lunes, 31 de enero de 2011

CINE / Las mejores películas de la primera década del siglo XXI

Así, a lo tonto, parece que con 2010 hemos terminado un simple año y lo que hemos concluido es la primera década del siglo XXI. Mucho más notoriedad tuvo la llegada del año 2000 y eso que ni siquiera era el inicio real de la década ni del milenio (pero, bueno, ése es otro tema). El caso es que parece un buen momento para hacer un balance (sí, ya sabéis, la clásica lista) de las mejores películas estrenadas (alguna está producida antes, ojo) durante este recién finiquitado periodo. Éste es el top ten de Cinelandia, tan discutible como cualquier otro, pero pensamos que, aunque no estén todas las que son, sí son todas las que están. Os dejo las tres primeras y un enlace al resto.

Listado completo de Cinelandia de Las Mejores Películas 2001-2010.

1. "Memento" (2000), de Christopher Nolan
Un thriller brillante, original, impactante, desasosegante... Se nos acaban los adjetivos.

2. "El luchador" (2008), de Darren Aronofsky
El lado oscuro y perdedor de la vida de un luchador profesional decadente... Emotiva.

3. "Nueve reinas" (2000), de Fabián Bielinsky
Historia de picaresca, trufada de humor y grandes diálogos... Emocionante.

viernes, 28 de enero de 2011

POLÍTICA / Y la revolución avanza en los países musulmanes...

Primero empezó Túnez, y ahora es el turno de Egipto. El dictador Hosni Mubarak ha sacado los tanques a la calle, ha apagado internet y ha cambiado su Gobierno con la esperanza de acallar las protestas, pero las manifestaciones crecen. Mientras, la opción de Mohamed El Baradei (en la imagen, en un cartel) debería ser considerada como una buena vía pacificadora que diera paso a una transición y a unas elecciones libres.

Sigue las últimas noticias en directo en Al-Jazeera (en inglés).

Y atentos a los nuevos levantamientos en Yemen, Jordania, Arabia Saudí, Siria...

lunes, 24 de enero de 2011

POLÍTICA / La Revolución de los Jazmines en Túnez

De ejemplar se puede calificar el desarrollo, hasta ahora, de la denominada "Revolución de los Jazmines" que está intentando llevar la democracia a Túnez. El hecho es bien significativo, no sólo en sí mismo, que ya lo es por cuanto significa extender el sentido de justica y la libertad a más personas, sino porque se trata de una importante experiencia democrática en un país musulmán, ahora que estaba en tela de juicio la compatibilidad entre Islam y Democracia. Cierto que existen algunos ejemplos actuales que despejan dudas, como Turquía, pero la tendencia mayoritaria venía siendo bien la pervivencia de regímenes autocráticos (como el caso de Túnez), cuando no directamente teocráticos (como Arabia Saudí, donde, por cierto, se ha refugiado el dictador tunecino Zine el Abidine Ben Ali), bien la revolución dirigida desde postulados religiosos integristas (léase Irán). Parecía que la posibilidad modernizadora de muchos países islámicos debía pasar necesariamente por el Corán, en su lectura más restrictiva de libertades, claro.

Pero no es el caso de Túnez. El sacrificio de Mohammed Bouazizi, el vendedor de frutas que era víctima de la corrupción y el nepotismo del régimen de Ben Ali, ha llevado a un levantamiento popular no tan distinto del visto en su momento en España contra Franco o en Portugal con la Revolución de los Claveles. Finalmente, las élites del país y, aún más importante, el ejército (con la desobediencia del general Rachid Ammar) se les han unido en lo que es un movimiento revolucionario democrático de libro. Todavía queda tarea por delante: armar un proceso de transición en el que dar cabida a unos partidos sin mucha experiencia democrática, sin dejarse tutelar por el antiguo partido del régimen, el RCD. Habrá que aprender sobre la marcha. Aquí nos tenéis para aconsejaros, pero Túnez será, por fin, lo que quieran los tunecinos.

