MÚSICA / La Granja: directo contundente

Gracias a la organización del Festival Cultura Pop, cuya tercera edición se ha celebrado entre el 16 y el 20 abril en el madrileño barrio de San Blas, hemos podido disfrutar una vez más de uno de los mejores grupos de power-pop español de todos los tiempos (y, desgraciadamente, uno de los más infravalorados), como es La Granja. Los mallorquines tienen en su haber un repertorio de auténticas joyas que, en directo, despliegan con una contundencia y buen hacer que te arrastra rápidamente a la euforia. Anoche, en el Auditorio del Parque de El Paraíso, dieron buena cuenta de muchos de sus más enérgicos temazos (no, no tocaron "Fuimos chicos rebeldes", aunque dejaron de lado su mejor disco, "El efecto dominó", 2000), casi todos interpretados de forma enlazada, sin pausa para apenas un respiro, lo que hizo el concierto aún más intenso. Los de Guillermo Porcel (cantante) se mostraron en su máxima plenitud, a pesar de la ausencia de uno de los guitarristas, Pablo Ochando. Por eso llama tanto la atención que lleven ya cuatro años sin sacar disco nuevo. ¿Qué pasa aquí? ¿La calidad no vende?

Por cierto, aquí os dejo la respuesta de Grabaciones en el Mar, la discográfica de La Granja, sobre cuándo sacarán algo nuevo: "pues no sé cuando habrá nuevo disco... van a paso de tortuga..."

La Granja
Sábado, 19 abril 2008
Parque de El Paraíso, Madrid

Primer y único éxito "comercial" de La Granja: "Fuimos chicos rebeldes" (1991)

Por otro lado, también dentro del Cultura Pop, cerró la velada del sábado el grupo británico de post-punk Television Personalities, que, formado en 1978, actuaba por primera vez en España. Y digo "cerró" porque su lamentable actuación dio ganas de echar un candado al recinto y dejarlos allí enjaulados para siempre. Ya desde el minuto uno fue evidente que su líder, Dan Treacy, estaba tan borracho, tan mentalmente ajeno y tan físicamente deteriorado que no podría ofrecer otra cosa que un cúmulo de despropósitos sobre el escenario. Primero salió con la guitarra desafinada, pero no pareció importarle nada, aunque eso sí, no hacía más que probar a darle a varios botones a ver si la cosa se enderezaba. Pero no, porque, entre que se le olvidaba la mitad de las canciones, increpaba a sus propios músicos y, sí, también al público, empezaron a sonar los primeros abucheos. Y, aunque el personal tuvo mucha paciencia (quizá demasiada), la banda no pudo evitar una de las actuaciones más patéticas que servidor recuerda.