martes, 30 de agosto de 2011

POLÍTICA / La reforma de la Constitución, ¿qué reforma?

Se reforma la Constitución, algo que debiera ser aceptado con normalidad, sobre todo cada cierto tiempo y siempre que se haga con sentido. Pero, ¿se va a hacer en el sentido rector que marca su artículo primero?

Artículo 1

1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.


Parece que no. Primero, porque la prohibición del déficit estructural que representa esta reforma, es decir, impedir gastar más de lo previsto y, en conjunto, renunciar a tener capacidad para endeudarse (haciendo ley magna los meros criterios neoliberales de la Unión Económica y Monetaria de la Unión Europea, que por cierto se han saltado cuando han querido Francia y Alemania) limita claramente el Estado social que nos proporciona sanidad, educación, infraestructuras y servicios públicos de primer orden. Un déficit y una deuda razonables a veces son necesarios para lograr la mejor cohesión social: los hospitales requeridos, las escuelas bien equipadas, las pensiones tan merecidas, las carreteras, AVE, puertos y aeropuertos que nos hacen funcionar mejor y atraen el turismo, es decir, inversiones públicas que generan a su vez actividad para el sector privado, etc. Tener este impedimento por ley puede ser fatal para el desarrollo del Estado de bienestar, que, al no encontrar ya financiación pública, tenderá a reducirse y/o privatizarse poco a poco. Y ya se sabe que lo privado mira mucho por el interés general...

Segundo, porque no se ha tenido en cuenta la opinión del pueblo, único en el que reside la soberanía nacional (no en los partidos políticos), para una decisión tan fundamental como cambiar a unas reglas que ponen en peligro el Estado social propugnado por la Constitución. No hay referéndum. Sólo el rodillo de los dos partidos mayoritarios que, a ver cuándo se enteran, a pesar de representar a una buena proporción de ciudadanos, sumaron 21.567.345 votos de los poco más de 35.070.000 ciudadanos con derecho a voto en las últimas elecciones de 2008. Es decir, un 61,5%. Si los votos marcaran la aprobación de la reforma constitucional, ésta no se llevaría a cabo, pero como son los escaños (tres quintos del Congreso y PSOE + PP tienen 323 diputados, el 92,3%), que como bien sabemos distorsionan la voluntad popular (pues no son fruto de una representación proporcional, sino mayoritaria), pues aviados estamos...

Pide aquí la convocatoria de un referéndum.

¿Podemos, entonces, calificar de Golpe de Estado este cambio trascendental de la Constitución hecho a hurtadillas del pueblo? Desde luego hace presagiar tiempos venideros duros. Los mercados han hablado y han ganado. Y si tanto mandan estos mercados, ¿para qué sirven, pues, los políticos? ¿Dónde queda la democracia, en su sentido etimológico de poder del pueblo?

Antiguo Artículo 135

1. El Gobierno habrá de estar autorizado por Ley para emitir Deuda Pública o contraer crédito.

2. Los créditos para satisfacer el pago de intereses y capital de la Deuda Pública del Estado se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de los presupuestos y no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la Ley de emisión.


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Nuevo Artículo 135

1. Todas las Administraciones Públicas adecuarán sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria.

2. El Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros.

Una Ley Orgánica fijará el déficit estructural máximo permitido al Estado y a las Comunidades Autónomas, en relación con su producto interior bruto. Las Entidades Locales deberán presentar equilibrio presupuestario.

La actual situación económica y financiera no ha hecho sino reforzar la conveniencia de llevar el principio de referencia a nuestra Constitución.

3. El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar autorizados por Ley para emitir deuda pública o contraer crédito.

Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta. Estos créditos no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la Ley de emisión.

El volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación al producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

4. Los límites de déficit estructural y de volumen de deuda pública sólo podrán superarse en caso de catástrofes naturales, recesión económica o situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado y perjudiquen considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o social del Estado, apreciadas por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados.

5. Una Ley Orgánica desarrollará los principios a que se refiere este artículo, así como la participación, en los procedimientos respectivos, de los órganos de coordinación institucional entre las Administraciones Públicas en materia de política fiscal y financiera. En todo caso, regulará:

a) La distribución de los límites de déficit y de deuda entre las distintas Administraciones Públicas, los supuestos excepcionales de superación de los mismos y la forma y plazo de corrección de las desviaciones que sobre uno y otro pudieran producirse.

b) La metodología y el procedimiento para el cálculo del déficit estructural.

c) La responsabilidad de cada Administración Pública en caso de incumplimiento de los objetivos de estabilidad presupuestaria.

6. Las Comunidades Autónomas, de acuerdo con sus respectivos Estatutos y dentro de los límites a que se refiere este artículo, adoptarán las disposiciones que procedan para la aplicación efectiva del principio de estabilidad en sus normas y decisiones presupuestarias.

Disposición adicional única

1. La Ley Orgánica prevista en el artículo 135 de la Constitución Española deberá estar aprobada antes de 30 de junio de 2012.

2. Dicha ley contemplará los mecanismos que permitan el cumplimiento del límite de deuda a que se refiere el artículo 135.3.

2. Los límites de déficit estructural establecidos en el 135.2 de la Constitución Española entrarán en vigor a partir de 2020.

Disposición final única

La presente reforma del artículo 135 de la Constitución Española entrará en vigor el mismo día de la publicación de su texto oficial en el Boletín Oficial del Estado. Se publicará también en las demás lenguas de España.

domingo, 21 de agosto de 2011

LIBROS / "El espejismo de Dios" (2006), de Richard Dawkins

Aprovechando la visita del papa Benedicto XVI a Madrid con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (Católica), comento un libro de reciente lectura y muy, muy recomendable para que todo el mundo valore la existencia o no de esa figura central en cualquier religión que se da en llamar Dios.

Aprovecho también para recordar la confianza que les merecen a los españoles las instituciones científicas, por un lado, y las religiosas, por otro, según un estudio de Metroscopia de julio de 2011. La máxima confianza sería 10 y la nula 0. Así, los científicos (7,4), médicos (7,4), la universidad (6,8) y la sanidad pública (6,8) son los cuatro organismos mejor valorados, casualmente todos derivados del conocimiento científico. En cambio, las instituciones de la Iglesia -Cáritas- (5,8), la obra social de la Iglesia (4,7), la propia Iglesia Católica (4,0) y los obispos (3,1) obtienen pobres o muy probres resultados. No hace falta decir más.

