Ya en el sur de Escocia, cabe descatar un lugar interesante, no muy lejos de la autovía A74 (es la misma M6 que traemos desde Inglaterra pero aquí cambia de denominación). Por la A708, a unos 20 kilómetros de Moffat, un pueblo tranquilito y agradable con sus cercados con ovejas y vacas, y todo eso, encontramos las cascadas de Grey Mare's Tail, de 60 metros de caída, a las que se accede por un camino bien preparado de unos 500 metros y con ligera inclinación, que culmina en el Loch (lago) Skeen. Llegamos a Glasgow y nos alojamos en la parte noroeste, en la zona del West End, tranquila por el día y animada y bohemia por la noche, con los cafés, bares y restaurantes alrededor de la Universidad, en Ashton Lane, por ejemplo, con el parque Kelvingrove, el Jardín Botánico y varias galerías de arte. Pero enseguida emprendemos rumbo al primer importante espacio natural escocés, el Parque Nacional de Loch Lomond y The Trossachs, a 23 kilómetros al noroeste de Glasgow. Ya desde que se accede al parque por la A82 se disfruta de la inmensidad y majestuosidad del paisaje. Loch Lomond [foto 1] es el mayor lago de la isla de Gran Bretaña por superficie (el segundo por volumen, tras Loch Ness), con sus 37 km de longitud y 8 km de anchura, 37 metros de profundidad media y 190 metros de máxima. Cualquier lugar es disfrutable a lo largo de todo el recorrido, como Luss o Arrochar. Antes de llegar a Crianlarich nos topamos con las bellas cascadas Falloch, siguiendo el camino hasta el mirador en el que se reproduce un texto de Dorothy Wordsworth. Continuamos con el viaje ahora por la A85, en plena zona de Trossachs, llena de valles boscosos, y llegamos al área vacacional y bien puesta de Loch Earn, con estupendas vistas al lago. Bajando por la A84, están las cascadas de Leny y, tomando la A821, por el Parque Forestal Queen Elisabeth, se accede a Loch Katrine, que inspiró a Walter Scott para su obra "La dama del lago". Efectivamente, la oscuridad de las aguas y su recogimiento encajonado entre montes dan la perfecta atmósfera del romanticismo de la época del escritor. Desde la orilla parte el barco de vapor que lleva su nombre y que te hace un recorrido por el lago.
Y ya abandonamos esta maravillosa zona para dirigirnos a una de las más bellas ciudades del mundo: Edimburgo. Aunque nos alojamos en la zona norte, cerca del puerto, la conexión es muy buena con el centro mediante transporte público: autobuses que funcionan de día (1,50 libras el billete sencillo) y de noche (3 libras). Pero el caso es que en 20 minutos te plantas en Princess Street (la calle y los amplios jardines), que conforma el centro de reunión de sus habitantes, a la sombra del grandioso monumento a Walter Scott. Cruzando el puente nos plantamos en la Royal Mile, la calle más comercial de la ciudad y que conecta el Castillo (y sus callejuelas, la catedral y la plaza de Grassmarket) con el Palacio de Holyroodhouse (junto al moderno Parlamento), dos símbolos políticos, históricos y culturales de Edimburgo. Junto al Palacio, se despliega un área de esparcimiento desde la que se contempla en toda su grandeza el Holyrood Park y su Arthur's Seat [foto 2], el pico más alto de la ciudad, con 251 metros y cuya sencilla senda de ascenso es muy transitada. Paralela a la Royal Mile, Cowgate es más la calle de pubs y garitos. Por cierto, si deseáis descansar del ajetreo de la Royal Mile, entrad en el pequeño pero hermoso parque de Dunbar's Close Garden, con buenas vistas a la llamada "acrópolis escocesa" (monumentos al estilo clásico griego encaramados a una colina). Volviendo a cruzar el puente regresamos a la parte moderna, donde podemos contemplar el característico urbanismo que se despliega alrededor de George Street. Y, estando en Edimburgo, y más en agosto, fechas en las que se celebra su famoso festival cultural, siempre habrá un sitio donde disfrutar de una actuación teatral o musical. Un saludo, por cierto, a Graeme Mearns, un gran, gran músico.
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