El balance del Atlético de Madrid en esta extraña temporada 2019/20, marcada por el coronavirus, solo puede calificarse como mediocre. De acuerdo que hemos acabado terceros en la Liga, con lo que mantenemos la mejor racha del club y sumamos ocho años consecutivos dentro de las tres primeras plazas (el año pasado segundos). Pero viendo las muchas deficiencias de Real Madrid y Barcelona, en realidad, hay que considerar un fracaso no haber podido pelear la victoria en la competición. Los números, además, empiezan a encender algunas alarmas: solo se han logrado 70 puntos (tras cosechar nada menos que 16 empates), seguimos bajando en el cómputo goleador, con 51 tantos, y por primera vez desde la temporada 2014/15, no somos los menos goleados, sino los segundos con 27 tantos encajados.
Inaceptable tal cual fue la eliminación en dieciseisavos de la Copa del Rey ante la Cultural Leonesa. Y, en la Champions, tras haber hecho la machada de dejar fuera al Liverpool (actual ganador), caemos en cuartos sin muchos argumentos ante el Leipzig, un equipo teóricamente inferior. Y eso que, tras la reanudación de las competiciones después del parón por el covid-19, el Atlético se mostró más entonado que el resto de la temporada y en la Liga remontó de la sexta a la tercera posición. Pero, en el partido decisivo de la Champions, no mostró la ambición debida.
¿Las responsabilidades? Se reparten claramente en muchos frentes. Por un lado, el Cholo Simeone, un entrenador al que hay que agradecerle todo pero que debe considerar seriamente que llegó a su fin de ciclo. Sin ideas frescas y con pocas alternativas tácticas, debería dejar paso a otro. Ciertos jugadores no han mostrado el compromiso requerido: desde la inexplicable presencia de Lemar en la plantilla a un Diego Costa decepcionante (con solo 5 goles en Liga), del bajo nivel de Lodi, Trippier o Herrera a la intermitencia de Koke, Saúl, Vitolo, Morata (a pesar de ser el pichichi rojiblanco, con 12 goles en Liga) o Joao Félix. El portugués, que costó nada menos que 120 millones, demuestra calidad, pero la ha dosificado tanto que no compensa en sus resultados. Le necesitamos más. Como también necesitamos que sus compañeros suban un peldaño de calidad y que el equipo haga buenos fichajes. Porque el otro responsable, recordémoslo, es la propiedad del club (la familia Gil y su representante, el presidente Enrique Cerezo), que ha parecido más interesada en los últimos tiempos por vender que por incorporar con tino para estructurar un equipo de alto nivel, como nuestra categoría exige.
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