El divulgador científico, etólogo, zoólogo y teórico evolutivo británico Richard Dawkins elabora en "El espejismo de Dios" (2006) un acertado y profundo análisis de lo que supone la creencia en un ser omnipotente que nos observa y juzga desde un sitio desconocido, establece las normas morales sobre las que tenemos que comportarnos y nos castiga o premia a nuestra muerte con un paraíso o un infierno (aunque la Iglesia ha relativizado recientemente la existencia de estos tal y como la veníamos entendiendo). De hecho, Dawkins concluye que dicha creencia (tal y como parece) es una forma de delirio transmitida culturalmente dado que tradicionalmente ha permitido una adecuada socialización de la gente. Para el escritor estadounidense Robert Pirsig, "cuando una persona sufre delirio lo llamamos locura. Cuando mucha gente sufre el mismo delirio lo llamamos religión", según la cita a la que se acoge el propio Dawkins. Sin embargo, a raíz del éxito del sistema científico de prueba y demostración, la fuerza de la fe ha disminuido, mientras que el método científico se ha impuesto como el más adecuado para conocer nuestra realidad. En este sentido, está demostrado que, cuanto mayor es el grado de estudios de una persona, mayor es la tendencia a no creer en Dios. También Dawkins refuta un pequeño (falso) mito: que muchos científicos, como Einstein, son religiosos. No es así, cuando alguno de ellos se ha referido a Dios lo ha hecho en un sentido panteísta y poético para aludir a la complejidad de la Naturaleza.

En cualquier caso, son cuatro las ideas que se extraen de la lectura de este gran libro, que contrapone todas las visiones, a favor y en contra, acerca de la existencia de un ser divino. Por un lado, anima a que los ateos puedan considerarse felices, equilibrados, morales e intelectualmente satisfechos. Confirma que la selección natural y teorías científicas similares son superiores a hipótesis basadas en Dios -como la falacia del diseño inteligente- en lo que se refiere a la explicación del mundo vivo y el cosmos. Asimismo, denuncia que los niños no deben ser etiquetados por la religión de sus padres. Términos como "niño católico" o "niño musulmán" perpetúan unas falsas diferencias. Por ultimo, Dawkins recalca que los ateos deben estar orgullosos y no compungidos, debido a que el ateísmo es una prueba de tener una mente saludable e independiente.

jueves, 18 de agosto de 2011

VIAJES / Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming, Estados Unidos)

Yellowstone fue el primer parque nacional del mundo al crearse en 1872, y no es de extrañar porque reúne un conjunto de maravillas vasto (9.000 km2) y rico (tanto en fauna y flora como en manifestaciones geotérmicas: posee la mayor concentración de géyseres del mundo). Para tener un más fácil acceso se ha habilitado una carretera en forma de 8 que permite recorrer sus principales atractivos, si bien existe un gran numero de sendas que posibilitan adentrarse aún más en el parque. En este último caso se recomienda encarecidamente tener mucho cuidado porque lo que se visita es un paraje natural y no un zoo, lo que implica que están viviendo en su hábitat animales salvajes tan potencialmente peligrosos como los osos y los bisontes. Pero si se opta, como hicimos nosotros, por recorrer los 235 km de carretera se tendrá una visión bastante completa de lo que nos ofrece Yellowstone. Por esta ruta nos encontraremos con cinco zonas de características variadas: Mammoth Hot Springs, Old Faithful, Canyon Village, West Thumb-Grant Village y Fishing Bridge-Lake Village-Bridge Bay.

Accedimos por la bellísima entrada este y pagamos la entrada de 25 $ por coche, que es válida para siete días, un periodo de tiempo que se aconseja aprovechar por completo para disfrutar mejor del parque (al menos cuatro o cinco días). Dentro de Yellowstone, y en cada una de sus cinco zonas, existen alojamientos gestionados por una única cadena hotelera (Xanterra) y es recomendable hacer la reserva con bastante antelación (sobre todo si se va en verano) y en diferentes áreas para ir avanzando mejor en la visita del parque. Tanto en la zona este como en otras se podrán observar lamentablemente amplias zonas de pinos quemados, debido a los incendios (casi todos ellos fortuitos, por rayos) que se han ido sucediendo en las últimas décadas y a la decisión del Gobierno de no reforestar "artificialmente", sino ir dejando que la Naturaleza se regenere a su ritmo... Aun con todo, el poder epatante de Yellowstone engancha desde el primer momento. Llegamos a las áreas Fishing Bridge-Lake Village-Bridge Bay y West Thumb-Grant Village, dominadas claramente por el lago Yellowstone, uno de los más grandes del mundo (352 km2). Ya aquí encontramos lo que será una constante en la visita, las manifestaciones geológicas: géyseres, fumarolas y aguas termales, ya que su lecho reposa en una parte de la enorme caldera que sigue activa bajo casi la mitad del parque. Aun así, en invierno se hiela y en verano el agua está fresca debido a la altitud de 2.376 m sobre el nivel del mar.

Dejando el lago, y yendo por el noreste, nos encontramos con el Mud Volcano y el Sulphur Caldron, nuevos y espléndidos ejemplos de geotermia. Después nos encontramos con el enorme y verde valle Hayden, donde nos topamos con las primeras manadas de bisontes. El parque alberga actualmente 4.000 de estos ejemplares, la mayor reserva del mundo. De cerca (se recomienda una distancia de seguridad de 20-25 metros, pues, insisto, son animales salvajes y además corren más que el hombre) son enormes y, aunque parecen mansos, enseguida se ponen a la defensiva y van hacia ti. A pesar de que tratan de estar lejos, no es difícil encontrárselos por la carretera. Máxima precaución y sigilo, y ¡a disfrutar de la experiencia! También contemplamos alces, ciervos y muflones.

En el centro-este del parque está Canyon Village, zona caracterizada por el espectacular cañón que forma el río Yellowstone y las cataratas (Upper, de 33 m de altura, y Lower, de 94 m) que produce a su paso. El punto privilegiado es Artist Point, donde se contempla la profundidad y grandeza del cañón y sus caídas de agua, así como la exuberante vegetación y los fantásticos colores formados por los distintos minerales de las rocas y paredes. Allí, un guardabosques (llamados rangers, siempre encantados de atenderte) da una charla de unos 20 minutos a horas fijas sobre el origen histórico y natural de la zona y del parque en general. Casi todos los accesos a los puntos panorámicos exigen caminatas fáciles o de media dificultad y con recorridos entre cortos y medios. Nada que impida el disfrute con niños, por ejemplo. De hecho, las familias son los turistas más abundantes aquí, así como claramente los de origen estadounidense. Luego se ven muchos orientales y europeos, principalmente franceses e italianos, algún alemán, algún español...

