Aprovechando la visita del papa Benedicto XVI a Madrid con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (Católica), comento un libro de reciente lectura y muy, muy recomendable para que todo el mundo valore la existencia o no de esa figura central en cualquier religión que se da en llamar Dios.
Aprovecho también para recordar la confianza que les merecen a los españoles las instituciones científicas, por un lado, y las religiosas, por otro, según un estudio de Metroscopia de julio de 2011. La máxima confianza sería 10 y la nula 0. Así, los científicos (7,4), médicos (7,4), la universidad (6,8) y la sanidad pública (6,8) son los cuatro organismos mejor valorados, casualmente todos derivados del conocimiento científico. En cambio, las instituciones de la Iglesia -Cáritas- (5,8), la obra social de la Iglesia (4,7), la propia Iglesia Católica (4,0) y los obispos (3,1) obtienen pobres o muy probres resultados. No hace falta decir más.
El divulgador científico, etólogo, zoólogo y teórico evolutivo británico Richard Dawkins elabora en "El espejismo de Dios" (2006) un acertado y profundo análisis de lo que supone la creencia en un ser omnipotente que nos observa y juzga desde un sitio desconocido, establece las normas morales sobre las que tenemos que comportarnos y nos castiga o premia a nuestra muerte con un paraíso o un infierno (aunque la Iglesia ha relativizado recientemente la existencia de estos tal y como la veníamos entendiendo). De hecho, Dawkins concluye que dicha creencia (tal y como parece) es una forma de delirio transmitida culturalmente dado que tradicionalmente ha permitido una adecuada socialización de la gente. Para el escritor estadounidense Robert Pirsig, "cuando una persona sufre delirio lo llamamos locura. Cuando mucha gente sufre el mismo delirio lo llamamos religión", según la cita a la que se acoge el propio Dawkins. Sin embargo, a raíz del éxito del sistema científico de prueba y demostración, la fuerza de la fe ha disminuido, mientras que el método científico se ha impuesto como el más adecuado para conocer nuestra realidad. En este sentido, está demostrado que, cuanto mayor es el grado de estudios de una persona, mayor es la tendencia a no creer en Dios. También Dawkins refuta un pequeño (falso) mito: que muchos científicos, como Einstein, son religiosos. No es así, cuando alguno de ellos se ha referido a Dios lo ha hecho en un sentido panteísta y poético para aludir a la complejidad de la Naturaleza.
En cualquier caso, son cuatro las ideas que se extraen de la lectura de este gran libro, que contrapone todas las visiones, a favor y en contra, acerca de la existencia de un ser divino. Por un lado, anima a que los ateos puedan considerarse felices, equilibrados, morales e intelectualmente satisfechos. Confirma que la selección natural y teorías científicas similares son superiores a hipótesis basadas en Dios -como la falacia del diseño inteligente- en lo que se refiere a la explicación del mundo vivo y el cosmos. Asimismo, denuncia que los niños no deben ser etiquetados por la religión de sus padres. Términos como "niño católico" o "niño musulmán" perpetúan unas falsas diferencias. Por ultimo, Dawkins recalca que los ateos deben estar orgullosos y no compungidos, debido a que el ateísmo es una prueba de tener una mente saludable e independiente.
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