16 de agosto de 2013
Dejamos atrás la Costa Azul, a orillas del Mediterráneo, para dirigirnos al norte, a más de 500 kilómetros de distancia, hacia las montañas de los Alpes franceses, concretamente hacia la cumbre de Europa, el Mont Blanc. Antes pasamos por Grenoble, ciudad en la confluencia de los ríos Drac e Isère y puerta de los Alpes. No en vano Stendhal (nacido aquí) dijo: "Grenoble, al final de cada calle, una montaña". El centro cuenta con diversas plazas (como la de Víctor Hugo, Grenette y Notre Dame), además del bonito jardín de Ville. Desde aquí también es posible tomar un teleférico que conduce a La Bastille, fortaleza situada en un monte a 500 metros sobre la ciudad y que ofrece unas magníficas vistas de ésta. Siguiendo nuestra ruta al norte, todavía sin adentrarnos plenamente en los Alpes, llegamos a Annecy, la ciudad más bella de todas las que he visitado en este viaje al sureste francés. A los pies de las montañas y plagada de casas de los siglos XVI y XVII en magnífico estado de conservación, dispone de múltiples calles peatonales empedradas y de varios canales de agua que la surcan ("la Venecia francesa", la llaman) procedentes del gran lago Annecy, en el que se puede dar una vuelta en botes de alquiler e incluso nadar, o simplemente tumbarse en la hierba o bajo la sombra de los árboles del gran parque que se sitúa a sus orillas. Una maravilla de ciudad.
Pero estamos aquí para alcanzar el Mont Blanc, por lo que nos dirigimos en dirección a Chamonix, pueblo desde donde sale el teleférico que nos llevará muy cerca del pico más alto de Europa. Unos pocos kilómetros antes de entrar en los túneles del Mont Blanc, hay un mirador señalizado que nos permite ya contemplar la inmensidad de la cumbre perennemente nevada de la gran montaña. Hacemos noche poco antes de Chamonix, en un pequeño y tranquilo pueblo llamado Les Houches, ya en plenos Alpes, rodeados de montañones.
17 de agosto de 2013
Nos levantamos pronto para acercarnos a Chamonix a tomar el Teleférico de L'Aiguille du Midi (50 EUR ida y vuelta). El viaje nos lleva, en un primer tramo ya bastante imponente, a la estación de Plan de l'Aiguille (a poco más de 2.300 metros), pero el segundo trecho nos eleva al mirador de L'Aiguille du Midi, hasta los 3.842 metros, en una ascensión final que casi parece vertical, absolutamente impresionante. Desde el mirador (compuesto por una aguja "baja", a la que llega el teleférico, y otra "alta", a la que se accede por una pasarela y desde la que se sube por un ascensor dentro de la roca), uno parece tocar la cumbre del Mont Blanc (4.810 metros), que parece tan cerca, y hay una sobrecogedora vista de toda esa parte de los Alpes, donde a kilómetros a tu alrededor sólo hay enormes montañas, casi todas de más de 4.000 y de 3.000 metros. Desde esa posición se contemplan los múltiples visitantes de la zona, aficionados al alpinismo que ascienden por riscos o directamente atraviesan el Glacier des Bossons para ascender el Mont Blanc, cumbre tan alta como relativamente fácil de subir con mínimos medios profesionales. Bajando de nuevo a Plan de l'Aiguille, se pueden hacer varias excursiones caminando por la zona, como por ejemplo, la del Lago Azul, de apenas media hora de ida. Ha sido una visita impactante pero desgraciadamente ya es hora de pensar en volver a casa...
1 comentario:
Casi nos encontramos en Chamonix. Yo también estuve alojado en Les Houches, jeje. Vaya casualidades de la vida.
Yo, con la de este año, es la quinta vez que subo al Aiguille du Midi. Y siempre impresiona.
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