El número de parados ha alcanzado las 3.128.963 personas al término de 2008 (un millón más que doce meses antes), la cifra más alta desde que se realizan estas mediciones a principios de los años 70. En parte, podría relativizarse el dato un poco porque ahora hay más población activa que nunca, entre crecimiento natural e inmigración: unos 23 millones. Por ello hay que poner número de desempleados y número de población activa en relación para obtener el dato realmente de referencia: la tasa de paro. Y, a falta de conocer la tasa interanual de diciembre, la de noviembre indica un terrible 13,4% de paro. Muy, muy por encima de cualquiera de los países de la Unión Europea, cuya media era entonces del 7,8%. ¿Qué pasa, que los demás no tienen problemas? El epicentro de la crisis, Estados Unidos, ha alcanzado su peor cifra desde la 2ª Guerra Mundial y "sólo" está en el 7,2%, después de haber perdido 2,6 millones de empleos durante el pasado año.
Desgraciadamente, la respuesta la tenemos aquí dentro. España es incapaz de generar empleo estable por sí sola. Así de claro. Visto desde ahora (y lo que queda por llegar), el 8,5% de paro de 2006 queda demasiado lejos y la promesa de los Gobiernos de Aznar y Zapatero de alcanzar el pleno empleo parece una broma pesada. Ninguna administración ha sido capaz de hacer de nuestra economía un generador de trabajo productivo y eficaz. Y es difícil que lo consigan en solitario, porque, recordémoslo, vivimos en una economía de mercado con escasa intervención pública. Por lo tanto, gran parte de la responsabilidad recae en esos empresarios que principalmente buscan el mejor método para defraudar al fisco, contratar al menor personal, por el menor tiempo y el menor salario posible, recabar la mayor cantidad de subvenciones, renunciar a la investigación y desarrollo, especular para su máximo provecho y conseguir, al fin, vivir de las rentas. Con esta mentalidad, que toma como modelo una especie de liberalismo-salvaje-protegido-por-el-Estado, las empresas españolas (una buena parte, pero no todas, ojo) nunca ofrecerán un beneficio a la sociedad, sino que más bien serán el lastre que impide el desarrollo conjunto. ¿Os suena algo eso de los despidos preventivos y los EREs fraudulentos? Y, así, caminamos hacia los cuatro millones...
El Jueves, nº 1.650, del 7 al 13 de enero de 2009
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