El dictador Ben Ali visita en el hospital a Mohammed Bouazizi

martes, 18 de enero de 2011

SOCIEDAD / "Tirar, comprar, tirar" o la obsolescencia programada

El documental "Tirar, comprar, tirar" (2010), de Cosima Dannoritzer, que en España han emitido las televisiones TV3 y TVE, saca a la luz y explica un hecho del que todos sospechamos, aunque quizá no seamos del todo conscientes: la obsolescencia programada. Se trata del mecanismo por el cual, de un lado, los consumidores adquieren y desechan productos cada vez de forma más rápida (y en algunos casos compulsiva), mientras que, de otro lado, los fabricantes producen objetos de un ciclo cada vez más corto, incluso adrede o, dicho de otra manera, defectuosos con la intención de que el ciclo del consumo se acelere.

Epson, por ejemplo, fabrica una impresora con un chip que, al llegar a un determinado número de servicios, lanza un mensaje para que la máquina parezca estropeada (en realidad no lo está). Otro ejemplo, Apple lanzó el iPod con una batería de duración artificialmente limitada que se negaba a reponer, ya que pretendía la compra de otro modelo de teléfono más nuevo (y caro). Estas prácticas por parte de la industria no son nuevas. Los fabricantes de bombillas fueron los primeros en crear un cártel, en los años 20, para limitar a propósito la duración de sus productos. ¿Bombillas para mucho tiempo? ¡Ni hablar! ¡Que duren menos y la gente compre más! ¿Medias de nylon sin carreras e irrompibles? ¡Claro que son posibles pero ni de coña lo vamos a permitir! ¡Nadie volvería a gastarse su dinero! Esa concepción del usar y tirar es la que predomina hoy, tanto en la mente de los fabricantes como de los consumidores (hablamos de países avanzados y también en desarrollo). Pero, ¿cuál es la consecuencia? Aparte de la insatisfacción constante. Todos esos desechos: televisores que por la TDT se han tirado, ordenadores que hay que cambiar porque sí, móviles que acumulamos y acumulamos por las múltiples ofertas, trastos de todo tipo... ¿Dónde se meten? ¿Se reciclan? No. Se mandan a los vertederos del tercer mundo...

viernes, 14 de enero de 2011

SOCIEDAD / A propósito de la ley antitabaco



Hemos inaugurado 2011 con la ley antitabaco y, pasadas ya un par de semanas, se puede hacer un balance algo más sereno. Ante todo, debo confesar mi sorpresa por la gran aceptación que ha tenido la norma. Ciertamente pensaba que el arraigo de fumar en bares y locales de copas era tan profundo que habría dificultades en cumplir la ley. Pero no. Salvo, claro, algún descerebrado de turno (que siempre lo tiene que haber y que no es representativo de nada), o los que manipulan cualquier cosa (sí, incluso este asunto) para arremeter contra el Gobierno de Zapatero, como si no se pudieran hacer leyes aun estando en crisis o habiendo cometivo errores políticos, que los ha cometido.

Pero no es éste el caso. Esta ley antitabaco es una cuestión de salud pública y, sobre todo, de civismo. De todos son conocidos los efectos nocivos del tabaco. Hasta ahí, vale. Ahora, si cada cual quiere jugar con su salud, por mí ningún problema. La cuestión es que los no fumadores estaban sufriendo las consecuencias sin quererlo, de hecho, durante muchos años el no fumador fue ignorado, cuando no despreciado, por un sentir general que otorgaba al fumeteo no sé qué rango de superioridad moral. Insisto, que fume el que lo desee, pero no echando el humo a quien no lo quiere. Y aquí llega la cuestión del civismo, donde uno tiene que saber que convive con más gente a la que tiene que respetar mínimamente. Desde luego, lo que no me vale es el argumento de la hipocresía del Estado, dado que gana dinero con la venta del tabaco y permite la contaminación en las ciudades (y otros sitios en general). Precisamente, imponer altas tasas al tabaco debería hacer que se comprara menos (como se hace con el alcohol), otra cosa es que a la gente le pueda el vicio. Tampoco seamos ciegos. Drogas se consumen, se han consumido y se consumirán en todas las sociedades. Me parece prácticamente propio de la naturaleza humana, por diversas razones, de evasión, inspiración, placer en general... Pero, ojo, que el disfrute se quede dentro de uno. Y sobre la contaminación de coches, industrias, etc. éste es el gran caballo de batalla y hay que reducir los niveles porque va en ello el futuro del planeta. ¡Pero una cosa no quita la otra!