El debate de la ampliación del techo de la deuda en Estados Unidos, y que se resolvió inicialmente ayer martes, ha sido central durante los primeros días que llevamos en este país. Muchas televisiones han emitido constantemente informativos y debates sobre el tema, y en la calle también se ha percibido la preocupación por una crisis que, más allá de su perfil económico, también tiene un carácter político y social. El radicalismo de la facción Tea Party dentro del partido Republicano ha sido la responsable de haber estado a punto de paralizar las instituciones y llevar a Estados Unidos a la suspensión de pagos. Y Obama ha tenido que hacer grandes concesiones para alcanzar un acuerdo que reduce mucho el gasto social. No es lo que quería, ha confesado el propio presidente, pero es el único consenso que se ha podido alcanzar. Por medio, el descrédito de la clase política: una encuesta de CNN (muy beligerante contra el Tea Party y su obstruccionismo) mostraba que el 84% de los ciudadanos están decepcionados con sus políticos. Parece que el sentimiento del 15-M español se empieza a universalizar.
Volviendo a los detalles de nuestra visita a Chicago, los dos últimos días los hemos dedicado a visitar las principales museos de la ciudad: básicamente el Field Museum Of Natural History y el Art Institute Of Chicago. El primero es un amplio y detallado recorrido por la historia natural del planeta, sus animales, plantas y seres humanos. Data de 1893 y contiene más de 20 millones de objetos. Es realmente recomendable todo su conjunto, pero es excepcional su muestra sobre la evolución del planeta y los fósiles de dinosaurios (la famosa T-Rex llamada "Sue", la más grande de su especie conservada, que nos recibe en el hall). También son muy interesantes las exposiciones de mamíferos (y sus hábitats) de Asia y África, además de su sección sobre el Antiguo Egipto. Al acceder te ofrecen un All Access Pass de 29 $ que te permite entrar a las exposiciones temporales (actualmente, sobre ballenas y caballos), pero cogimos la entrada básica de 15 $, que es más que suficiente para tres o cuatro horas de disfrute.
Por su parte, el Art Institute (18 $) fue una muy, muy agradable sorpresa: he descubierto uno de mis museos pictóricos favoritos. Sin duda ha contribuido a ello la parte dedicada al impresionismo, mi estilo preferido, con amplias muestras de Monet (30 cuadros, incluyendo la serie de seis "Paisaje con montones de heno"), Renoir ("Dos hermanas -la terraza-", entre otros, además de Cézanne, Toulouse-Lautrec, Seurat, Caillebotte o Van Gogh. Del siglo XX, destaca el cuadro "Noctámbulos", de Edward Hopper, todo un icono de la cultura norteamericana, así como "American Gothic", de Grant Wood. Asimismo, dispone de varios Picasso y Dalí. Me atrajo también la sala dedicada al arte estadounidense del siglo XIX. Y, de épocas previas, se pueden contemplar varias obras de Goya, Zurbarán y El Greco, de maestros italianos como Botticelli y Caravaggio, y holandeses como Rembrandt y Janssens. A la salida del Art Institute, en el Millennium Park, además de un inmenso parque (aunque con escasez de arbolado, que sería apreciable en verano), nos topamos con la famosa "The Bean", la escultura con forma de judía gigante hecha con espejo, en la que te puedes ver reflejado junto con el skyline de la ciudad. Una curiosidad que atrae a mogollón de turistas que se dejan (nos dejamos) la memoria de las cámaras y móviles en hacer fotos. Vale, no hay mucha sombra, pero se han construido dos torres que sueltan refrescante agua en cascada, que hacen la delicia de grandes y pequeños y que se agradece en estos calurosísimos días de Chicago.
Más allá de los museos, la ciudad sigue manteniendo la merecida fama de lugar del blues. Así lo pudimos comprobar en el Buddy Guy's, un local donde puedes cenar (no excesivamente caro) viendo actuaciones de magníficos y desconocidos artistas. A las 21 h. conseguimos una mesa junto al escenario y a las 21,30 h. comenzaron a rondar toda una serie de bandas formadas por artistas que eran llamados por el micrófono. Todos venidos de distintos estados, todos excelentes músicos: desde viejos guitarristas de blues, hasta jóvenes talentos de la armónica o enormes negras de impresionante vozarrón soul. Una de éstas, de especial fuerte carácter, deparó una desternillante historia con un espectador hindú borracho, digna de la película "El Guateque". ¡Por no hablar de la gloriosa canción que se marcó el propio Buddy Guy en persona!
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