Nada mejor que la montaña para aliviar los calores veraniegos y la contaminación de la ciudad en un entorno de naturaleza salvaje como la del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, un paraje enorme e impresionante en plenos Pirineos de Huesca y con el Monte Perdido como cumbre, con sus 3.355 metros de altitud. Si bien en los valles, algunos sólo a 700 metros, se deja notar el calor, conforme se hacen ascensiones el fresquito montañero, las fuentes naturales de agua y, sobre todo, las impactantes vistas son un regalo impagable. Nos alojamos en Aínsa, a las afueras del Parque (pero a una distancia razonable de todas las áreas visitables), un precioso pueblo dividido en la parte baja, moderna y sin mucho más interés que contar con alojamientos y restaurantes baratos (sobre todo 'La Crepería', donde, sí, se puede comer y beber un poco de todo). En cambio, en la parte alta se despliega al pueblo antiguo, maravillosamente conservado. Comentaremos cuatro excursiones (todas fáciles) dentro del Parque, que describiré de oeste a este:
-Pradera de Ordesa. En verano sólo se puede llegar en vehículo privado hasta Torla (bello pueblo también), donde hay un parking público gratuito. Eso sí, hay que sacar un tícket de 4,50 € para el autobús que nos llevará hasta la Pradera, a 700 metros de altitud y encajonada entre montañas. Tomamos la bien señalizada senda de la cascada de la Cola de Caballo (a dos horas de camino), que asciende lentamente hasta los 1.800 metros, aunque nos quedaremos a la mitad, en las estupendas cascadas del Estrecho y de la Cueva, a 1.400 metros de altitud. Luego volveremos al punto de partida por el otro lado del río Arazas, que nos acompaña siempre.
-Garganta de Añisclo. Desde Aínsa subimos hasta Escalona (siempre con la Peña Montañesa mirándonos), donde se gira a la izquierda según está señalizado. Eso sí, a 2 kilómetros, en Puyarruego, encontramos unas idílicas balsas y cascadas perfectas para el baño en el río Vellós. No dejamos pasar la oportunidad. Luego proseguimos por la carretera hasta que nos adentramos en la impresionante Garganta de Añisclo, que incluye un trayecto de 10 kilómetros por una estrecha carretera de un solo sentido (luego se vuelve por otra carretera paralela un poco más al sur). Se acaba llegando hasta un parking gratuito desde donde se puede andar en varias direcciones. Nosotros tomamos la senda circular de 45 minutos que pasa por la Ermita de San Úrbez y que baja al río para luego volver a subir sin mayor dificultad. Después regresamos por la carretera que pasa por Buerba en un recorrido también de vistas magníficas.
-Valle de Escuaín. También llegando a Escalona y girando en dirección hacia la Garganta de Añisclo, enseguida (antes de Puyarruego) se ve el cartel que indica Escuaín. La carretera es estrecha y conservada reguleramente pero se acaba llegando al recóndito pueblo de Escuaín, hoy en día deshabitado. Pero hay una oficina de información que explica las rutas. La más obvia y sencilla, pero no por ello menos espectacular, es la de los Miradores, que se asoma a la imponente garganta con unas vistas panorámicas sublimes y con el río Yaga abajo del todo. También se obtienen grandes vistas desde el pueblo de enfrente de la garganta, Revilla.
-Valle de Pineta (ver foto). Subiendo la carretera hacia Bielsa, ya cerca de la frontera con Francia, se gira a la izquierda siguiendo la indicación y se asciende a 1.300 metros hasta el descomunal valle que se sitúa en la cara norte del Monte Perdido. Desde allí, frente al circo de Pineta se está cara a cara con la enormidad de la naturaleza. Tomamos la pista forestal, marcada como la senda de Llanos de La Larri, que va subiendo poco a poco, de modo que se van teniendo buenas vistas del valle y llegamos hasta la primera cascada que crea el nacimiento del río Cinca. Es un camino muy fácil de apenas media hora. Luego se podría continuar hasta una segunda cascada y se acabaría llegando hasta los Llanos de La Larri en 1 hora y media, desde donde se admira mejor la majestuosidad del Monte Perdido. Pero, qué queréis, tantas excursiones acumuladas nos pasaban ya factura, así que nos quedamos en la admirable primera cascada, nos tomamos un buen trago de agua fresca de la fuente que mana junto al camino y regresamos con las retinas llenas de completa belleza.
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