domingo, 23 de agosto de 2009

VIAJES / Japón: imágenes para el recuerdo (y 2)

En Tokio nos encontramos con The Cavern, un garito que emula al mítico local de Liverpool y ofrece conciertos de grupos que versionean a los Beatles. A pesar de su cuestionable pronunciación, estos lo hicieron francamente bien.

Una banda japonesa versionea "Come Together" y "Something", de los Beatles


Claro que más gracioso es vernos a mi hermana y a mí soltando gorgoritos en un karaoke, ¿verdad? Recuperando mi vena heavy, yo doy buena cuenta de "Breaking The Law", de los Judas Priest, mientras que Mercedes opta por el "S.O.S." de Abba. Y eso que todavía no habíamos descubierto el botón de los focos. ¡Vaya tela!

Judas Priest - "Breaking The Law"


ABBA - "S.O.S."



Kioto

Siguiendo con la selección de fotos, aquí me veis delante de la pagoda de cinco plantas más alta de Japón, con 55 metros, en pleno recinto del templo Toji, que se puede visitar gratuitamente en Kioto.















Como he bebido (y por dos veces) las aguas del templo Kiyomizu-dera, que prolongan la vida, puedo asegurarle a Zapatero que mantendré el sistema de pensiones trabajando hasta los 100 años. ¡¡Ni de coña!!









Durante este tiempo en Japón, país de mayoría religiosa budista, me he hecho muy amigo de Buda. Aquí, haciéndole carantoñas al pillín.













Con mi hermana, en el hermoso Kiyomizu-dera, en la ladera de la montaña y con Kioto al fondo.













Bajando por el tradicional barrio de las Geishas (Gion), dimos con el templo Kodai-ji iluminado ya al anochecer. Precioso, ¿verdad?











Como preciosa es también su entrada, con esos llamativos colores naranjas, mientras yo trato de orientarme con el plano de Kioto. ¿Ande estamos?
















Kamakura

Ya en Kamakura, en plena ruta de los templos, me gustó especialmente el de Engaku-ji...












...Y llegamos hasta el segundo Buda más grande (visitable por dentro), que sostengo en mi mano... ;-))












Aquí también hay playa. Es la de Hase, muy cerca de Kamakura. Es de arena gris volcánica y el agua del Pacífico está bien fría, pero me vale.












Nara

El parque de Nara está plagado de cientos de ciervos que se te acercan sin miedo a comer de la mano. Aquí con estos dos bambies...











...Y aquí ayudando al ciervo a cruzar el paso de cebra (je,je), evitando un atropello y recreando en cierta manera la clásica portada del "Abbey Road" de los Beatles (jua,jua).










Delante de, éste sí, el Buda más grande de Japón, en el templo Todai-ji de Nara, me despido en plan budista hasta la próxima aventura.

viernes, 21 de agosto de 2009

VIAJES / Japón: imágenes para el recuerdo (1)

Tokio

Las luces del barrio de Kabukicho te deslumbran, entre el constante ajetreo de sus calles y el ruido de la gente jugando a las máquinas de pachinko.
















Haciendo los primeros amigos. Vestir de forma extravagante está a la orden del día. Decenas de tribus urbanas se significan por su ropa.












¡Un ayuntamiento de 45 plantas! ¿Cuánto ocupará la concejalía de festejos? En el piso 41 está el mejor mirador (gratuito) de la capital.












Vista desde el ayuntamiento de la parte oeste de Tokio, con el conocido hotel Park Hyatt (el de "Lost In Translation") a la izquierda, ocupando la parte superior de la más alta de las tres torres unidas.











Vista de la parte este, con la torre de Shinjuku (emulando al Empire State Building de Nueva York) en primer plano y la torre de Tokio (tipo la parisina de Eiffel) al fondo.











Junto a los rascacielos sobreviven algunas callejuelas que nos remiten al universo "Blade Runner", repletas de pequeños bares tradicionales (izakayas).

















Menos mal que muchos restaurantes ofrecen en sus escaparates reproducciones de plástico de sus platos. Si no, ¡a ver quién se entera de qué come!












Bajo la famosa pantalla de Studio Alfa, en la salida este de la estación de Shinjuku, lugar de quedada habitual.


















En el muy transitado cruce de Shibuya, donde confluyen pasos de cebra en todas direcciones. ¡Pero nadie se choca!












