Parece mentira que se pueda calificar de hito el hacer llegar a toda la población estadounidense la asistencia sanitaria, algo considerado habitual en Europa. Pero lo es. Así de trascendental es la reforma sanitaria aprobada por la Cámara de Representantes (219 a favor y 212 en contra) y promulgada por el presidente Barack H. Obama. Cuatro lo intentaron en vano previamente: los demócratas Harry S. Truman (1945-1953), Lyndon B. Johnson (1963-1969) -que al menos logró el Medicare para jubilados y el Madicaid para pobres- y Bill Clinton (1993-2001), además del (aunque parezca increíble) republicano Richard Nixon (1968-1974). Pero ahora, por fin, Estados Unidos universaliza la cobertura médica, acabando así con décadas de férreo control por parte de las aseguradoras privadas sobre quién merece y quién no la asistencia y según qué tipo de dolencia, así como con el absurdo temor cultural de buena parte de la población de que socializar la sanidad es poco menos que aplicar el comunismo. De hecho, hay que tener en cuenta que todos los representantes republicanos y 34 demócratas votaron en contra de la ley.
Y eso que ni mucho menos se establece un sistema de seguridad social gratuita como el que tenemos en España. ¡Qué va! Seguirá rigiendo la cobertura a través de seguros privados. Sólo que a partir de ahora, el Estado obligará a las aseguradoras a cubrir a todo el mundo, independientemente de su nivel económico, lo cual supondrá generar subvenciones públicas para hacerlo posible (con un coste estimado de 900.000 millones de dólares, cuando sólo la guerra de Irak podría superar el billón). El resultado deberá ser similar: que cualquiera (nacionalizado, ojo) pueda ser atendido por un médico sin tener que pensar en pagar. No es el ideal, pero para ser Estados Unidos es un avance de dimensiones épicas. Obama, yes, he can.
Os dejo con el inicio del documental "Sicko", de Michael Moore, donde queda claro cuánto vale un dedo si no tienes seguro.
"Sicko", de Michael Moore
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