Muamar el Gadafi vive sus últimos dias, horas quizá, como tirano... Se ha enrocado en la suicida decisión de morir con las botas puestas y es probable que lo consiga.
Su disparatado discurso de hace unos días calificando de drogadicto al pueblo sublevado contra su dictadura y llamando a sus partidarios (los pocos que le quedan) a defenderle a él, "gloria de
Libia" da una idea exacta del personaje. Ése que fue
primero el diablo y luego el amigo de Occidente, al que visitaban ilustres políticos y del que aceptaban soberbios regalos. El que presumía de encabezar una revolución socialista y, cegado por el poder, ha dejado a su pueblo en pésimas condiciones (30% de paro, 51,2% de alfabetización), ya que
las abundantes riquezas (petróleo, gas) se las reparten él, su familia y la indecente camarilla de su entorno. Otro ejemplo más de dictador despreciable, otro ejemplo más de pueblo harto y organizado para deponerle... A pesar de los cientos, miles de víctimas que van a morir para conseguirlo. Pero se logrará, Trípoli está a punto de caer. Incluso surge el exministro de justicia, Mustafa Mohamed Abud al Jeleil, como candidato a formar un Gobierno de unidad y celebrar elecciones.
Las revoluciones árabes siguen su inexorable curso (
Túnez,
Egipto)
y son la mejor noticia que hasta el momento está trayendo este convulso siglo XXI.
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