martes, 24 de marzo de 2015

VIAJES / Texas (y 2): Dallas, ciudad de contrastes

La antaño conocida en España por la serie televisiva y tradicional hogar de los ricachones del petróleo texano, es hoy en día una ciudad que mantiene un frágil equilibrio entre pasado y futuro, entre ser una urbe inhóspita típicamente estadounidense y convertirse en un lugar más habitable y disfrutable. En el primer capítulo nos encontramos con lo de siempre: amplias calles (prácticamente autopistas) que atravisesan el centro, dedicadas claramente al automóvil y que dejan poco espacio para la vida del peatón. Un downtown mínimamente activo durante el día, apenas en las jornadas laborables, y que por las tardes-noches queda abandonado al puñado de homeless y desheredados de un sistema que ignora totalmente a una buena parte de la población. Pasear por las calles, incluso a cualquier hora del día, no deja de causar la sensación de que uno está infringiendo alguna ley, por la soledad que se experimenta y por lo poco preparadas que están las aceras para realizar un acto tan común en Europa como es caminar por la ciudad. Curioso e impactante no encontrar plazas o parques en los que socializar, y tener que coger el coche para desplazarse a cualquier destino (siempre a cubierto, claro) por muy relativamente cercano que se encuentre. Pero, por otro lado, parece que Dallas quiere evolucionar poco a poco hacia una urbe más acogedora y estructurada. Por ejemplo, el transporte público que ofrece el tren DART permite recorrer buena parte de la ciudad, incluido el aeropuerto, por precios asequibles para el turista (5 dólares el pase ilimitado de 24 horas). Es puntual y está bien cuidado. Claro que no se ven muchos blancos. Y el uptown es una zona con mucha animación, por el día con los comercios y por la noche con los bares y restaurantes (excelente hamburguesa del 'Fat Rabbit', por cierto). Y aquí no hay nada arquetípico: no se ven a los texanos con sombrero, sino gente joven con ganas de divertirse.

Por otra parte, el centro de atracción turística de Dallas sigue siendo todo lo relativo al asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Y, en este sentido, uno se adentra totalmente en la historia reciente del país con la visita (por 16 dólares) al Sixth Floor Museum. Se trata de la recuperación del edificio, y concretamente la sexta planta, desde donde Lee Harvey Oswald (supuestamente) mató al presidente más famoso de los Estados Unidos un 22 de noviembre de 1963. Aquí se puede conocer todo lo concerniente al político, su visita, los odios que generaba en esta ciudad tradicionalmente conservadora, su asesinato (teorías conspiratorias incluidas) y su legado. Una extensa muestra que cobra mayor relevancia por cuanto se conserva igual la zona desde la que se pudo producir el magnicidio, con las cajas colocadas, el rifle de muestra, la visión desde la ventana... Luego, abajo, en el medio de la tristemente conocida Elm Street, nos encontramos con una cruz pintada sobre el asfalto que marca el sitio exacto donde impactaron las balas. Y uno puede arriesgarse a ponerse en la marca aprovechando alguna parada del tráfico o, simplemente, recorrer la mítica zona de los alrededores de la plaza Dealey, con los setos al fondo, la posición de Zapruder y su cámara, las placas de homenaje, etc. La verdad es que, realmente, te vas con la sensación de haber experimentado muy intensamente una escena mil veces vista en cine y televisión.

