Algunos supuestos europeístas parecen no querer darse cuenta de las implicaciones de la Unión Europea. La unidad entre países no es sólo tener una bandera bonita, ni simplemente hablar de un espíritu de hermandad o crear una monedita igual para todos. No. Hay muchas y más profundas implicaciones, que bajo mi punto de vista tienen un noble objetivo: nunca Europa, acostumbrada hasta hace no tanto a las guerras entre sus propias naciones, ha vivido tan unida ni en tanta concordia; desde los estudiantes que van a universidades o turistas que ya viven en países distintos del suyo, hasta las acertadas políticas de cohesión para los vecinos más pobres.
Pero dentro de esa luz hay una oscuridad, dejando a un lado lo mucho de perfeccionable que queda por la unidad europea. Detrás de ese espíritu supranacional perviven las miserables y egocéntricas visiones nacionalistas. Cuando Francia expulsa a ciudadanos rumanos (rumanos pobres, evidentemente), es decir, europeos y apela a que sea Rumanía, un país al borde de la bancarrota, la que asuma su integración, está dando la espalda a Europa. Es como si la Comunidad de Madrid de principios de los años 80 hubiera echado a los "molestos" andaluces, castellanos y extremeños que se hacinaban en lamentables condiciones en Orcasitas o Villaverde. Hubiera sido difícil de comprender, ¿verdad? Pues esos rumanos son tan europeos como los franceses. ¿O es que Francia sólo los quiere cuando actúan como mano de obra barata y conformista? A ver si habría que expulsar a Francia de Europa...
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