martes, 28 de junio de 2016

POLÍTICA / Elecciones Generales 2016: el cambio fallido


Tras los resultados electorales del 26-J, y con la perspectiva que da lo recorrido desde el 20-D, la única conclusión es que el cambio ha fracasado, defraudando las grandes esperanzas de tener un Gobierno honrado, progresista, mejor. No era fácil, lo sabíamos, pero no hubiera sido tan complicado si los partidos del cambio potencial hubiesen estado a la altura de las circunstancias. El muy deseable Gobierno de izquierdas en torno a PSOE y Podemos se ha demostrado no sólo que era de muy complicada gestión (dependiente de partidos independentistas, añadiendo una inestabilidad más, cuando la prioridad de las urnas era social mucho más que territorial) sino que importantes facciones de ambos partidos no lo deseaban. Los moderados del PSOE preferían echarse en brazos de Ciudadanos, y vencieron; los radicales de Podemos ansiaban básicamente el sorpasso a los socialistas y alejaron el foco de lo importante: las personas desfavorecidas por la crisis y por el (mal)Gobierno del PP. Por eso, los tres partidos del cambio han sido castigados el 26-J y el PP ha salido beneficiado a pesar de estar metido en el lodazal de la corrupción.

La única opción posible de cambio tras el 20-D era el tripartito de PSOE-Podemos-Ciudadanos. No había otra tan sólida. Tenía apoyos fuertes en el Parlamento y abarcaba las distintas sensibilidades de la sociedad. Porque cambio no hay sólo uno, puede haber varios, distintos enfoques... Es lo que expresó la gente votando como lo hizo, no dando mayoría a ninguno y, al mismo tiempo, oportunidades a todos. Pero el PSOE de Pedro Sánchez se entregó muy rápidamente a un pacto ridículo de reformillas con Ciudadanos que sabía que no podría ser asumido por Podemos. Es de primero de negociación que si realmente quieres sumar a alguien a un pacto no le puedes imponer las condiciones. Nunca quisieron tal pacto. Ciudadanos, por su parte, ha mostrado a un Albert Rivera cada vez más extremo en sus ataques contra Podemos, acudiendo al efectismo fácil pepero de recurrir a Venezuela, que estuvo en la mesa más tiempo que sus propuestas de nuevo país. Lejos de su autocacareado centrismo. Por tanto, al comportarse como filial del PP, Ciudadanos ha trasvasado buena parte de su apoyo al original. Y Podemos, con un Pablo Iglesias altanero y bravucón, sólo ha conseguido asustar incluso a sus propios votantes (y a los potenciales). Sobrado de autoconfianza, pensó más en adelantar al PSOE que en ayudar a arreglar el país. Sólo el pacto con IU ha salvado a Podemos de un mayor castigo. Se puede calcular que aproximadamente un 70-80% de los votantes de IU ha podido dar su voto a Podemos (bastante menos en zonas como Madrid o Asturias), pero no ha sido suficiente para detener la sangría que los propios dirigentes de Podemos han creado.

Y con los retrocesos de PSOE (de 5,5 a 5,4 millones), de Podemos+IU (de 6,1 a 5 millones) y de Ciudadanos (de 3,5 a 3,1 millones), ¿qué ha quedado? Pues una alfombra roja para el PP, que ha aumentado de 7,2 a 7,9 millones. Mucha gente ha olvidado los recortes y la corrupción del PP debido a la incompetencia de las alternativas. Y ahora sólo queda que se echen la culpa entre sí... Triste cómo se ha frustrado el cambio por los intereses partidistas de PSOE, Podemos y Ciudadanos. Los tres son igualmente culpables.

Eso sí, veamos qué pasa ahora, porque Rajoy no tiene ni mucho menos asegurada la investidura. Recordemos que vivimos en un sistema parlamentario en el que se requiere la mayoría de la Cámara. Y el PP no tiene muchos amigos... Sus 137 diputados son la segunda menor mayoría de la democracia, tras la del 20-D. Así que las cosas siguen sin estar fáciles. Pero, al menos, esta vez, Rajoy tendrá que dar la cara, ya no tiene excusa. Entonces veremos si no se le borra la sonrisa. El PSOE ya ha dicho que ni le votará ni se abstendrá y Ciudadanos lanza balones fuera (como siempre). Y sin al menos la abstención del PSOE, Rajoy no tiene nada que hacer. Pero, ¿se harán los socialistas el hara-kiri?

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