Nueva Orleans emerge de entre los pantanos de Luisiana, a la orilla del enorme tramo final del río Misisipi, como una ciudad portuaria en su mejor expresión y fruto de todas sus influencias culturales: vibrante, alegre, multirracial y abierta. Y también con un centro, el Barrio Francés, lleno de bonitas casas con soportales que denotan su origen francés (y español). Pero en su historia y en sus calles se palpan tanto las raíces francesas como españolas, africanas y latinoamericanas. Sus noches eternas rebosan de jazz y de multitud de sonidos en sus incontables bares. La vida se vive con plenitud en Nueva Orleans. nada que ver con el estilo más austero y puritano que caracteriza a muchas de las ciudades norteamericanas. En ese sentido, Nueva Orleans es un oasis, al que ayudan su inmejorable situación geográfica junto al Misisipi y su clima cálido (en verano, caluoroso y húmedo, y en otoño, propenso a los huracanes, como ocurrió en 2005 con el Katrina de nefasto recuerdo).
Nos alojamos en el French Market Inn, un pequeño pero coqueto y excelente hotel (con patio interior y piscina, muy necesaria casi siempre), en el 509 de la calle Decatour, justo en el lado del río del Barrio Francés. Excelente ubicación para vivir plenamente el ambiente de esta zona, la (merecidamente) más concurrida por turistas nacionales e internacionales. A partir de ahí, todas las arterias esconden estupendos restaurantes de comida cajún (cultura procedente principalmente de los francófonos canadienses emigrados en el siglo XVIII) y bares siempre con música en directo. La principal calle, por supuesto, es Bourbon Street, siempre de bote en bote sea el día que sea. Desde luego, los habitantes de la ciudad necesitan pocas excusas para divertirse. Famosas son sus fiestas de carnaval, especialmente el Mardi Grass, pero cuando estuvimos el día de San Patricio (patrón irlandés) nos sorprendió un desfile más descacharrante que preparado, prueba de que el caso aquí es disfrutar. Se puede citar el Preservation Hall como lugar de peregrinaje de los amantes del jazz de Nueva Orleans, pero hay tantos sitios donde poder escuchar buena música... Al parecer, los más puristas reclaman la escena de la calle Frenchmen, adyacente por el norte con el Barrio Francés, donde puedes elegir cualquier local para cenar con el fondo de buenas melodías. Por el día, el simple paseo por el centro te transporta en el tiempo, desde la plaza Jackson Square con su Catedral de Sant Louis al Parque de Louis Armstrong. En este sentido, todas las calles llevan la traducción del nombre español de la época en que la ciudad formó parte de nuestro país, entre 1763 y 1801. En ese periodo destacó la figura de Bernardo de Gálvez (que tiene allí una estatua, dentro de varias aportaciones urbanísticas costeadas por España en las pasadas décadas), gobernador de la Luisiana que mantuvo a raya a los ingleses, ayudando así sobremanera a la independencia de los Estados Unidos. Otras opciones son tomar los famosos tranvías (como el de Canal Street) y recorrer fácilmente otras áreas de Nueva Orleans (desde lejos se intuye que falta todavía trabajo de reconstrucción en algunas partes), o bien cruzar el Misisipi con un ferry gratuito o, si se prefiere, pagar 70 dólares por una cena a bordo de un barco de época.
El sur del estado de Luisiana es característico por su ecosistema de pantanos. El Refugio Nacional de Vida Salvaje de Atchafalaya es un excelente ejemplo y nada menos que el mayor pantano de Estados Unidos. En el Centro de Visitantes se puede contratar un excursión de tres horas, en barca a motor, por supuesto, pues no hay quien ande por ahí. Pero si se quiere pasear, basta con acercarse el Lake Martin, cerca del peculiar pueblo de Breaux Bridge, para disfrutar de una zona de innegable belleza. Pero también Luisiana conserva diversas fincas esclavistas que mantienen vivo el infausto recuerdo de la época sudista. Una de ellas es Houmas House Plantation And Gardens (al sur del pueblo de Gonzales), con 38 acres de terreno -unas 15 hectáreas- y donde incluso de puede pasar la noche en alguna de sus 16 lujosas habitaciones. Las del palacio principal de los amos, claro, no las casetas de los esclavos. Lafayette o Lake Charles, con su gran lago en honor de nuestro Carlos III (y que tiene varios caimanes y tortugas dentro de una especie de mini-zoo a sus orillas), son otras poblaciones recomendables de gran tamaño en una zona con unos paisajes que impactan. De ahí el lema del estado: "Keep Louisiana Beautiful" o "Mantén Luisiana hermosa". Y qué decir de la comida cajún. Injustamente infravalorada a nivel mundial, tomamos excelentes platos en el restaurante Prejean's, a las afueras de Lafayette. En mi caso, una excelente tilapia (pescado de agua dulce) con carne de cangrejo y un sazonamiento propio de lo mejor del cajún.
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