sábado, 28 de agosto de 2010

VIAJES / Girona, la Costa Brava y Dalí

He encontrado en Girona capital una ciudad muy agradable para vivir, tranquila, bien cuidada y con un núcleo histórico realmente bello e interesante. Solamente pasear junto al río Onyar (afluente del Ter), cruzar por sus puentes y disfrutar de la vista de sus casas coloreadas y colgadas sobre su lecho ya es una gozada. El casco histórico lo compone una serie de callejuelas que se empinan, cruzando por el antiguo barrio judío, hasta llegar a la catedral, construida entre los siglos XI y XVIII, y que ofrece cuatro estilos arquitectónicos: románico, gótico, renacentista y barroco. Por cierto, sus campanas suenan a TODAS las horas del día y de la NOCHE. Lo digo por si os molesta el ruido, que no os alojéis muy cerca, como yo ;-) Al otro lado del río, la Plaza de la Independencia es otro de los muchos rincones agradables y hermosos de que dispone la ciudad. Como culminación, os recomiento pasear por encima de la muralla que rodea la parte antigua y que ofrece una vista espectacular tanto de la urbe como de la comarca circundante.

Pero Girona no es sólo la ciudad, sino tambien una provincia con un litoral de calas, unas pequeñas y otras más grandes, unas de cantos y otras arenosas, unas absolutamente tranquilas y otras más agobiantes de gente, pero todas maravillosas. Es la Costa Brava. En Begur encontré las mejores playas. Especialmente las de Illa Roja (bien grande y que dispone de una zona nudista -ver foto-), Sa Riera (de tamaño medio) y Aiguablava (un pequeño rincón delicioso). Tampoco me olvido de Pals, un pueblo cercano, lleno de edificios medievales, que se pasea agradablemente. Más al sur, entre Palamós, Platja d'Aro y Sant Feliu de Guíxols podemos encontrar decenas de calas diferentes, aptas para todo tipo de gustos. Y entre Sant Feliu y Tossa de Mar discurre una carretera costera serpenteante que ofrece unas vistas magníficas del Mediterráneo (con varios miradores), entre bosques de pinos, encinas y alcornoques. Aún más al sur llegamos a Lloret de Mar, que, bueno, si uno es inglés y adolescente lo disfrutará a tope. No digo más. Por último, Blanes es el último pueblo de la provincia de Girona, antes de entrar en la de Barcelona, y, por tanto, de la Costa Brava. La playa de Treumal se alcanza después de un disfrutable paseo entre pinares y merece realmente la pena.

Y, cómo no, visitar Girona es visitar el arte de Salvador Dalí, uno de los máximos representantes del surrealismo y uno de mis artistas favoritos. El museo para conocer buena parte de su obra está en Figueres (entrada de 11 euros), como los cuadros 'Galarina' (1945), 'Retrato de Pablo Picasso en el siglo XXI' (1947), 'Leda atómica' (1949), 'Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos espejos' (1973) o 'Gala desnuda mirando el mar que a 18 metros aparece el presidente Lincoln' (1975) -ver foto-, además de la conocida composición interiorista 'Rostro de Mae West utilizado como apartamento' (1974). En Cadaqués, concretamente en la cala de Portlligat, se encuentra la casa habitual en la que habitó (entrada de 10 euros, obligatorio reservar en temporada alta) y que, lógicamente, está diseñada de forma completamente surrealista. Por último, podéis concluir la particular ruta daliniana en Púbol, aldea donde se encuentra el "castillo" (es un edificio medieval, con entrada de 7 euros), en el que reposan los restos de Gala, ya que Dalí yace en el propio museo de Figueres, localidad que le vio nacer y morir.

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