
Desgraciadamente, la respuesta la tenemos aquí dentro. España es incapaz de generar empleo estable por sí sola. Así de claro. Visto desde ahora (y lo que queda por llegar), el 8,5% de paro de 2006 queda demasiado lejos y la promesa de los Gobiernos de Aznar y Zapatero de alcanzar el pleno empleo parece una broma pesada. Ninguna administración ha sido capaz de hacer de nuestra economía un generador de trabajo productivo y eficaz. Y es difícil que lo consigan en solitario, porque, recordémoslo, vivimos en una economía de mercado con escasa intervención pública. Por lo tanto, gran parte de la responsabilidad recae en esos empresarios que principalmente buscan el mejor método para defraudar al fisco, contratar al menor personal, por el menor tiempo y el menor salario posible, recabar la mayor cantidad de subvenciones, renunciar a la investigación y desarrollo, especular para su máximo provecho y conseguir, al fin, vivir de las rentas. Con esta mentalidad, que toma como modelo una especie de liberalismo-salvaje-protegido-por-el-Estado, las empresas españolas (una buena parte, pero no todas, ojo) nunca ofrecerán un beneficio a la sociedad, sino que más bien serán el lastre que impide el desarrollo conjunto. ¿Os suena algo eso de los despidos preventivos y los EREs fraudulentos? Y, así, caminamos hacia los cuatro millones...

El Jueves, nº 1.650, del 7 al 13 de enero de 2009
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