Continuando hacia el norte por el lado este llegamos a Tower Fall, una buena cascada de 40 m, ya situada en el área Tower-Roosevelt, de relativa menor importancia. El Petrified Tree es prescindible y, tras ver algunos interesantes lagos giramos hacia el oeste y nos adentramos en tierras de lobos y osos. Desgraciadamente no pudimos ver ninguno de estos animales, es bastante complicado dada su forma de vida. Estuvimos muy cerca de ver un par de osos, según nos comentaron unos turistas que se habían parado y que decían haber visto dos ejemplares un par de minutos antes. Lástima. Así llegamos a Mammoth Hot Springs, que contiene una de las joyas del parque: las terrazas, pequeñas cataratas de agua caliente del subsuelo, formadas por la acción geotérmica y con múltiples y vistosos colores debido a la acción de los microorganismos. El agua sale a unos 70 grados (metí el dedo, doy fe), aunque hay balsas de agua más templada donde, hasta principios del siglo pasado la gente iba a bañarse. Actualmente está prohibido no sólo el baño, sino andar por los alrededores por peligro de derrumbe del suelo. Por ello existen plataformas de madera construidas por recorrerlas de forma segura.

Más hacia el sur, por la parte oeste, nos encontramos con nuevas manadas de bisontes y otros animales, pasamos por los bellos lagos Twin (gemelos), así como por dos zonas interesantes de géyseres: Norris Geyser Basin y Steamboat Geyser. El Artists Paintpots es una formación de burbujeante barro blanco (a modo de pintura) pero se verá otra mejor en Loewer Geyser Basin, por lo que se puede saltar. Y llegando al río Gibbons pronto descubrimos varias áreas recreativas en las que uno se puede dar un baño. No lo dudamos un instante. El agua está perfecta, el frescor de la altitud es templado por el agua termal que brota por tantas partes. Y continuando por el suroeste llegamos a la zona de Old Faithful, donde se encuentra el más famoso géyser del mismo nombre.

Pero antes nos encontramos con tres puntos ineludibles: Lower Geyser Basin, Midway Geyser Basin y Upper Geyser Basin. Estas zonas concentran algunas de las mejores formaciones geotérmicas y, en concreto, el Midway Geyser Basin acoge el famoso Grand Prismatic Spring, el multicolor lago de agua termal. Un espectáculo. Y hablando de espectáculo, el géyser Old Faithful es el único cuyas erupciones son regulares y están, por tanto, previstas. En concreto, cada hora y media (aproximadamente) lanza chorros de agua de hasta 50 metros. En nuestro caso, pudimos ver saltar el agua y el vapor hasta los 20-25 metros durante unos 5-10 minutos.

Y con esto dejamos ya Yellowstone, grabados en nuestras retinas tantos bellos paisajes, bosques, animales, lagos, ríos, cascadas y géyseres... Salimos por el sur y vamos en dirección al Grand Teton Park (cuya visita se incluye en el precio de la entrada a Yellowstone). Siendo bastante más pequeño (1.255 km2), su principal interés radica en que contiene algunas de las montañas más altas de la zona, con el pico Grand Teton (4.197 m) como techo, frente a los 3.462 metros del pico Eagle, en Yellowstone. Más al sur, saliendo del Grand Teton, está la turística localidad de Jackson (en el valle Jackson Hole), donde pasaremos la última noche antes de regresar a casa. Jackson es un típico pueblo del oeste, pero su situación a los pies del Grand Teton le convierte además en un paraíso de los deportes de nieve en invierno y de montaña en general en verano. Ubicado entre montes, es una delicia pasear por sus calles o disfrutar del mercadillo callejero de productos tradicionales. Es la despedida ideal para este viaje por el medio oeste y oeste de Estados Unidos. Han sido dos semanas, cinco días en Chicago y nueve recorriendo 2.200 millas (3.500 kilómetros) por seis estados, conociendo sitios y gente especiales, la mayor parte muy agradable, y culminando con la plenitud de la naturaleza que es Yellowstone. Entre los múltiples recuerdos me traigo una armónica. Espero poder aprender a tocarla bien para mantener vivo el recuerdo de estas tierras.

viernes, 12 de agosto de 2011

VIAJES / Oeste de Estados Unidos: Wyoming y hacia Yellowstone

Llegar al estado de Wyoming es adentrarse ya completamente en el Oeste norteamericano. Los pueblos, pequeños y desperdigados (algunos, como Emblem y Aladdin, con 10 y 15 habitantes, respectivamente), están formados a lo largo de una calle principal con sus saloons, bares y tiendas construidas con porches de madera. La gente, de actitud tranquila y lacónica, empieza a hablar de una manera más difícil de entender, muy nasal (más todavía) y llena de jerga local (empezando por ese inefable "howdy!" para saludar). Y el territorio combina fascinantes y gloriosas reservas naturales con millas y millas de terreno baldío en el que puedes imaginarte perfectamente a los cowboys de las películas del oeste cabalgando de (implacable) sol a sol. En concreto, es muy recomendable el acceso al estado por la carretera 24 del noreste, que se adentra en la parte de las Black Hills perteneciente a Wyoming, que forman una espléndidas, verdes y redondeadas colinas llenas de vida vegetal y animal (no tanto humana).

Además, es el mejor camino para llegar a la Devil's Tower, una impresionante formación rocosa que mucha gente recordará del filme "Encuentros en la Tercera Fase", de Steven Spielberg. Pues en directo es mucho más grande e impactante de lo que yo mismo me imaginaba. En realidad, no es necesario entrar al recinto (5 $ las motos, 12 $ los coches), ya que se contempla y disfruta incluso mejor desde la cierta distancia del área de información, restauración y ocio.