Y, bueno, ¿qué sería de una visita a Estados Unidos sin ver un partido de la NBA? Hubo suerte, ya que pudimos pillar un a priori interesante partido entre los Dallas Mavericks (todavía con Nowitzki en activo) y los Memphis Grizzlies (con Marc Gasol en sus filas), el 19 de marzo a las 19:30 horas. El enorme estadio American Airlines Center (con capacidad para 19.200 personas, frente a las 12.500 que caben en el Palacio de los Deportes de Madrid) está justo al lado de la estación de DART de Victory Park, muy cerca del downtown. La entrada, comprada con tiempo por internet desde España, nos salió relativamente barata: 47,5 euros. Eso sí, hay que prepararse para todo un show que se alarga por casi tres horas. Que si los chavales del colegio cantan el himno, que si es el día del militar y homenajes por aquí, homenajes por allá, que si las cheerleaders, la banda local, el baile de los Mavs ManiAACs (unos frikis de cuidado), que si la gente levantándose todo el rato para pillar comida y bebida, que si mil interrupciones del juego... Hay que armarse de paciencia, pero moló ver el espectáculo en directo. Luego el partido fue, primero, muy fallón, y, luego, de un dominio por ratos apabullante de los Memphis. Los Dallas, ganadores de la NBA en 2011, están en clara decadencia, Nowitzki incluido, y sin nadie más. En cambio, Marc Gasol se marcó un doble doble (15 puntos y 10 rebotes) y demostró que ha crecido mucho deportivamente. Claro que, en este caso, está muy bien arropado por un sólido equipo que también incluye a Randolph, Allen, Lee, Carter, Green, Udrih, incluso Koufos. No hubo nada que hacer, al final Dallas 101, Memphis 112. Y la sensación de haber asistido a un gran show como sólo los americanos saben hacer.

sábado, 21 de marzo de 2015

VIAJES / Luisiana: La vitalidad de Nueva Orleans y los pantanos del Misisipi

Nueva Orleans emerge de entre los pantanos de Luisiana, a la orilla del enorme tramo final del río Misisipi, como una ciudad portuaria en su mejor expresión y fruto de todas sus influencias culturales: vibrante, alegre, multirracial y abierta. Y también con un centro, el Barrio Francés, lleno de bonitas casas con soportales que denotan su origen francés (y español). Pero en su historia y en sus calles se palpan tanto las raíces francesas como españolas, africanas y latinoamericanas. Sus noches eternas rebosan de jazz y de multitud de sonidos en sus incontables bares. La vida se vive con plenitud en Nueva Orleans. nada que ver con el estilo más austero y puritano que caracteriza a muchas de las ciudades norteamericanas. En ese sentido, Nueva Orleans es un oasis, al que ayudan su inmejorable situación geográfica junto al Misisipi y su clima cálido (en verano, caluoroso y húmedo, y en otoño, propenso a los huracanes, como ocurrió en 2005 con el Katrina de nefasto recuerdo).

Nos alojamos en el French Market Inn, un pequeño pero coqueto y excelente hotel (con patio interior y piscina, muy necesaria casi siempre), en el 509 de la calle Decatour, justo en el lado del río del Barrio Francés. Excelente ubicación para vivir plenamente el ambiente de esta zona, la (merecidamente) más concurrida por turistas nacionales e internacionales. A partir de ahí, todas las arterias esconden estupendos restaurantes de comida cajún (cultura procedente principalmente de los francófonos canadienses emigrados en el siglo XVIII) y bares siempre con música en directo. La principal calle, por supuesto, es Bourbon Street, siempre de bote en bote sea el día que sea. Desde luego, los habitantes de la ciudad necesitan pocas excusas para divertirse. Famosas son sus fiestas de carnaval, especialmente el Mardi Grass, pero cuando estuvimos el día de San Patricio (patrón irlandés) nos sorprendió un desfile más descacharrante que preparado, prueba de que el caso aquí es disfrutar. Se puede citar el Preservation Hall como lugar de peregrinaje de los amantes del jazz de Nueva Orleans, pero hay tantos sitios donde poder escuchar buena música... Al parecer, los más puristas reclaman la escena de la calle Frenchmen, adyacente por el norte con el Barrio Francés, donde puedes elegir cualquier local para cenar con el fondo de buenas melodías. Por el día, el simple paseo por el centro te transporta en el tiempo, desde la plaza Jackson Square con su Catedral de Sant Louis al Parque de Louis Armstrong. En este sentido, todas las calles llevan la traducción del nombre español de la época en que la ciudad formó parte de nuestro país, entre 1763 y 1801. En ese periodo destacó la figura de Bernardo de Gálvez (que tiene allí una estatua, dentro de varias aportaciones urbanísticas costeadas por España en las pasadas décadas), gobernador de la Luisiana que mantuvo a raya a los ingleses, ayudando así sobremanera a la independencia de los Estados Unidos. Otras opciones son tomar los famosos tranvías (como el de Canal Street) y recorrer fácilmente otras áreas de Nueva Orleans (desde lejos se intuye que falta todavía trabajo de reconstrucción en algunas partes), o bien cruzar el Misisipi con un ferry gratuito o, si se prefiere, pagar 70 dólares por una cena a bordo de un barco de época.

