
Es una delicia conocer los entresijos de la creación de ese género que inventó el británico, el denominado suspense, su manera de rodar de la forma más efectiva, de tratar los encuadres, de manejar a los actores, de interpretar los guiones... Todo con el fin de lograr extraer de la realidad el cine como forma artística. Siempre se ha dicho que, si Billy Wilder ha sido el mejor guionista de la historia, Hitchcock ha sido el mejor director, el que logró perfeccionar las técnicas y crear algunas nuevas (los story-board, por ejemplo) con el objeto de conferir valor al hecho de hacer películas y poner en un lugar preeminente al director como responsable último de la obra. Por eso llamó la atención de la nouvelle vague, que se caracterízó por otorgar un significado artístico a las películas, significado que era conscientemente moldeado por el director. Por eso Truffaut admiraba a Hitchcock y por eso le entrevistó en un libro que pasó a la historia y que aportaba el aliciente de que se trataba de un diálogo con un director que se encontraba todavía en su estado más dulce, es decir, era un mito viviente y en activo, que no hacía mucho acababa de enlazar "Vértigo" (1958), "Con la muerte en los talones" (1959), "Psicosis" (1960) y "Los pájaros" (1963). Nada menos.
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