Al sur de París, en la zona centro francesa, concretamente a lo largo del curso medio y bajo del río Loira, se reúne una extraordinaria concentración de castillos. Se trata de varias docenas de majestuosas edificaciones, aunque 23 son las que se encuadran dentro de la denominación de Patrimonio de la Humanidad, declarada por la Unesco en el año 2000. La organización internacional selecciona los castillos situados entre las poblaciones de Sully-sur-Loire (Loiret), al este, y Chalonnes-sur-Loire (Maine-et-Loire), al oeste. Nuestra visita fue algo más amplia, aunque reduciendo el número de castillos visitados, porque son muchos (aunque bastantes de ellos muy interesantes). En la mayor parte de los casos basta con disfrutarlos por fuera (si lo permite el acceso al recinto, que no siempre es así), porque las entradas al interior, a razón de unos 10 euros por edificio, no son algo que pueda asumir cualquiera. Eso sí, si sois periodistas entráis gratis a todos (je,je). Viene bien en algún caso para conocer la historia y los detalles detrás de cada construcción. De forma resumida, esta concentración de castillos en la zona tiene su origen en los siglos XV y XVI, cuando se dio el Renacimiento en Francia y el poder residió en este área central. En algunos casos, se construyeron castillos nuevos, en otros se reformaron edificios medievales previos.
Comenzamos en la localidad de Gien, donde, desde el puente que cruza el Loira, tenemos una panorámica espléndida de su castillo, justo encima del pueblo. Se trata de un ejemplo de construcción previa, de finales del siglo XIV, y, por tanto, anterior al Renacimiento francés y carente de influencia estilística italiana. Milagrosamente sobrevivió a los fuertes bombardeos que sufrió la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Seguimos con el castillo de Sully-sur-Loire, de imagen clásica, con sus torres negras puntiagudas y su foso de agua. La primera construcción data del siglo XIII y, durante su historia, sufrió cuantiosas modificaciones, tanto exteriores como interiores. Y llegamos a uno de los platos fuertes del viaje, el castillo de Chambord, uno de los más reconocibles e impactantes de la ruta. Enorme en todas sus magnitudes: 440 habitaciones, 365 chimeneas y 84 escaleras. Y eso que sólo le servía de "casa" de caza al rey Francisco I (sus sedes reales estaban entre Blois y Ambloise). El castillo, por cierto, está rodeado de una enorme finca delimitada por un muro de 2,5 metros de alto y 32 kilómetros de longitud. Es un ejemplo típico de arquitectura renacentista francesa, que mezcla el estilo medieval y las influencias italianas. Su construcción data de 1519-1539.
Otro de los mejores castillos (y posiblemente mi favorito) sea el de Chenonceau (en la imagen), que se asienta, literalmente, sobre el río Cher, afluente del Loira. Conocido como el Castillo de las Damas, su historia relata la influencia sucesiva sobre todo de tres mujeres importantes. Por un lado, Katherine Briçonnet, esposa de Thomas Bohier, secretario de la hacienda de Francisco I, asumió su primera dirección de diseño. Posteriormente, Enrique II, hijo de Francisco I, se lo regaló a su favorita, Diana de Poitiers, quien lo amplió con su emblemático puente. Durante un tiempo, en el castillo convivieron las influencias de Diana y de Catalina de Médicis, esposa de Enrique II. Pero, a la muerte del rey, su mujer legítima, Catalina, obligó a Diana a dejarle Chenonceau a cambio del castillo de Chaumont-sur-Loire. Ya en el siglo XX, el castillo volvió a tener protagonismo porque, en el Primera Guerra Mundial, sirvió de centro médico para atender a los heridos. Por su parte, en la Segunda Guerra Mundial, su situación única en el límite entre la Francia ocupada por los alemanes y la "libre" de Vichy, le permitió servir de vía de escape a mucha gente que huía de los nazis.
Asimismo, merece la pena un paseo por los recintos medievales de localidades como Loches, Langais o Chinon, en todos los casos muy bien conservados, además de visitar sitios históricos como Orleans, Blois y Amboise (donde murió y está enterrado Leonardo Da Vinci), siempre situados a la orilla del río Loira, el mayor de Francia y de imponente presencia a lo largo de los siglos.
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