Mis primeros pinitos con los palillos, entre arroz, pollo rebozado, sopa de miso y una cerveza Sapporo. ¡Dios, he acabado con agujetas en los dedos!













Todavía sigue en cartel "Vicky Cristina Barcelona", de Woody Allen, con Javier Bardem y Penélope Cruz, pero ¿quién se atreve a verla doblada al japonés?
















Los parques tokiotas son muy frondosos y bellos. A veces parece que estuvieras en la jungla amazónica, tanto por la abundante vegetación como por el calor húmedo, a lo que se une el constante sonido de las chicharras y el graznar de los cuervos.










España también está presente en Tokio (aparte de los muchos turistas que nos encontramos). Varios son los restaurantes y bares que funcionan en la ciudad, entre ellos, éste en el barrio de Roppongi.












El Tokio más tradicional que se puede encontrar está en el barrio de Asakusa. Aquí estoy ya perfectamente integrado, bajo la gran bombilla Choochin (os podéis reir).

viernes, 14 de agosto de 2009

VIAJES / Japón (y 6): Kamakura, Nara y vuelta a Tokio (Asakusa y karaoke)

En la recta final de este fabuloso viaje, seguimos aprovechando el Japan Rail Pass visitando dos hermosos lugares: Kamakura y Nara. Kamakura se sitúa al sur, muy cerca de Tokio. El lugar es el centro de una ruta de templos que puede iniciarse por la cercana Kita-Kamamura, un auténtico barrio residencial enclavado en plena naturaleza, que ha sido elegido como hogar por artistas como el director de cine Akira Kurosawa. Al bajar de la estación de Kita-Kamakura nos encontramos con el precioso templo Engaku-ji, pero hay otros más por los alrededores, extendiéndose hasta la propia ciudad de Kamakura, en un trayecto que, andando, os puede llevar unas dos horas. También podéis seguir en tren hasta la estación de Kamakura y visitar directamente el bonito santuario Hachiman-gu, así como pasear por la alegre calle comercial Komachi-dori. Pero, desde luego, no podéis perderos los dos principales monumentos de la zona, situados en la próxima población de Hase, a la que se accede en poco tiempo por autobús o tranvía. Se trata del Gran Buda de bronce (el segundo mayor de Japón) y del templo Hase-dera, que proporciona estupendas vistas al mar, porque, señores, Hase da al mar (al océano Pacífico concretamente) y tiene playa, de arena gris, pero playa.

Y en cuanto a Nara, se llega desde Kioto en un tren local (tratad de coger el de servicio rápido, que no para en los 20 pueblos que hay por medio) y que tarda en torno a una hora. Al llegar, en la Oficina de Turismo os atenderán fenomenal, porque disponen de un mapa turístico ¡en español! Aquí, en un país donde apenas se habla o se traducen cosas al inglés. ¡Lo que hay que ver! Pronto descubriréis que el principal atractivo de Nara es su fabuloso y enorme parque (más de 500 hectáreas), que más bien es una reserva natural. Plagada, eso sí, por cientos de ciervos que se acercan sin ningún temor a que les des de comer las galletas que venden por 150 yenes (1,10 euros) el paquete. Estos animales son una maravilla, pero si no obtienen su alimento son capaces de comerse tu plano de la ciudad (como le pasó a mi hermana). Dentro del parque, entre otros monumentos, destaca claramente la estatua más grande (ésta sí) de Buda, ubicada dentro del templo Todai-ji. Y, cuando os canséis de pasear por este magnífico enclave natural, tenéis las coquetas calles comerciales de la ciudad para comprobar que, queriendo mucho a los ciervos, luego no tienen reparos en vender sus cuernos y pieles.

De regreso a Tokio, dejamos para el final la visita a la zona más tradicional y (demasiado) turística de Asakusa, donde se encuentra el templo más antiguo de la ciudad (del año 628), Senso-ji. Su famosa puerta de Kaminarimon tiene colgando la enorme linterna (llamada Choochin, no os riáis) y de ahí se accede a una galería que es un nido de pequeños comercios atestados de gente. Vosotros mismos. Pero si todavía no habéis comprado ningún souvenir, éste es el lugar. Lo mejor del barrio es tratar de coincidir con una de sus conocidas fiestas populares, entonces la cosa sí que es un no parar.