Volvemos a retomar la I-90, ahora por última vez antes de dejarla, hasta llegar a Buffalo. Este pueblo vuelve a ser una nueva muestra del oeste americano y tiene un aliciente histórico adicional. Fue testigo de las andanzas de los famosos bandidos Butch Cassidy y Sundance Kid (interpretados por Robert Redford y Paul Newman en la mítica "Dos hombres y un destino", de George Roy Hill, así como por Sam Shepard como un Cassidy mayor en la reciente "Blackthorn"). En concreto, se alojaron en el hotel Occidental, que sigue funcionando, ofreciendo una ambientación propia de finales del siglo XIX. Pero no fue ahí donde nos alojamos, era realmente caro. Intentamos, eso sí, cenar en su restaurante, The Virginian, pero al parecer si no se reserva con antelación la alta demanda lo convierte en misión imposible. Así fue. Una pena, tenían en la carta lo que parecía una estupenda carne de búfalo (bisonte, vaya).

Después tomamos la carretera 16, camino de Cody, para poder disfrutar mejor de las vistas que nos ofrece el Bosque Nacional de Bighorn, con sus enormes elevaciones (el pico Cloud alcanza los 4.013 metros) y sus gargantas de vértigo. La otra opción es ir por el norte de esta zona, a través de la carretera 14, pero nos recomendaron las mejores panorámicas de la vía sur. Luego enlazamos precisamente con la 14 para llegar a Cody, el pueblo que fundó William Frederick Cody, más conocido como "Buffalo" Bill, soldado, cazador y hombre de espectáculos del oeste. Es la última parada antes de dirigirnos al Parque Nacional de Yellowstone, nuestro objetivo final y deseado de este viaje. De hecho, la parte de la carretera 14 que va de Cody a la entrada este del parque fue calificada por el presidente estadounidense Theodore Roosevelt como las 50 millas más escénicas de todo el país. Y tenía razón, porque es un no parar de adentrarse por hermosos valles llenos de pinos y de contemplar ríos y lagos como el Wapiti, atravesando el Bosque Nacional Shoshone. Justo llegamos a nuestro alojamiento, una cabaña en Pahaska Tepee, a apenas unos cientos de metros de la entrada Este de Yellowstone. Nos dan los primeros avisos sobre el peligro de los osos: no dejar comida ni basura fuera, hacer ruido para hacernos notar y que no se acerquen, etc. Tenemos lo fundamental para estar cómodos: cuarto de baño y ducha, luz y camas con mantas, pero no hay televisor, ni internet (bueno, sólo en la cabaña de desayunos) y nuestros móviles están totalmente fuera de cobertura. Hemos dejado la civilización y nos adentramos en lo salvaje. Estamos a tiro de piedra de una de las grandes maravillas naturales de los Estados Unidos y del mundo.

miércoles, 10 de agosto de 2011

VIAJES / Medio Oeste de Estados Unidos: Dakota del Sur

Nuevamente en la I-90, nos adentramos en Dakota del Sur, un estado a medio camino entre las praderas del Medio Oeste y las grandes llanuras del pleno Oeste, aunque siempre conservando un espectacular verdor multitonal (como Minesota, Wisconsin, Iowa e Illinois) y una variedad de paisajes que nos ha deparado grandes (y principalmente agradables) sorpresas. Al poco de entrar, nos puede la nostalgia y nos dirigimos cerca de la localidad de De Smet (por el misionero belga Pierre-Jean De Smet, del mismo modo que la capital del estado se llama Pierre en su honor), concretamente a la casa familiar de Laura Ingalls, la escritora de los libros en los que basó la serie "La Casa de la Pradera", de Michael Landon. Quizá se trata de una excusa para perdernos aún más en medio de ninguna parte, que es donde se enclava ese lugar, un sitio donde en una tienda te preguntan (eso sí, con la mayor amabilidad) si quieres una bolsa como "do ya guys want a sack?" en lugar del convencional "would you like a bag?" Encantador. De vuelta a la carretera principal, en Mitchel hacemos un alto para comprobar que, efectivamente como dice nuestra guía, existe el Corn Palace, un imponente complejo de restauración-comercio-auditorio (tiene hasta cancha de baloncesto), que data de 1892 y cuya fachada está enteramente decorada con mazorcas de maíz formando sorprendentes dibujos y diseños. Es una de esas americanadas que hay que contemplar con tus propios ojos.

Siguiendo adelante nos topamos con el segundo susto del viaje (el primero fue casi no conseguir coche de alquiler en Chicago), esta vez en forma de fuerza de los elementos: tras días de (fuerte) calor y cielo despejado desde que pisamos Estados Unidos, repentinamente nos cayó encima conduciendo la mayor tormenta de la que he sido testigo/víctima, tan fuerte que, no viendo más allá de mis narices, tuvimos que parar en el arcén esperando a que pasara, lo cual ocurrió como media hora después. Desde entonces, se han ido combinando los momentos de sol con los de lluvia (mucho más suave, afortunadamente). Esa noche nos alojamos en Wall, un pueblo típico del Oeste, con su saloon, bares, restaurantes y tiendas en forma de tablados de madera, la más famosa de las cuales es la Wall Drug Store (nada que ver con la droga, claro, y que cuenta con docenas de carteles publicitarios a lo largo de cientos de kilómetros en la I-90), una macro-tienda donde puedes comprar cualquier cosa, absolutamente cualquiera.

Pero lo importante de Wall es que está a tiro de piedra de las Badlands, nuestro primer parque nacional. Impresionante. Ese conjunto de enormes formaciones rocosas multicolores que se levantan en medio de la verde pradera sorprende sin duda. El recorrido principal discurre a lo largo de la carretera 240 y puede hacerse en una o dos horas, depende de lo pasmado que te quedes con lo que ves. También aquí tenemos el primer encuentro con la fauna autóctona: los perritos de la pradera, una especie de ardillas enormes, muy simpáticas ellas, que viven haciendo túneles bajo tierra y son consideradas una plaga a controlar por las autoridades. Más adelante llegamos a Rapid City, ciudad de acceso a las Black Hills, otro parque nacional, una especie de maravillosa pequeña Suiza que emerge en plena llanura.

