Desgraciadamanete, el viernes estuvo marcado por la trágica muerte del bailarín acróbata Pedro Aunión, que formaba parte del espectáculo antes del conicerto de Green Day. Los accidentes pueden ocurrir y quizá el festival deba seguir, pero la falta de información por parte de la organización es reprochable (por la madrugada lanzó un comunicado escueto, y al día siguiente por la tarde otro más amplio) y, en todo caso, las actuaciones que se sucedan deberían reflejar un sentido homenaje al artista.
Musicalmente, el segundo día mantuvo un buen nivel, con predominio de la presencia estadounidense, empezando por las californianas Deap Vally, que se mantienen aferradas a su blues-rock garajero, en la línea de The White Stripes, solo con batería y guitarra-voz.. Las limitaciones de su estilo se compensan con su fuerza en directo. Luego, en un sentido bastante diferente, los texanos Spoon nos hicieron disfrutar con su indie-pop elaborado de múltiples cambios, juegos de guitarras y presencia activa de teclados. Por su parte, Ryan Adams desplegó todo su buen hacer de rock-americana (con algún medio tiempo de más). El de Carolina del Norte sigue fiel a un estilo de raíces inconfundiblemente estadounidense y con sus fans totalmente entregados/as.
Pero el plato fuerte el viernes era Green Day. Los californianos, ajenos a la muerte del acróbata, salieron con mucha feurza y entrega total a concluir su gira internacional por su último disco, "Revolution Radio" (2016). Fueron un vendaval de power-punk-pop que, al menos, hizo a la gente recuperarse anímicamente (a los que conocían la noticia, que no eran muchos), sobre todo por parte del líder, Billy Joe Armstrong, que no paró de arengar a las masas, unas veces con consignas políticas (prolibertades, anti-Trump, etc.) y otras sencillamente resaltando el poder de la música de estar juntos, compartir emociones positivas y vivir el momento. Su filosofía vital concuerda con su espectáculo musical, que se convirtió en una comunión plena con la audiencia (sacando a fans al escenario para que tocaran, cantaran o simplemente participaran) y en un show total con bromas, payasadas, versiones de canciones míticas de la música moderna, etc. Tanto se entregaron que parecía que Green Day no querían abandonar las tablas y nos regalaron un concierto de dos horas y media largas con varios (intentos de) finales y regresos, incluyendo un cierre con Armstrong solo con su acústica. Por el camnio, un glorioso repertorio que abarcó todas las épocas, incluyendo su mítico álbum, "Dookie" (1994).
Después volvieron los recuerdos y no había muchas ganas para más. De hecho, los ingleses Slowdive cancelaron por su cuenta debido a las circunstancias. Eso sí, nadie de la organización informó. Tuvimos que enterarnos por la cuenta de Twitter de la banda.
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