Y para terminar, quisimos hacer realidad la experiencia karaoke en Japón. Al llegar pensamos que en cada sitio habría lugares públicos para practicar este cante, pero ya vimos que la cosa está muy profesionalizada: hay cadenas que alquilan cabinas para el disfrute personalizado (individual o en grupo) de esta afición. Así que pagamos los 1.124 yenes (8,20 euros) por persona y hora que vale y nos lanzamos a hacer gorgoritos. Vale que al principio no entendíamos el funcionamiento exacto (con instrucciones en japonés, claro), pero tras unas breves explicaciones en semi-inglés del personal de la sala todo fue viento en popa. Y cuando descubrimos el botón de los focos de colores aquello ya fue la bomba. En fin, qué mejor manera festiva de poner punto y final a este viaje inolvidable. Mañana volvemos, ¡esnif!

jueves, 13 de agosto de 2009

VIAJES / Japón (5): Kioto, buscando las raíces

Tras el ajetreo de Tokio, nada mejor que sumergirse en el pasado de este país milenario a través de una visita a Kioto, la antigua capital de Japón hasta 1868. Estuvimos dos días, pero la ciudad da para más si se va con tiempo y tranquilidad. De todas formas, os paso a contar lo más destacado. Bueno, antes que nada os recomiendo que, nada más llegar, os hagáis con un plano para ubicaros bien (la ciudad es más pequeña que Tokio, pero siguen siendo 1,5 millones de habitantes y su extensión es considerable). Del mismo modo que la mejor forma de moverse en la capital es mediante el metro, en Kioto es más aconsejable el autobús y el taxi para desplazamientos alejados puntuales.

Obligada es la visita al templo Kiyomizu-dera (fundado en el año 778), al que se accede subiendo una cuesta de un par de kilómetros repleta de pequeñas tiendas. Dentro, la tradición marca que hay que beber del agua de sus fuentes para prolongar la vida: yo bebí dos veces, así que tenéis Pacman para rato... El marco en el que se sitúa es bello, en la ladera de una montaña de vegetación frondosa y con unas vistas inigualables de la ciudad. Al bajar, tenéis que seguir el camino adoquinado para adentraros en el barrio de Gion, donde viven las geishas y donde abundan los ryoten o restaurantes tradicionales. El paseo por estas calles es una delicia y, volviendo hacia el centro, os adentraréis en una zona comercial muy animada aunque, desde luego, más tranquila que Tokio, porque siempre está presente el peso de la historia en todos estos rincones. Especialmente evocadora es la estrecha calle Pontocho, que corre paralela al río Kamo, en cuya orilla se descuelgan las terrazas al aire libre de los restaurantes, en una escena que me recuerda mucho al estilo del barrio Latino de París.

También destaco el templo de Sanjusangen-do (año 1.164) , en cuyo interior se exhibe una colección de 1.001 estatuas de la Kannon de mil manos, dentro de la estructura de madera más larga del mundo. Asimismo, en el templo Toji (796) tenéis la pagoda de cinco plantas más alta de Japón (55 metros). Muchos son, en fin, los edificios históricos (básicamente relacionados con el budismo) que alberga la ciudad, pero siempre tenéis que tener en cuenta que suelen cerrar entre las 16,30 y 17,30 horas en su mayor parte y que su precio es bastante asequible (entre 300 y 500 yenes, 2,40 y 4 euros) e incluso alguno gratuito, como Hongan-ji (bueno, sólo uno de los dos en que se divide).

La visita a Kioto es el inicio de nuestras previstas salidas fuera de Tokio, para lo que resulta imprescindible sacarse el Japan Rail Pass o bono para los ferrocarriles estatales nipones JR, incluyendo el "tren bala" Shinkansen (pero no el Nozomi). El de una semana nos costó 215 euros y sólo se puede comprar en agencias de viajes específicas fuera de Japón (aquí tenéis las de Madrid y Barcelona). La prueba de que vale la pena es que un viaje de ida y vuelta Tokio-Kioto ya cuesta cerca de 200 euros. Lo canjeáis al llegar al país, en cualquier oficina de JR en las principales estaciones, y le marcáis la fecha en que se activará... Y ya está, luego sólo tenéis que enseñar el pase cada vez que entréis a coger un tren y ¡a viajar a tutiplén! E incluye algunas líneas del metro de Tokio, siempre las operadas por JR (como la circular Yamanote). Eso sí, el acceso es en los vagones sin numerar (normalmente del 1 al 5), si queréis reservar asientos concretos podéis hacerlo con cierta antelación (el día antes, por ejemplo), también en cualquier oficina de JR, y sin coste adicional alguno. ¡Un chollo, la verdad! Aunque, bueno, hay que reconocerlo, el Shinkansen está bien y fue un tren rápido pionero, pero el AVE le supera en ciertos aspectos, especialmente en equipamiento (en el japonés no hay pantallas de vídeo para entreteneros en el trayecto). ¡En algo les ganamos, aunque sólo sea en eso!