Al sur se encuentran, además, dos emblemáticos monumentos: las caras de los presidentes en el monte Rushmore y la efigie de Caballo Loco en la montaña Thunderhead. El primero, sobradamente conocido y que siempre me remite a la escena final de "Con la muerte en los talones", de Alfred Hitchcock, sorprende más en directo de lo que uno se puede imaginar. Es realmente enorme y está realizado (por Gutzon Borglum, entre 1927 y el 31 de octubre de 1941) con soberbia maestría, más aún cuando, en el centro de visitantes, te detallan cómo se llevó a cabo. Además, es una oportunidad de conocer más a fondo las figuras de los cuatro políticos: George Washington (primer presidente y militar que logró la independencia estadounidense de Inglaterra), Thomas Jefferson (un hombre renacentista, padre intelectual de la declaración de independencia, en cuyos avanzados principios se basó la Revolución Francesa), Abraham Lincoln (ya sabéis, que prohibió la esclavitud, lo que provocó la Guerra Civil con el Sur) y Theodore Roosevelt (que combinó ideas sociales avanzadas con una política exterior origen del Imperio Americano). Su entrada es gratis pero el aparcamiento son 11 $ por coche (valido por todo el resto del año, eso sí), ya sabéis, hay que cobrar por la vía que sea.

Unas millas más al sur se encuentra la que podría ser la cara oscura del monte Rushmore, la representada por los indios masacrados por los estadounidenses en la figura, que todavía se está esculpiendo, del jefe Crazy Horse. Aquí la entrada, sin excusas, es de 20 $ por coche, pero vale la pena sólo por ayudar a financiar una obra que ha rechazado desde siempre la ayuda de la administración para convertirse de forma independiete en un motivo de orgullo indio. Contendrá tanto la gigantesca escultura sobre la montaña Thunderhead de Caballo Loco (en la foto, la maqueta en primer plano), que, iniciada por Korczak Ziółkowski en 1948 -y continuada por sus hijos-, tendrá 195 metros de anchura y 170 de altura (por 18 metros de altura de las caras de los presidentes), como un campus universitario y centros de interpretación de todas las culturas indias, no sólo de la sioux oglala lakota a la que pertenecía Crazy Horse. Por cierto, dentro del memorial tuvimos la oportunidad de hablar un rato con el bisnieto del propio Caballo Loco, abordado por él cuando pensó que yo llevaba una camiseta con letras francesas (no era exactamente así), dado que él habla francés, supongo que porque, por tradición, su pueblo prefería comunicarse con los respetuosos comerciantes galos de los siglos XVII y XVIII que con los agresivos y expansionistas estadounidenses del siglo XIX. La historia de Crazy Horse ya la sabemos: venció al codicioso Custer (que rompió el tratado de paz tras encontrar oro en las Black Hills, montañas sagradas de los indios) en la batalla de Little Bighorn (1876) pero fue asesinado por la espalda de un bayonetazo por un soldado tras ser detenido (1877).

Y la gran sorpresa natural de las Black Hills la encontramos en el parque Custer (que no es nacional no por falta de merecimiento, sino simplemente porque fue declarado antes estatal), al que se accede por 15 $ por coche, entrada válida por una semana. Esta hermosa zona de 287 km2 sirve de hogar a, entre otros animales como alces, venados diversos, perritos de la pradera y burros pedigüeños -sí, se acercan a los coches a por comida-, una manada de unos 1.500 bisontes (que aquí muchos equivocadamente llaman búfalos). Ya saliendo del parque se nos cruzó uno en la estrecha carretera, así que estuvimos a apenas un metro de ese enorme ejemplar. Una experiencia inolvidable.

Tras alojarnos en el pueblo de Custer, concretamente en el Bavarian Inn, un motel de estilo europeo sólo porque ofrece un desayuno continental (¡por fin!), salimos a la mañana siguiente para tener el tercer susto del viaje. Unas sirenas empiezan a sonar, luces de colores rojo y azul se asoman por el retrovisor... Un coche-patrulla me da el alto. Un policía alto, rubio, gordo y con bigotón se me acerca (pero no se asoma por la ventanilla como en España, sino que aquí por precaución ante posibles disparos se quedan un poco atrás) y me pide la identificación. Al ver mis documentos españoles dice algo así como que qué carajo es eso, le explico que somos turistas españoles y me dice que iba a más velocidad de la permitida (36 mph sobre 25 mph) y que si había alguna razón por mi parte para ello. Le respondo que acababa de arrancar y que no me había dado cuenta y entonces me empieza a decir "then you'll have to pay..." ("entonces tendrás que pagar...") y me espero lo peor. Termina la frase: "then you'll have to pay attention" ("entonces tendrás que poner más atención"). Le digo que sí, que lo haré y me devuelve los documentos sin haberlos entendido. Todo resuelto y listos para tomar de sur a norte la carretera 385 que atraviesa las fascinantes Black Hills, plagadas de moteros (mayormente de Harley Davidson), que durante estos días se reúnen en Sturgis (¡por 71 años consecutivos!) en cifras que rondan las 100.000 personas. Aunque acaba cansando su omnipresencia, son majos y, tras su apariencia macarra con tatuajes, barrigas cerveceras y trajes de cuero, late un espíritu naíf que les lleva a disfrutar de los parajes más bonitos y a pedirte que les hagas fotos de recuerdo de pandilla. Además, podrán disfrutar en Deadwood de conciertos encabezados por Lynyrd Skynyrd (el día 10 de agosto) y John Fogerty (palabras mayores, el 11). Hacia el norte, al término de estas montañas, y dejados atrás los pueblos de antiguos buscadores de oro de -precisamente- Deadwood y Lead, decimos adiós a este variado y sorprendente estado que es Dakota del Sur.

