La capital de Chile alberga más de seis millones de personas, lo que la convierte en una de las más populosas de Latinoamérica, así como una de las más dinámicas económicamente, y eso se nota en sus calles comerciales atestadas y en sus medios de transporte abarrotados. Y eso que ahora es invierno en el hemisferio sur y podríamos esperar menos movimiento. Pero entre la continua actividad per se de esta macrourbe y la llegada de turistas especialmente brasileños (y algún que otro español, je, je) podemos decir que Santiago de Chile tiene un ritmo de vida intenso.
Alojados cerca de la Plaza de los Héroes (muy bien conectada con el aeropuerto gracias a los baratos y numerosos autobuses de Centropuerto -1.900 pesos chilenos el trayecto, unos 2,35 €-), tenemos a tiro de piedra la emblemática Plaza de Armas, corazón de la ciudad. En ella se sitúan la enorme Catedral del siglo XVI y edificios vistosos como Correos o la Casa Colorada (museo de la ciudad). Alrededor de la plaza se distribuyen múltiples calles comerciales (muchas peatonales) donde se puede encontrar absolutamente de todo y donde el pequeño comercio domina claramente a las marcas internacionales estandarizadas esperables en países económicamente avanzados. También hacemos parada de homenaje ante el Palacio de la Moneda (casa presidencial) bombardeada por Pinochet en 1973 y saludamos a la estatua del fallecido presidente Salvador Allende. De hecho, en Santiago podemos encontrar el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (metro Quinta Normal), dedicado a ensalzar los valores democráticos y defenderlos frente a su conculcación en el terrible periodo dictatorial.
Un poco más al noreste encontramos los barrios de Patronato (comercial y multicultural) y Bellavista (de aire decididamente alternativo, juvenil, artístico y divertido). Es aquí donde encontramos la casa de Pablo Neruda en la capital: La Chascona. Se trata de una de las tres que tuvo el poeta (las otras se encuentran en Valparaíso e Isla Negra). La entrada son 7.000 pesos (unos 8,70 €) e incluye una audioguía muy necesaria para conocer la historia de esta vivienda que se construyó en 1953 (aunque tuvo posteriores ampliaciones), sus planificadas características y su maltrato en tiempo de la dictadura. Afortunadamente, Matilde, la pareja de Neruda, mantuvo con arrojo el legado de la casa y el patrimonio cultural que supone durante los duros años de plomo y tras la muerte del escritor a las pocas semanas del golpe de Estado. Al terminar la visita, tomamos el funicular para subir al Cerro San Cristóbal (a los pies del cual se encuentra la casa) y luego nos montamos en el teleférico para sobrevolar con vértigo esta área montañosa de más de 700 hectáreas y verdadero pulmón de la capital. Funicular + Teleférico cuestan 4.700 pesos, apenas 5,80 € por persona, ida y vuelta.
Al final del Cerro San Cristóbal (la ciudad tiene más al sur el mucho más pequeño pero también interesante Cerro Santa Lucía) se puede volver a las calles, en concreto a una zona más moderna y donde se enclava Costanera, el rascacielos más alto de Latinoamérica. Con 300 metros de altura, se accede al mirador superior desde la planta baja. El pase son 15.000 pesos (18,60 €). El día que subimos tuvimos una visibilidad razonable con un día despejado, lo cual es una suerte porque el aire de Santiago está bastante contaminado dado el alto volumen de tráfico y la poca ventilación que supone estar cerca de una cordillera tan alta como los Andes. Estos montañones (con una media de 5.000 metros) imponen su presencia desde lo alto de Costanera y son claramente visibles desde varias partes de la ciudad. Parece irreal su tamaño y cercanía. También tuvimos en la visita acompañamiento de música en directo de bossa nova para animar el atardecer, así como degustación gratuita de vinos locales. ¿Qué más se puede pedir? Al terminar descendimos a las primeras plantas, donde funciona un centro comercial y pudimos tomar algún plato, concretamente sánguches (una especie de sándwiches de la gastronomía peruana) de lechón. Muy ricos.
De la comida chilena he probado hasta ahora ajiaco (guiso con patatas y carne), cazuela de ave, empanadas, asado alemán (esa influencia germánica)… Todo muy rico y con dominio de la carne (muy bien para mí). Y, claro, el pisco sour (bebida también compartida con Perú). Los precios, bastante razonables. Así que perfecto. Por lo demás, veo que el nivel general de vida chileno, al menos en la capital, está un poco por debajo del de Madrid. Un alivio para el bolsillo, la verdad. Y esto es todo en Santiago de Chile. Mañana volamos a Calama para empezar nuestra aventura norteña, en el Desierto de Atacama.
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