martes, 11 de agosto de 2009

Terremoto en Japón

Después del seísmo de 6,9 grados registrado el domingo en Japón (a las 19,54 hora local), pero del que no me dí cuenta estando en la calle, esta vez sí que se ha notado. Ha sido un terremoto de 6,6 grados en la escala Richter (según hemos visto luego en televisión) y se ha producido a las 5,10 de la mañana del martes (hora de aquí, 22,10 de la noche del lunes en España), por lo que nos ha pillado durmiendo en el hotel y nos ha despertado con un buen susto.

La habitación ha empezado a moverse claramente, como si la estuvieran agitando, con un temblor no excesivo pero sí más que suficiente para notarlo y perder ligeramente el equilibrio estando uno de pie. Se ha percibido que el edificio se flexionaba de un lado a otro y, al parecer, ha absorbido bien el movimiento, que ha durado en torno a un eterno minuto, porque no ha habido aviso de evacuación. ¡Buf! ¡Qué sensación más extraña!

Noticia en La 2.

Fuerte temblor en Japón

lunes, 10 de agosto de 2009

VIAJES / Japón (4): entre la modernidad y la tradición

Puede parecer un tópico pero es así: aquí la gente está absolutamente colgada con la tecnología. Es normal ver en el metro y en la calle a tipos constantemente absortos en el móvil navegando por internet, bajándose una canción y transfiriéndola en ese mismo momento a su iPod/iPhone para escucharla o pasársela por bluetooth al colega que le acompaña. Y lo extraordinario es que personas de 40 o 50 años también se nota que manejan con desenvoltura esas tecnologías. Pero, al mismo tiempo, ves al lado a gente vestida con trajes típicos (yukata), normalmente mujeres, pero también hombres, paseando tranquilamente por las intensas calles tokiotas o acudiendo a los templos que se esparcen por la ciudad (normalmente en los parques) e incluso también haciendo uso de sus móviles o de tremendas cámaras de fotos de última generación. Y esa mezcla, ese avanzar en lo moderno conservando (parte de) lo antiguo es lo que más llama la atención. Puedes ver (y probar) lo último en el Sony Building del barrio de Ginza o pasear por las múltiples tiendas de Akihabara (el barrio de la electrónica) y, al poco, estar en absoluto recogimiento en el templo Meiji-Jingu, del parque Yoyogi.

Y es que, junto al asfalto y los neones, te encuentras con esos impagables remansos de paz que son los parques, enormes, bellos. No en vano, Tokio es la primera ciudad del mundo en espacios verdes (por delante de Madrid). De entre los que he conocido destaco el frondoso Yoyogi, los hermosos Shiba-Rikyu y Jardines del Este, y el completo parque de Ueno (con zoo e importantes museos). Sobre el de Yoyogi, tengo que apuntar que es centro de reunión de diversas tribus urbanas, como los rockers. Fue impagable ver a esos japoneses con tupé y bailando rock'n'roll clásico, mientras aparcaban su cadillac rosa (verídico) en la acera. Por no hablar de esa pareja que imitaba (a la perfección) a John Lennon y Yoko-Ono, como si se estuviesen paseando por el neoyorkino Central Park. Muy cerca de Yoyogi se encuentra la zona de Harajuku, zona de gran actividad comercial (¿y cuál no?), tanto de alto nivel -con tiendas de marca- como de pequeño comercio de mayor interés.