El sur del estado de Luisiana es característico por su ecosistema de pantanos. El Refugio Nacional de Vida Salvaje de Atchafalaya es un excelente ejemplo y nada menos que el mayor pantano de Estados Unidos. En el Centro de Visitantes se puede contratar un excursión de tres horas, en barca a motor, por supuesto, pues no hay quien ande por ahí. Pero si se quiere pasear, basta con acercarse el Lake Martin, cerca del peculiar pueblo de Breaux Bridge, para disfrutar de una zona de innegable belleza. Pero también Luisiana conserva diversas fincas esclavistas que mantienen vivo el infausto recuerdo de la época sudista. Una de ellas es Houmas House Plantation And Gardens (al sur del pueblo de Gonzales), con 38 acres de terreno -unas 15 hectáreas- y donde incluso de puede pasar la noche en alguna de sus 16 lujosas habitaciones. Las del palacio principal de los amos, claro, no las casetas de los esclavos. Lafayette o Lake Charles, con su gran lago en honor de nuestro Carlos III (y que tiene varios caimanes y tortugas dentro de una especie de mini-zoo a sus orillas), son otras poblaciones recomendables de gran tamaño en una zona con unos paisajes que impactan. De ahí el lema del estado: "Keep Louisiana Beautiful" o "Mantén Luisiana hermosa". Y qué decir de la comida cajún. Injustamente infravalorada a nivel mundial, tomamos excelentes platos en el restaurante Prejean's, a las afueras de Lafayette. En mi caso, una excelente tilapia (pescado de agua dulce) con carne de cangrejo y un sazonamiento propio de lo mejor del cajún.

lunes, 16 de marzo de 2015

VIAJES / Texas (1): Austin, la capital mundial de la música en directo

Dentro del carácter decididamente abierto, orgulloso y extremadamente amable de las gentes de Texas, aunque con su conocido lado oscuro en cuanto al perfil político conservador y la querencia por las armas, la ciudad de Austin (capital del Estado) destaca como un oasis cultural y de actitud progresista. Su amplia red de transporte público de autobuses (inusual en estos lares donde el coche privado domina los usos y costumbres), su centro urbano lleno de vida (cuando en la mayor parte de las ciudades estadounidenses los downtown suelen ser abandonados por la clase media para irse a vivir a las áreas residenciales de los suburbios) y, especialmente, su festival de música, cine y medios interactivos South by Southwest, que se celebra todos los años desde 1987 en estas fechas, le convierten en la vanguardia absoluta de Texas y de más allá del país. No en vano es conocida como la capital mundial de la música en directo, apelativo que se ha ganado a pulso con justicia.

El festival se vuelca totalmente con sus abonados, que tienen preferencia de pase para los numerosísimos eventos que en 2015 se desarrollan entre el 13 y el 22 de marzo. Aunque los precios no son precisamente baratos. Según el tipo de abono (badge) y la antelación con la que se adquiera, las tarifas van de 525 a 1.745 dólares. Claro que puedes comprar también una muñequera por 90 dólares. La cuestión es que el acceso a los recintos se hace por riguroso orden de preferencia: primero los Platinum Badges (acceso completo a todo), luego los de cada uno de los tres tipos de eventos (cine, música e interactivos), luego otras categorías inferiores, luego las pulseras y, finalmente, si aún queda espacio, se pueden comprar tickets individuales. En el caso de las películas, los precios individuales oscilan entre 10 y 14 dólares. En nuestro caso, tuvimos suerte. Asistimos a la proyección del documental "Bounce: How The Ball Taught The World To Play", del director Jerome Thelia, en el Marquesa Theater, justo enfrente de nuestro hotel Travelodge Austin, completamente gratis, dado que la organizaba la asociación de amigos del cine de la ciudad. Bastante interesante la peli, por cierto, una reflexión antropológica y social sobre la necesidad del ser humano de jugar y, concretamente, del uso que para ello se hace de ese objeto esférico omnipresente que es la pelota, ya sea para el fútbol europeo (soccer), americano, etc.