domingo, 7 de agosto de 2011

VIAJES / Medio Oeste de Estados Unidos: Misisipi y Mineápolis

La magnitud del territorio de los Estados Unidos, la vasta y magnífica naturaleza que acoge, cobra sentido en algunos lugares concretos. El río Misisipi es uno de los principales. Antes habíamos dejado Chicago con nuestro flamante Toyota Corolla de alquiler (por favor, evitad contratiempos reservando el vehículo con tiempo, por internet preferiblemente), a un precio de unos 110 $/día (esperábamos una tarifa mejor pero, en fin, cosas de hacer ciertos trámites a última hora), combustible aparte, claro, a unos 3,7 $/galón (el galón son unos 5 litros), o sea que la gasolina es mucho más barata que en España. Tomamos la I-90 o Interestatal 90 (la autovía de este tipo más larga de Estados Unidos, con casi 5.000 km, enlazando Boston y Seattle) en dirección hacia el oeste y será la carretera que usemos la mayor parte del tiempo. Sin embargo, algunas veces nos separaremos de ella para poder conocer sitios que valgan la pena. Atravesamos el norte del estado de Illinois, completamente repleto de colinas verdes, hasta llegar a Galena, una pequeña población cuna de Ulysses S. Grant, 18º presidente de Estados Unidos y general en la Guerra Civil que logró la rendición del sudista Robert E. Lee. Se puede visitar su casa y hay una estatua en el parque que lleva su nombre. Pero Galena es, ante todo, una muy agradable villa (de nula vida nocturna) con una estupenda Main Street en la que disfrutar de un comercio local con sabor a mediados del siglo XIX, cuando la población era centro del tráfico generado por el río Misisipi, gracias a su afluente, el Galena. En todo caso, en este pueblo he tomado mi primer desayuno sano de este viaje: una French Toast Combination que llevaba pan con pasas y fresas y plátano por encima, sin más, ni salsas añadidas ni ¡¡huevo!! Además, en una añeja librería, aconsejado por el dueño, he comprado "Midwest At Noon", de Graham Hutton (británico por cierto), editado en 1946 y que promete ser un certero relato de la creación del medio oeste americano.

Un poco más al noroeste accedemos a Dubuque (en Iowa), donde contemplamos en toda su grandeza el río Misisipi, ese que tiene una longitud de 3.770 km y ha sido testigo de lo mejor de la vida económica y cultural de este país. Después nos adentramos por el cercano estado de Wisconsin hasta Prairie du Chien (se nota el origen francés en la zona, cuando los tramperos galos ya convivían y comerciaban con los indios en los siglos XVII y XVIII). Pero, atravesando nuevamente el río, daremos con las mejores vistas, a las afueras de McGregor (Iowa), en el denominado Pike's Peak (el Pico de Pike, por Zebulon Pike, militar que cartografió buena parte de la Luisiana tras ser comprada por Estados Unidos, en 1803). Este área no es sólo un espléndido parque forestal (plagado de colibríes, que nunca antes había visto) sino un excelente mirador de esa zona del gran río en el que desemboca el Wisconsin, uno de sus afluentes. Después, seguimos remontando el Misisipi, pasando de una orilla a otra entre diversos pueblos de los estados de Wisconsin (La Crosse) y Minesota (Winona, Lake City -el lugar donde se inventó el ski acuático en 1922, según dicen ellos mismos-).

Así hasta llegar a Mineápolis. Bueno, de hecho, la primera escala era su ciudad gemela (y capital de Minesota) Saint Paul, una ciudad tranquila bañada, como su hermana, por el Misisipi, que forma aquí numerosos lagos. Uno de los más importantes, ya en Mineápolis, es el Calhoun, enorme enclave en el que la gente se reúne en sus playitas para tomar el sol, bañarse, salir a remar, correr por la orilla, etc. El centro de Mineápolis, dominado por la Nicolette Mall, está repleta de actividad, pubs, terrazas, teatros, con un aire bohemio y relajado. Al sur está el uptown (aunque parezca una contradicción), una zona más residencial pero también comercial y con un mercadillo de arte local que abre los sábados frente a la gran tienda de Apple. Contradicciones maravillosas. Por cierto, tienen el iPhone 4 a 299 $ (unos 210 €), estoy por pillármelo... Cerca del centro (downtown) se encuentra una de las tiendas de música más interesantes que he conocido, The Electric Fetus (abierta en 1968), con miles de discos (CDs y vinilos), libros, camisetas, posters y complementos musicales a discreción. Un poco al noreste, alrededor de la universidad, se despliega el barrio más modernillo de Dinkytown. Minesota parece un refrescante oasis cultural dentro de un medio oeste lleno de gente muy abierta y acogedora pero de perfil artístico tirando a rural y tradicional; de hecho, es cuna de bandas de música de calidad como Hüsker Dü, The Replacements o The Jayhawks (y, sí, bueno, Bob Dylan y Prince).

viernes, 5 de agosto de 2011

VIAJES / Medio Oeste de Estados Unidos: Chicago (y III)

Y llegamos al fin de esta primera etapa de nuestro viaje por el Medio Oeste estadounidense con la despedida de Chicago. El alternativo barrio de Wrigleyville, el animado centro turístico y comercial del Navy Pier y la exclusiva zona de ocio de Golden Coast han sido nuestras últimas visitas en la Ciudad del Viento, que nos ha dado un respiro con una temperatura más suave con respecto a los asfixiantes primeros días. Del norteño barrio de Wrigleyfield se puede decir que vive en la contradicción de acoger tanto a los modernillos de la ciudad, que tienen a su disposición multitud de tiendas de discos, comics, camisetas, ropa de su estilo, etc., como a los aficionados de los Cubs, el equipo de béisbol de Chicago (ahora, por cierto, en plena temporada, retransmiten a todas horas esos partidos largos, tediosos y de inextricables reglas), dado que aquí se sitúa el enorme estadio, denominado Wrigley Field e inaugurado en 1916, por lo que existe una gran variedad de pubs deportivos donde echarse unas buenas cervezotas y comer buenos steaks. Leo, por cierto, en una guía, que muchas de las azoteas de edificios cercanos al campo se alquilan para ver las competiciones y conciertos que se celebran en el recinto, por precios que pueden llegar a superar los de las entradas oficiales, ya que te ofrecen comida y bebida. Los americanos están siempre con el negocio en la cabeza...

El Navy Pier, a los pies del lago Michigan, es una enorme zona de ocio, tanto cubierta como al aire libre, llena de atracciones de feria, restaurantes, tiendas y paseos en barcos de todo tipo. Así que la disfrutamos tomando unas cervezas en el pub de Harry Caray (1914-1998), un supuestamente conocido locutor de béisbol, repleto de famosos que se han pasado a hacerse una foto junto a su busto, incluido el presidente Obama. Y, después, nos decidimos a hacer un recorrido en barco por el río Chicago que pasa entre los rascacielos de la ciudad, para tener una perspectiva diferente. Hay varias opciones de tickets, hasta los más de 50 $ que se pueden pagar por una embarcación enorme con cena y baile incluido, pero nosotros optamos por los 7 $ del water-taxi, que acoge una treintena de pasajeros y te lleva por el río desde el propio Navy Pier (zona oeste) hasta la torre Sears (este del Loop), un viaje de 30 minutos, sólo de ida, con una parada, y que da la sensación de que es utilizado por algún que otro chicagüense para desplazarse sin atascos por el centro de la ciudad. No es nada mala opción, la verdad.

