
El Atlético planteó en Mónaco un partido estratégico, en el que la principal tarea fue desactivar los mayores peligros interistas, recién nombrados mejores jugadores de la Champions: Milito, al que se le impidió recibir balones; Sneijder, que fue bloqueado por Assunçao; y Maicon, magníficamente tapado por Domínguez. La defensa fue un bloque efectivo, con Godín como nuevo baluarte, la media tuvo a un acertado Raúl García como vía para enlazar con las bandas y arriba fueron letales Reyes, Agüero y Simao, con un Forlán que mereció más. Y, para culminación del éxtasis, el gran De Gea paró el penalti que podría haber traído nervios en los últimos instantes. Ya ni sufrimos. Éste es un nuevo Atleti y me gusta.
Por cierto, qué bello entorno Mónaco para haber saboreado esta victoria. Una pequeña ciudad-principado encajonada entre la montaña y el mar, que destila lujo y elegancia por todos sus poros. No sé si uno aguantaría mucho tiempo con el tren de vida que mantienen sus habitantes, pero por unas horas no ha estado nada mal disfrutar de ello. La Supercopa siempre se celebra aquí. ¿Volveré? Espero que sí.
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