Triste, triste día para el deporte español. La implicación en una sucia red de dopaje de la atleta Marta Domínguez, hasta ahora uno de mis ídolos deportivos, junto con el médico Eufemiano Fuentes (ya involucrado en casos similares dentro del ciclismo), su actual entrenador, César Pérez, y el conocido técnico Manuel Pascua, entre otros, mancha uno de los deportes de raigambre más noble: el atletismo. Más allá de mi dolor particular por el mito que se me ha caído, el de la palentina Marta Domínguez, investíguese, arrójese luz sobre toda esta mierda, porque debe seguir primando la actividad deportiva sana y justa. Por una razón de salud de las personas, pero también de salud de la competición en general. Como bien dicen algunos atletas, no es justo para la gran mayoría que unos pocos, y ojo que no hay que perder de vista que son sólo unos pocos, tomen ventaja competitiva mediante el uso de drogas. Y, si esta práctica fuera más generalizada, habrá que replantearse si lo que queremos es ver deporte, la sana lucha para ver quién es el mejor, o asistir a meros espectáculos donde lo que primen sean los records y el rendimiento sobrehumano.
Pero, más allá de esto, la llamada "Operación Galgo" ha puesto en evidencia no sólo el consumo de productos dopantes, sino el despreciable negocio derivado de la venta de estas sustancias. Ingresos que luego se desviaban a paraísos fiscales. Algo aparentemente inexplicable en el caso de una Marta Domínguez con una posición social y económica supuestamente bien consolidada. Pero esperemos a la sentencia judicial. Aunque no deja de ser un triste, triste día.
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