domingo, 20 de noviembre de 2016

CINE / 54º Festival de Gijón (1)

"The Handmaiden" [****½], de Park Chan-Wook (Gran Angular - Ficción)
Brillante a todos los niveles es el resumen más adecuado para el nuevo trabajo de Park Chan-Wook; si visualmente es una delicia, con una serie de planos deslumbrantes, narrativamente no se queda atrás, con una articulación en tres capítulos muy apropiada y un uso magistral del flashback para engarzarlos. Y con todo, lo mejor es ese tono atrevido, perverso y juguetón que busca constantemente la complicidad del espectador para que afloren en él las mismas bajas pasiones, deslealtades y demás sentimientos oscuros que revisten esta historia, pero también el amor verdadero y el sentido del humor. Un cóctel explosivo, rematado con el inevitable toque violento y gore denominación de origen del cine coreano, para conformar sin duda uno de los títulos imprescindibles del año.

"Layla M." [***], de Mijke de Jong (Sección Oficial)
Un ejemplo práctico de lo que podemos escuchar y ver en cualquier telediario hoy en día sobre el problema yihadista en Europa. El de una joven nacida en Ámsterdam en segunda generación de inmigrantes musulmanes, que ante los incrédulos ojos del resto de su familia que ha entendido que deben integrarse en las costumbres del país que les ha acogido, se va radicalizando de forma progresiva hasta el punto de abandonar los estudios, relacionarse con lo que ya podemos denominar como terroristas, casarse con uno de ellos y escapar a Oriente Medio (en este caso, Jordania). Y todo para acabar dándose cuenta de que el papel de la mujer para estos islamistas radicales es el de ver, oír y callar, y que morir por Alá en la lucha contra el infiel quizá no sea tan buena idea. Todo correcto y necesario, rodado de forma sobria y convincente, pero que a mí particularmente tanto apego a la realidad actual nunca me agrada en exceso, para eso prefiero los documentales...

"The Neon Demon" [**], de Nicolas Winding Refn (Géneros Mutantes)
Aceptando el particular estilo de filmar de Nicolas Winding Refn, tan atmosférico con esas musiquitas y esas luces de neón que pretenden ser tan cool, e incluso valorando que un esteta como él proponga una crítica despiadada sobre la frivolidad, la futilidad y lo etéreo de la belleza y las industrias que la trabajan, lo que no es de recibo es que un alarde de excesos en los últimos veinte minutos de metraje arruinen todo lo anterior y provoquen la risa vergonzosa del espectador ante el nulo sentido del ridículo que demuestra, sin duda el síntoma infalible de que el castillo de arena se ha venido abajo. Y todo por dar cabida a esa violencia gore que parece le obsesiona y que digo yo que no siempre será necesaria...

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