... Al llegar al alojamiento, el Geneva City Hostel, nos encontramos con que también nos dan una tarjeta de transporte para todo el día siguiente. El alojamiento, por cierto, es bastante limpio, cómodo y céntrico. Y, sobre todo, barato (87 CHF o 71 EUR), un concepto difícil de hallar en el país helvético. Esa noche nos da tiempo a dar una vuelta por el centro, la plaza de Neuve, los juegos de ajedrez del parque de Bastions, la calle de Marché, la plaza de Molard, los puentes... Al día siguiente, todo se aprecia con una nueva luz (nunca mejor dicho) y disfrutamos del paseo por la orilla del lago Lemán, del famoso chorro de agua Jet d'eau, la bonita isla de Rousseau... No está mal pero está mucho mejor lo que viene después.

31 de julio de 2013

Alquilamos un coche pequeño, un Fiat Panda, por 231 CHF la semana entera y dejamos atrás Ginebra para ir bordeando el gran lago Lemán hacia el norte y el este. Así llegamos a Nyon, un precioso pueblecito asentado en la ladera con vistas al lago, de donde parte un barco hacia la localidad francesa de Yvoire, al otro lado del Lemán. La travesía son 26 CHF ida y vuelta, y se tardan unos 20 minutos. La población es muy cuca y muy volcada en el turismo. Es agradable estar unas horas. De vuelta a Nyon, proseguimos por Suiza bordeando el lago y hacemos parada en Montreaux, que tiene un casco antiguo interesante en todo lo alto del monte, desde donde hay unas vistas impresionantes del lago y toda la zona. Lástima no haber podido llegar a tiempo de tomar el tren cremallera de Rochers de Naye, que te sube bastante más alto, a 1.600 metros. Se nos hace tarde y este día sólo nos da tiempo de contemplar por fuera el imponente castillo de Chillon. Después tenemos que dirigirnos a nuestro próximo alojamiento, el Chalet Martin, que está ubicado en Gryon, en lo alto de las montañas. La carretera de curvas que asciente hasta el pueblo no es aconsejable tomarla de noche, pero así lo hacemos, aunque conseguimos finalmente llegar sin muchos problemas. El Chalet Martin es una casa de montaña muy grande, toda de madera, bien equipada (hasta con libros y guitarras) y con anfitriones muy amables. Pero lo mejor de todo es su situación, de lo que nos damos cuenta al salir al balcón por la mañana.

1 de agosto de 2013

Despertarse en plena montaña y con vistas al valle y a otros montes de gran altura es una experiencia inolvidable, sobre todo para alguien que, como yo, ha conocido casi toda la vida las llanuras castellanas. Tras los momentos de éxtasis nos volvemos a echar a la carretera, esta vez para ir a uno de los puntos claves de la geografía suiza: las estribaciones del Cervino (o Matterhorn en alemán, pues hemos cambiado el área francófona por la germanoparlante), una de las montañas más conocidas de los Alpes, con sus 4.478 metros, debido a su característica forma picuda. Para llegar allí se alcanza en coche el pueblo de Täsch, donde se deja el coche en un macroaparcamiento (13 CHF las aproximadamente 6 horas que lo tuvimos) y se coge un tren a Zermatt (donde está prohibida la entrada de vehículos). Hay trenes constantemente durante todo el día, no hay problema en ese aspecto. Al llegar a Zermatt ya se ve que todo está claramente orientado a hacer las múltiples excursiones posibles en los montes circundantes y con vistas al Cervino. Para ello existen varias líneas de trenes cremallera que nos subirán por distintas laderas. Nosotros tomamos la del Gornergrat, que, por 48 CHF ida y vuelta (precio especial al ir por la tarde, a partir de las 15 horas) sube a un mirador hasta los 3.089 metros. Durante todo el trayecto hay maravillosas vistas del Cervino hasta decir basta. Además, se puede uno bajar las veces que se quiera en las distintas paradas intermedias. Desde el mirador superior la vista es gloriosa, tanto del Cervino como de otras montañas también impresionantes como Cástor y Pólux o el Monte Rosa, ya en la parte italiana. Asimismo, en la penúltima parada, Rotenboden, es aconsejable hacer una pequeña excursión caminando (15 minutos) hasta el lago Riffelsee, famoso porque se ve nítidamente el reflejo del Cervino. Terminamos este excitante día uniéndonos a la fiesta que se celebraba en Zermatt, al ser el 1 de agosto el día nacional de Suiza, con salchicha y cerveza, como no podía ser menos. Volvemos en tren a Täsch, recuperamos el coche y acabamos alojados en Brig, un pueblo con un pequeño pero interesante centro (y un río con agua que baja violentamente).

2 de agosto de 2013

Otro día movido. Dejamos Brig y, al poco, llegamos a Fiesch, donde tomaremos el teleférico (35 CHF) hacia el Aletsch, el glaciar más grande de Europa, con 23 km de largo y 2 km de ancho. El cable hace una primera parada en Fiescheralp, hasta donde ya hay una impresionante vista del valle por encima de bosques de abetos. Se cambia de cabina y otra te acaba subiendo, ahora con un panorama típico de alta montaña, hasta la parada de Eggishorn, situada a 2.869 metros. Arriba se puede hacer una pequeña pero emocionante excursión al propio pico Eggishorn, a 2.927 metros, por camino estrecho pero suficientemente seguro y con vistas maravillosas. Al volver al coche nos adentramos por el valle del Ródano, que contiene una sucesión de gloriosas vistas de valles y montañas verdes y preciosos pequeños pueblos de casas de madera (como Münster). Aunque deberíamos habernos adentrado en los recomendados parajes de Furkapass y Sustenpass, no había tiempo y nos "conformamos" con el camino de Grimselpass (ya sabéis, carretera de montaña, paciencia y a disfrutar), en cuya cumbre hay un espléndido lago y la bajada es una magnífica sucesión de cascadas y lagos hasta el valle. Todo maravilloso. Al final de la jornada pasamos por Meiringer, donde visitamos a pie la muy aconsejable Garganta del Aareschlucht, un paso fluvial estrecho entre enormes rocas que se recorre por pasarela. En verano, de manera especial, los miércoles y viernes se puede disfrutar Aareschlucht de noche, hasta las 22 horas, con una bella iluminación, lo cual hace la experiencia aún más impactante, si cabe. Terminamos la jornada agotados en Iseltwald, en el Lake Lodge, a los pies del lago Brienzersee, donde se respira la tranquilidad que ahora necesitamos.