La antaño conocida en España por la serie televisiva y tradicional hogar de los ricachones del petróleo texano, es hoy en día una ciudad que mantiene un frágil equilibrio entre pasado y futuro, entre ser una urbe inhóspita típicamente estadounidense y convertirse en un lugar más habitable y disfrutable. En el primer capítulo nos encontramos con lo de siempre: amplias calles (prácticamente autopistas) que atravisesan el centro, dedicadas claramente al automóvil y que dejan poco espacio para la vida del peatón. Un downtown mínimamente activo durante el día, apenas en las jornadas laborables, y que por las tardes-noches queda abandonado al puñado de homeless y desheredados de un sistema que ignora totalmente a una buena parte de la población. Pasear por las calles, incluso a cualquier hora del día, no deja de causar la sensación de que uno está infringiendo alguna ley, por la soledad que se experimenta y por lo poco preparadas que están las aceras para realizar un acto tan común en Europa como es caminar por la ciudad. Curioso e impactante no encontrar plazas o parques en los que socializar, y tener que coger el coche para desplazarse a cualquier destino (siempre a cubierto, claro) por muy relativamente cercano que se encuentre. Pero, por otro lado, parece que Dallas quiere evolucionar poco a poco hacia una urbe más acogedora y estructurada. Por ejemplo, el transporte público que ofrece el tren DART permite recorrer buena parte de la ciudad, incluido el aeropuerto, por precios asequibles para el turista (5 dólares el pase ilimitado de 24 horas). Es puntual y está bien cuidado. Claro que no se ven muchos blancos. Y el uptown es una zona con mucha animación, por el día con los comercios y por la noche con los bares y restaurantes (excelente hamburguesa del 'Fat Rabbit', por cierto). Y aquí no hay nada arquetípico: no se ven a los texanos con sombrero, sino gente joven con ganas de divertirse.
Por otra parte, el centro de atracción turística de Dallas sigue siendo todo lo relativo al asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Y, en este sentido, uno se adentra totalmente en la historia reciente del país con la visita (por 16 dólares) al Sixth Floor Museum. Se trata de la recuperación del edificio, y concretamente la sexta planta, desde donde Lee Harvey Oswald (supuestamente) mató al presidente más famoso de los Estados Unidos un 22 de noviembre de 1963. Aquí se puede conocer todo lo concerniente al político, su visita, los odios que generaba en esta ciudad tradicionalmente conservadora, su asesinato (teorías conspiratorias incluidas) y su legado. Una extensa muestra que cobra mayor relevancia por cuanto se conserva igual la zona desde la que se pudo producir el magnicidio, con las cajas colocadas, el rifle de muestra, la visión desde la ventana... Luego, abajo, en el medio de la tristemente conocida Elm Street, nos encontramos con una cruz pintada sobre el asfalto que marca el sitio exacto donde impactaron las balas. Y uno puede arriesgarse a ponerse en la marca aprovechando alguna parada del tráfico o, simplemente, recorrer la mítica zona de los alrededores de la plaza Dealey, con los setos al fondo, la posición de Zapruder y su cámara, las placas de homenaje, etc. La verdad es que, realmente, te vas con la sensación de haber experimentado muy intensamente una escena mil veces vista en cine y televisión.
Y, bueno, ¿qué sería de una visita a Estados Unidos sin ver un partido de la NBA? Hubo suerte, ya que pudimos pillar un a priori interesante partido entre los Dallas Mavericks (todavía con Nowitzki en activo) y los Memphis Grizzlies (con Marc Gasol en sus filas), el 19 de marzo a las 19:30 horas. El enorme estadio American Airlines Center (con capacidad para 19.200 personas, frente a las 12.500 que caben en el Palacio de los Deportes de Madrid) está justo al lado de la estación de DART de Victory Park, muy cerca del downtown. La entrada, comprada con tiempo por internet desde España, nos salió relativamente barata: 47,5 euros. Eso sí, hay que prepararse para todo un show que se alarga por casi tres horas. Que si los chavales del colegio cantan el himno, que si es el día del militar y homenajes por aquí, homenajes por allá, que si las cheerleaders, la banda local, el baile de los Mavs ManiAACs (unos frikis de cuidado), que si la gente levantándose todo el rato para pillar comida y bebida, que si mil interrupciones del juego... Hay que armarse de paciencia, pero moló ver el espectáculo en directo. Luego el partido fue, primero, muy fallón, y, luego, de un dominio por ratos apabullante de los Memphis. Los Dallas, ganadores de la NBA en 2011, están en clara decadencia, Nowitzki incluido, y sin nadie más. En cambio, Marc Gasol se marcó un doble doble (15 puntos y 10 rebotes) y demostró que ha crecido mucho deportivamente. Claro que, en este caso, está muy bien arropado por un sólido equipo que también incluye a Randolph, Allen, Lee, Carter, Green, Udrih, incluso Koufos. No hubo nada que hacer, al final Dallas 101, Memphis 112. Y la sensación de haber asistido a un gran show como sólo los americanos saben hacer.
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