Y nuestra despedida por todo lo alto fue en Golden Coast, la zona del norte entre Near North y Wrigleyville, cercana a la exclusiva Magnificent Mile, que acoge restaurantes y bares de alto nivel, aunque de esa manera informal y poco ostentosa que tienen los estadounidense de mostrar su (alto) poder adquisitivos. Cenamos en Carmine's, un italiano excelente, con una pasta deliciosa y unos mejillones al vapor con salsa de ajo absolutamente exquisitos. ¿El precio? Con entrantes compartidos, dos botellas de vino (el más barato, un Chianti de 30 $) y plato principal la cosa se puso en 55 $ por cabeza. Propina del 15% aparte, claro. La cuestión de las propinas daría en sí misma para toda una diserción. Baste decir que, como decía el señor Rosa en "Reservoir Dogs", no creo en las propinas, si tienen que ganarse un sueldo digno que se lo pague su jefe y, si acaso el servicio es excepcional, que haya libertad para dejarle lo que cada uno estime oportuno, pero eso de obligar a pagar entre el 15% y el 20% parece más un atraco a mano armada. Pero, por otro lado, al depender de las propinas, hay que reconocer que la atención de los camareros (en todos los sitios donde hemos estado) es excelente, siempre solícitos por si necesitas algo más, por si todo está bien, etc. Bueno, el caso es que estamos pagando religiosamente. Aunque, ¿por qué a unos se les deja propina y a otros no, los burguer, por ejemplo? En fin, daría para un debate largo. La zona de Golden Coast se completa, lógicamente, con una serie de pubs y clubs donde los ejecutivos de pasta la siguen gastando en sitios con copas a 10-12 $ (unos 6 $ es la media de la ciudad). En fin, adiós, Chicago, recogemos los bártulos, despedimos al amigo Jesus, que vuelve a la España de la (surrealista y artificial) crisis del diferencial con el bono alemán y de las (comprensibles y necesarias) protestas de los indignados del 15-M, y ponemos rumbo hacia el oeste... Go west!

miércoles, 3 de agosto de 2011

VIAJES / Medio Oeste de Estados Unidos: Chicago (II)

El debate de la ampliación del techo de la deuda en Estados Unidos, y que se resolvió inicialmente ayer martes, ha sido central durante los primeros días que llevamos en este país. Muchas televisiones han emitido constantemente informativos y debates sobre el tema, y en la calle también se ha percibido la preocupación por una crisis que, más allá de su perfil económico, también tiene un carácter político y social. El radicalismo de la facción Tea Party dentro del partido Republicano ha sido la responsable de haber estado a punto de paralizar las instituciones y llevar a Estados Unidos a la suspensión de pagos. Y Obama ha tenido que hacer grandes concesiones para alcanzar un acuerdo que reduce mucho el gasto social. No es lo que quería, ha confesado el propio presidente, pero es el único consenso que se ha podido alcanzar. Por medio, el descrédito de la clase política: una encuesta de CNN (muy beligerante contra el Tea Party y su obstruccionismo) mostraba que el 84% de los ciudadanos están decepcionados con sus políticos. Parece que el sentimiento del 15-M español se empieza a universalizar.

Volviendo a los detalles de nuestra visita a Chicago, los dos últimos días los hemos dedicado a visitar las principales museos de la ciudad: básicamente el Field Museum Of Natural History y el Art Institute Of Chicago. El primero es un amplio y detallado recorrido por la historia natural del planeta, sus animales, plantas y seres humanos. Data de 1893 y contiene más de 20 millones de objetos. Es realmente recomendable todo su conjunto, pero es excepcional su muestra sobre la evolución del planeta y los fósiles de dinosaurios (la famosa T-Rex llamada "Sue", la más grande de su especie conservada, que nos recibe en el hall). También son muy interesantes las exposiciones de mamíferos (y sus hábitats) de Asia y África, además de su sección sobre el Antiguo Egipto. Al acceder te ofrecen un All Access Pass de 29 $ que te permite entrar a las exposiciones temporales (actualmente, sobre ballenas y caballos), pero cogimos la entrada básica de 15 $, que es más que suficiente para tres o cuatro horas de disfrute.

Por su parte, el Art Institute (18 $) fue una muy, muy agradable sorpresa: he descubierto uno de mis museos pictóricos favoritos. Sin duda ha contribuido a ello la parte dedicada al impresionismo, mi estilo preferido, con amplias muestras de Monet (30 cuadros, incluyendo la serie de seis "Paisaje con montones de heno"), Renoir ("Dos hermanas -la terraza-", entre otros, además de Cézanne, Toulouse-Lautrec, Seurat, Caillebotte o Van Gogh. Del siglo XX, destaca el cuadro "Noctámbulos", de Edward Hopper, todo un icono de la cultura norteamericana, así como "American Gothic", de Grant Wood. Asimismo, dispone de varios Picasso y Dalí. Me atrajo también la sala dedicada al arte estadounidense del siglo XIX. Y, de épocas previas, se pueden contemplar varias obras de Goya, Zurbarán y El Greco, de maestros italianos como Botticelli y Caravaggio, y holandeses como Rembrandt y Janssens. A la salida del Art Institute, en el Millennium Park, además de un inmenso parque (aunque con escasez de arbolado, que sería apreciable en verano), nos topamos con la famosa "The Bean", la escultura con forma de judía gigante hecha con espejo, en la que te puedes ver reflejado junto con el skyline de la ciudad. Una curiosidad que atrae a mogollón de turistas que se dejan (nos dejamos) la memoria de las cámaras y móviles en hacer fotos. Vale, no hay mucha sombra, pero se han construido dos torres que sueltan refrescante agua en cascada, que hacen la delicia de grandes y pequeños y que se agradece en estos calurosísimos días de Chicago.

