Con un 21,29% de paro (4.910.200 personas) en el primer trimestre de 2011 y una tendencia todavía desgraciadamente creciente, España vuelve a repetir el periodo más negro de nuestra historia para el empleo: los años que abarcan 1993 a 1997, en los que siempre se superó el 20% de paro, con un pico del 24,55% en el primer trimestre de 1994. El pasado año ya rebasamos la línea del 20% y en 2011 seguimos abriendo esa vergonzosa brecha, especialmente cruel con los jóvenes, con un 45% de desempleo juvenil (otro récord equiparable a 1994) y casi 1,4 millones de hogares sin ninguna persona ocupada. Un drama. Y la pregunta es por qué el paro crece tantísimo en España cuando hay una crisis que afecta también a otros países. Ocurrió en los años noventa y vuelve a ocurrir ahora. No me valen respuestas demagógicas destinadas meramente a conquistar el poder político: es culpa del Gobierno. No cuela. ¿De verdad alguien se cree que la acción del Ejecutivo está detrás de todos y cada uno de los despidos que ha habido en España desde 2008? Recordemos que es el mismo con el que se alcanzó el récord histórico de mínimo paro: 7,95% en el segundo trimestre de 2007. Como mucho habrá que endosarle la culpa de no reaccionar a tiempo, de firmar una negativa reforma laboral y de no corregir los (muchos) defectos del sistema económico.
¿No habrá que plantearse cuestiones más serias y profundas? Como que la responsabilidad es de un sistema que permite burbujas inmobiliarias y financieras al mismo tiempo. O de esa parte del empresariado que monta empresas como si fueran chiringuitos a medida del pelotazo que, una vez que vienen mal dadas, son desmontadas con rapidez sin pensar en crear empleo o un tejido empresarial estable y productivo para la sociedad (junto con la legítima búsqueda de su propio beneficio). Hablemos, por tanto, de causas sistémicas. Ahí está la respuesta correcta para impedir en el futuro que los trabajadores paguen los platos rotos de los vaivenes de la economía.
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