También decidimos acercarnos al puerto, porque esta gran mancha de cemento tiene su salida al mar. Pero como si nada, porque todo está plagado de centros comerciales y pabellones de convenciones hasta el último milímetro. Sólo se salva el mercado de pescado, que sigue conservando el aire de las antiguas lonjas. Si te acercas de buena mañana (y bastante gente lo hace) puedes comer rico pescado recién traído del mar. Y lo chulo es tomar el monoraíl en, por ejemplo, Higashi-Shinbashi para tener una vista perfecta del puerto de Tokio y llegar a las islas metropolitanas, donde lo único interesante (si acaso) es la playa artificial que se han montado. Y la gente se tumba en la arena pero, ¿quién es el valiente que se baña en esas aguas sucias de tanto tráfico marítimo?

viernes, 7 de agosto de 2009

VIAJES / Japón (3): Tokio, la ciudad que nunca duerme

¿Es que nada cierra nunca aquí? Puedes estar a las dos o tres de la mañana y ver atónito cómo siguen abiertos restaurantes, tiendas de todo tipo, supermercados, las calles continúan atestadas de taxis... No sé si se trata sólo de un fenómeno de las seis o siete zonas más turísticas de Tokio (las que de momento conozco), pero tengo la impresión de que lo de "la ciudad que nunca duerme", atribuido (con razón también) a Nueva York, puede aplicarse a la capital nipona incluso con mayor criterio. La capacidad de trabajo y de volcarse con el cliente por parte de los empleados japoneses es ilimitada: anoche mismo uno se me puso de rodillas al entregarme la cuenta. Alucinante.

En fin, seguimos nuestro buceo por esta macrourbe, donde hemos descubierto un barrio muy recomendable que no está en los mapas turísticos convencionales. Se trata de Koenji (estación de JR de Koenji, no confundir con las estaciones de metro de Higashi-Koenji y Shin-Koenji, que están más o menos cerca), un barrio bohemio y bien puesto, situado hacia el oeste de Shinjuku. En fin, desde la salida de la estación de ferrocarril ya os toparéis con la propia calle Koenji, un interminable paseo de restaurantes coquetos y asequibles, así como de tiendas variadas y superinteresantes, desde ropa de segunda mano a música (impresionante Be-In Records, especializada en vinilos). La zona se pone muy bien los fines de semana, pues está repleta de pequeños garitos de buena música (rock, se entiende). De hecho, Koenji fue la cuna del movimiento punk en Japón, aunque ya poco recuerde dicho origen, pero quien tuvo retuvo.

Muy diferente es Ginza, la céntrica zona "pija" de Tokio (alrededor de la estación de metro homónima), llena de grandes almacenes y tiendas de marca, restaurantes de precios exorbitados... En fin, ya sabéis. La avenida Harumi-Dori impacta (más aún si cabe) por su despliegue de luces y lujo, y su cruce con Chuo-Dori es famoso por su edificio con el anuncio luminoso de Coca-Cola, que, por cierto, ha sido sustituido por uno (bastante más sobrio) de Ricoh. ¡Vaya!

Cerca de Ginza, se encuentran los recintos del Palacio Imperial (metro Tokio, propiamente dicho), donde actualmente vive el emperador Akihito, su esposa Michiko, el príncipe heredero Naruhito y la mujer de éste, Masako. Son especialmente recomendables (y de entrada gratuita) los bellos jardines del Este, de obligada visita para un paseo relajado entre su frondoso arbolado, tranquilos estanques y extensa pradera.

Y, de vuelta a la ciudad, hacia el sur, nos encontramos con todos los turistas occidentales que hasta ahora no había encontrado: están en Roppongi, el barrio de las embajadas donde viven los extranjeros, ubicado cerca, por cierto, de la espectacular Torre de Tokio, construida hace justo 50 años a imagen y semejanza de la Torre Eiffel. Se puede subir a sus dos miradores (el de 150 metros de altura, por 800 yenes -5,8 euros-, y el de 250 metros por otros 600 yenes -4,4 euros- más). Pero, vaya, se pueden conseguir similares vistas de forma gratuita desde lo alto de varios edificios de la zona oeste de Shinjuku, como el ayuntamiento (un espectacular rascacielos de doble torre) y la torre Sumitomo. Volviendo a Roppongi, se trata de una zona masivamente visitada por turistas en busca de los clubes de dance y house más famosos de la ciudad. Para quien le guste. Eso sí, buscando, buscando descubrimos "The Cavern", un local montado a mayor gloria de los Beatles y donde todos los días actúan grupos que hacen exclusivamente versiones suyas, mientras te tomas unas cervezas, copas o directamente cenas. La entrada son 1.850 yenes (13,5 euros) los hombres y 1.550 yenes (11,3 euros) las mujeres. Y la actuación que vimos fue escalofriante, no sólo por la fidelidad y calidad de la banda, sino por escuchar esa peaso pronunciación en plan: "acloz dze iuniverz" ("Across The Universe"). ¡Jaaarrll!