Por lo demás, el ambientazo en las calles estos días es total. La gente pasea y se divierte sin límites. Acuden masivamente a los bares, restaurantes y salas, pero hay tantos que no hay sensación de masificación. Aunque los espectáculos se reparten por todo el centro, la 6th Street es el meollo del festival. Aquí se puede comer en el "Bikinis", restaurante sports-bar donde las camareras van precisamente en bikini, y luego tomar copas hasta reventar en el "Coyote", donde las chicas acaban bailando provocativamente en la barra. Hay una actitud bastante desinhibida por parte de muchas chicas texanas que convierten las pelis americanas de juergas en puro neorrealismo.

Otra principal atracción de Austin es su Capitolio, el más alto de Estados Unidos (por encima del de Washington). Su visita es gratuita y permite contemplar el orgullo con el que los texanos miman sus instituciones y le dan pleno acceso a la gente. El edificio es bello, majestuoso y enorme. Dentro, los retratos de todos los gobernadores del estado (y de los presidentes en la época en que Texas fue independiente), así como las salas del Congreso y del Senado, ambas en la segunda planta. Desde fuera se puede divisar en la fachada los escudos que han ejercido soberanía histórica sobre estas tierras: España, los Borbones franceses, México, periodo independiente, la Confederación y la Unión. En este sentido, llama la atención el monumento a los muertos en la Guerra de Secesión por parte de los estados sureños, entre ellos Texas, que propugnaban mantener la esclavitud. Enfrente, un homenaje a los caídos en El Álamo, en su lucha por independizarse de México. Ya digo, orgullo de su historia y sus tradiciones, aunque algunas sean más que cuestionables.

Por lo demás, la ciudad no tiene mayores lugares de interés histórico (es un estado muy nuevo, claro), pero su vitalidad cultural y su urbanismo amigable hacen de Austin un sitio absolutamente visitable y muy recomendable. Ahora tenemos que dejar la ciudad para poner rumbo a Nueva Orleans...

domingo, 8 de marzo de 2015

OCIO / Gran nivel en el VII Concurso de Tapas de Quintanar

Me es grato reconocer que el nivel de calidad del VII Concurso de Tapas de Quintanar de la Orden es el más alto conocido hasta ahora. Lógicamente no he probado todas, pero en el primer fin de semana del evento gastronómico, las 14 candidatas que he degustado (del total de 29) me han parecido como mínimo buenas. Lejos quedan aquellas ediciones en las que algunos bares no se curraban los platos o hacían simplemente cualquier cosa para salir del paso. Esto demuestra la gran salud del concurso (cuestiones organizativas mejorables aparte), que ha llevado a los participantes a intentar superarse año tras año. En cualquier caso, algunas tapas están más elaboradas, otras se basan en un buen producto, varias (las mejores) combinan ambos elementos... En fin, el caso es que el listón está muy alto en esta edición, lo cual, junto al buen tiempo que ha acompañado, no ha hecho sino refrendar el éxito del evento. Por mucho tiempo, esperemos.

En mi opinión, un buen puñado de tapas se colocan entre mis favoritas. Luego, el público (o los votantes que puedan opinar en este censo excesivamente restringido que supone probar un mínimo de 20 platos) decidirá en función de la calidad, del sabor, de la elaboración o de cualquier otro criterio (vaya usted a saber). Pero, desde luego, en los primeros puestos deberían estar el "Bocado Ibérico" del Castellano -en la imagen-; el "Contraste de Sabores", del Pedrote; el "Sabor Ibérico" de El Pilón; el "Bocado de Reyes", de Vegamar; el "Pez Limón", del Granero; el "Medallón de Rape", de Santa Marta; la "Crema de Caramelo y Chocolate Blanco con Fresas", del Joker's; la "Isla Dulce", del Zarco; la "Tosta de Solomillo Ibérico", del Polideportivo; o la "Presa", de El Almirez.