Más allá de los museos, la ciudad sigue manteniendo la merecida fama de lugar del blues. Así lo pudimos comprobar en el Buddy Guy's, un local donde puedes cenar (no excesivamente caro) viendo actuaciones de magníficos y desconocidos artistas. A las 21 h. conseguimos una mesa junto al escenario y a las 21,30 h. comenzaron a rondar toda una serie de bandas formadas por artistas que eran llamados por el micrófono. Todos venidos de distintos estados, todos excelentes músicos: desde viejos guitarristas de blues, hasta jóvenes talentos de la armónica o enormes negras de impresionante vozarrón soul. Una de éstas, de especial fuerte carácter, deparó una desternillante historia con un espectador hindú borracho, digna de la película "El Guateque". ¡Por no hablar de la gloriosa canción que se marcó el propio Buddy Guy en persona!

lunes, 1 de agosto de 2011

VIAJES / Medio Oeste de Estados Unidos: Chicago (I)

El viaje en avión de Madrid a Chicago supone una inevitable pesadez, que se alivia al echar para atrás el reloj siete horas al llegar, con lo que ves que te queda todo el día por delante (la magia del cambio horario). Con Air France, mediante el correspondiente transbordo en París, el trayecto se eleva a 12 horas hasta el destino: el hotel Howard Johnson's Inn, calle Lasalle (el explorador, precisamente francés, que descubrió el área de lo que luego sería Chicago) en la zona noble de Near North, cerca de la Magnificent Mile (zona comercial exclusiva donde las haya) pero al mismpo tiempo con un ambiente popular y activo. Desde el aeropuerto se toma el metro hasta Clark/Lake (45 minutos por la línea azul, con cabecera en la terminal 2; no os preocupéis, que aunque aterricéis en la terminal 5 hay trenes gratuitos hasta el enlace con el suburbano, que es una prolongación de la red de ferrocarriles). Conviene sacarse el 3 day pass (14 $) o 5 day pass (23 $) para moverse con soltura por la ciudad, aunque ya veréis que es muy caminable, si bien una ayuda del subway viene bien, sobre todo en verano cuando aprieta el calor.

Y es que en Chicago hace calor estos días, mucho calor, señores. La temperatura no baja en ningún momento de los 86ºF (30ºC), y llega más bien a los 92-93ºF (33,3-33,8ºC), que sumado al efecto potenciador de la humedad y a que parece que aquí Lorenzo pega más fuerte, convierte la ciudad en un horno. Y lo peor es que por la noche la asfixia se mantiene. ¡Uf! Menos mal que en breve vamos a hacer buen uso de las playas disponibles a lo largo de la costa del lago Michigan. El peor momento: esa visita el sábado por la mañana al mercadillo callejero New Maxwell Street Market, en la zona sur, con un sol de justicia no, lo siguiente. Y unos pobres músicos amenizando con buen blues el evento sin un mínimo techado. Sobrevivimos gracias a un granizado de frutas en uno de los puestos (la mayor parte latinos, por cierto).

En cualquier caso, el primer impacto del recién llegado es toparse con el Loop (zona centro, distrito financiero), plagado de rascacielos. Pero no unos edificios cualesquiera, sino facturados con una belleza que hipnotiza: desde los antiguos de finales del siglo XIX (el Monadnock) hasta los posteriores (Sears Tower, ahora Willis Tower), todos cumplen un criterio estético diverso y enriquecedor. Por cierto, para las mejores vistas de la ciudad, aunque la Sears es la referencia, sobre todo por sus balcones salientes totalmente trasparentes de metacrilato, que te dan una sensación de vértigo emocionante, en la planta 103 (ahorraros la hora y media de cola comprando la entrada de 17 $ con antelación), la alternativa gratuita es el Hancock Building (sólo lo que vale una cerveza en su bar con vistas de la planta 94, concretamente 7,50 €). Y, si os van los mitos, buscad el cartel que señala el inicio de la mítica Ruta 66 (que va de Chicago a Los Ángeles) en la calle Adams cerca del cruce con Michigan Avenue.

Aunque Chicago es la ciudad del blues, quisimos empezar un poco a la contra, yendo el sábado al barrio ucraniano (Ukrainian Village), una zona bohemia con garitos de música indie o similares. Sin apenas turistas, todo gente local que se sorprende A de que vengamos de tan lejos como España y B de que nos guste Chicago (sic). En fin, hay personas que no reconocen lo que tienen ante sus narices o quizá es que iban muy bebidas de Purple Band, un mejunje dulce y que se sube rápido a la cabeza. Antes, como prueba de que no nos asusta el choque intercultural, cenamos en el Ronnies' Original Chicago Steak House, un estupendo lugar en el que nos pusimos ciegos de, evidentemente, carne (chuletas y costillas) a un precio por cabeza de unos 14 $ (así sí se puede dejar la correspondiente propina del 15% que "voluntariamente" te exigen en casi todos los sitios, salvo los que ya te la incluyen en la cuenta, claro). Pero el nudo gordiano fue entender y hacerse entender en este restaurante, plagado de camareros negros con fuerte acento e incompresible slang. Nunca supe si me recomendaban unos platos o me estaban cantando hip-hop. Al final se impuso la cordura: el único dependiente latino salió en nuestra ayuda y pudimos cenar a gusto... Y tan a gusto. Al día siguiente fue el turno de probar las famosas deep dish pizzas de Gino's East: de borde bien gordo y crujiente, e ingredientes deliciosamente desbordantes, con rico tomate natural, suave y abundante queso y carne sabrosísima. El local muestra una galería de famosos invitados que dejan su firma, desde los intérpretes de los Soprano a Michael Jackson. De hecho, cualquiera puede firmar en las paredes, e incluso asientos del local... Si aún encuentras un hueco.

Por la mañana, en el café Luna, junto a nuestro hotel, dimos buena cuenta del típico desayuno americano: huevos revueltos, tostada y bacon, aderezado todo con mantequilla, sirope... Más café rellenado gentilmente a discreción. Vamos, en el top de la alimentación saludable. Entiendo por qué Chicago es la tercera ciudad con más gordos de Estados Unidos, que ya de por sí tiene el nivel medio alto. Algunos son verdaderos transatlánticos con patas, lo que no les impide bailar con su sebo a buen ritmo en un gran concierto de blues, como el que asistimos el domingo noche en el Blue Chicago (zona Near North), a cargo de Cleo Cole. ¡Vaya grupazo! ¡Todos los músicos eran impresionantes! Pero qué bajista (bajo de seis cuerdas y ritmo funky total), qué guitarrista bluesero de Gibson, qué teclista (trasunto de John Lennon), que vozarrón de la cantante... Los pelos como escarpias, no os digo más. ¡Nunca un concierto de 8 $ mereció tanto la pena!