miércoles, 5 de agosto de 2009

VIAJES / Japón (2): Eigo hanasemasuka? (*)

(*)¿Habla usted inglés?
Conclusión para el viajero: en Japón no se habla inglés, y si se habla parece japonés, así que seguimos en las mismas. Ni siquiera la gente joven, ni siquiera en establecimientos internacionales o de supuesta afluencia turística (qué pocos turistas occidentales se ven, por cierto), como McDonald's o Starbucks Coffee, los empleados son capaces de engarzar una mínima frase en otro idioma que no sea el suyo. Y de comprenderte, poco, a no ser que uno utilice el idioma universal de los gestos. Pero lo que peor llevo es cómo entender la comida de los restaurantes, cuando muy pocos de ellos (sólo algunos en las zonas más transitadas) tienen carta traducida al inglés. Afortunadamente, contamos con la cortesía y buena voluntad sin límites de los japoneses, que se desviven por explicarte las cosas de la forma que sea: esa chica que nos acompañó varios kilómetros hasta encontrar la estación de Shibuya, esa dependienta (la única que hablaba inglés fluido) a la que se le pusieron los ojos como platos cuando vio la oportunidad de practicar con nosotros la lengua de Shakespeare...

Pero lo que es un tremendo quilombo es el metro. No sólo porque casi todo esté en japonés, sino por la cantidad de líneas que hay, cada una operada por una empresa privada diferente. Calcular lo que puede costar el trayecto es más una tarea más de chinos que de japos, aunque todo es más fácil si pilláis el truquillo de localizar en el tablero (justo encima de las máquinas de tickets y rezad por que venga en caracteres occidentales) el precio de la estación de destino. Y si seguís sin entenderlo, mi recomendación es la siguiente: pagad la tarifa más baja para cualquier trayecto, que luego a la salida podréis abonar la diferencia en las máquinas (adjust fare). Eso sí, estad muy atentos a que, en estaciones grandes (enormes) como Shinjuku, la salida que toméis coincida con la de la línea de la que venís, que hasta en eso distinguen.

Lo más llamativo que voy descubriendo en las zonas de Shinjuku y Shibuja, aparte de su ambientazo continuo, son los rincones o sitios especiales. Casi en cualquier lado puedes encontrar tiendas multiproducto bastante baratas, además de supermercados (Lawson y Family Mart, sobre todo), que uno diría que no cierran nunca. Merece la pena pasarse por el Yakitori-Yokocho, una red de callejuelas viejunas (tipo Blade Runner) en la salida oeste de Shinjuku, junto a las vías, llenas de pequeños bares (izakayas) especializados en pinchos a la plancha de carne y verdura, riquísimos y a muy buen precio (unos 1.000 yenes -7,3 euros- la ración), aunque hay bastantes por todo Tokio. Aquí se ven, como en otros bares a última hora de la tarde, a trabajadores con traje que se ponen hasta el culo de sake tras finalizar su interminable jornada laboral (¡a las 11 de la noche siguen saliendo trabajadores de las oficinas! ¡y a las 12 de la noche siguen atestados los vagones de metro de gente que se duerme de pie!). Y para reposar relajadamente, nada como pasarse un rato por un santuario, como el sintoísta Hanazono de mediados del siglo XVII, en la inacabable avenida Meiji Dori (cerca de Yasukuni Dori), que se ofrece como remanso arbolado de paz dentro del ajetreo de la ciudad. Eso sí, de día no te libras en los parques de la incesante matraca de las chicharras, lo que junto al paisaje de muchos barrios con los postes de la luz al descubierto, da un aire total a Evangelion (para quien haya visto este gran anime).

En cuanto a tiendas, ya voy creando mi lista. Si os gusta la fotografía y la electrónica, Yodobashi Camera es vuestro sitio, en la salida oeste de Shinjuku. Si es la música, en Disk Union (salida este de Shinjuku) podréis encontrar de todo, desde indie hasta jazz, pasando por el rock y el pop, internacional y japonés, nuevo y de segunda mano, ediciones especiales... De ropa, desde luego, podéis encontrar absolutamente de todo en todas partes (esas zapatillas Converse edición Pixies (sí, el grupo de música) que estuve a punto de pillar por 9.000 yenes -65 euros-). Otra cosa no, pero en moda (extravagante) no les gana nadie a estos japoneses (por no hablar de los pelos que llevan los tíos, ¡madre mía!). En restaurantes, me estoy aficionando a la cadena Pronto (hay bastantes en Shinjuku y Shibuya), de estilo italiano, aunque no hay que dejar de ir a los locales tradicionales japoneses, por supuesto, porque, a pesar de las dificultades del idioma, te acabas entendiendo.

Y si hay un rincón que realmente me ha fascinado ha sido el famoso cruce de Shibuja (con la efigie del perro Hachiko en la plaza), donde da gusto dejarse llevar por la marea humana que atraviesa la calle en todas direcciones, eso sí, siempre en perfecto orden. En general, toda el área de Shibuya, repleta de restaurantes, garitos y tiendas, es absolutamente fascinante. Como veis, no dejo de salir de mi asombro en esta maravillosa ciudad de Tokio.

lunes, 3 de agosto de 2009

VIAJES / Japón (1): el impacto

Después de un viaje agotador (dos horas de Madrid a Amsterdam + cuatro horas y media de espera en la capital holandesa, donde olvidé en un restaurante la mochila con los pasajes, por lo que a punto estuvo la aventura de fracasar antes de empezar + doce horazas de vuelo hasta Tokio, eso sí, en un aparato de Japan Airlines donde tenías a tu disposición una amplia oferta audiovisual, incluyendo pelis aún inéditas en España, como "He's Not That Into You", con Jennifer Aniston, Scarlett Johansson y Jennifer Connelly, que, bueno, digamos que no está mal), en fin, después de todo esto, llegó el impacto.

El impacto de sumergirte de repente en un mundo extraño, llamativo, surrealista... Donde eres prácticamente el único físicamente distino. ¡Apenas hay turistas occidentales (no digo ya españoles,aunque éramos unos siete u ocho en el avión) en esta macrourbe superpoblada, de casi 13 millones de habitantes, que es Tokio. Donde, más que observar, eres observado como algo todavía exótico. Nuestro hotel, el Sunroute Higashi Shinjuku, es relativamente barato (nos ha salido por unos 8.000 yenes -cerca de 60 euros- la doble al día) y sus habitaciones son cómodas, amplias para lo que esperaba y están magníficamente equipadas: baño típicamente japonés con chorritos diversos en el inodoro, detalles como un pijama de manga corta tipo camisón y zapatillas (estoy más mono), superpantallón de televisión plana LCD y... ¡¡conexión a internet gratuita y por cable LAN a 54 Mbps!!

Nuestra ubicación, junto al metro Higashi Shinjuku y a 15 minutos de la enorme estación de Shinjuku (donde circulan 2 millones de personas ¡¡cada día!! y eso se nota en el caos controlado que se vive), nos sitúa en pleno barrio de Shinjuku, donde hacia el oeste puedes estar entre los mayores rascacielos de la ciudad y hacie el este adentrarte en el área de entretenimiento Kabukicho. Optamos por ésta en la primera noche: sencillamente espectacular muestrario de neones y ajetreo en las calles, tomadas por nipones (muchos jóvenes de indumentarias extravagantes) que acuden a restaurantes, karaokes, garitos de diverso pelaje, incluyendo night clubs y los llamados hoteles del amor, ensordecedoras salas de juego de Pachinko, donde parecen actuar hipnotizados... Una zona entre electrizante y decadente. Puro Tokio.

Eso sí, enseguida decidimos adentrarnos sin miedo en la cultura japonesa: cenamos en un restaurante tradicional, donde nadie sabía ni papa de otro idioma que no fuera el suyo, salvo un camarero, con el que pudimos apenas entendernos para pedir lo que queríamos, señalando los platos de plástico que lucían en el escaparate. Tomamos unos combos que incluían sopa de miso, ensalada, arroz y, en mi caso, unos pastelitos de carne con verduras. Todo muy rico, la verdad, y por sólo 790 yenes (unos 5,7 euros), aparte de una refrescante cerveza "Sapporo", por 250 yenes (1,8 euros). ¿Quién ha dicho que Tokio es caro? A eso añadimos una conversación surrealista con un señor mayor de la mesa de al lado, que trató de enseñarnos (en japonés, claro) a usar los palillos para comer. Hacemos lo que podemos...