
Y ahora he podido comprobar, leyendo esta gran biografía a cargo de la norteamericana Margaret Cheney, "Nikola Tesla, el genio al que le robaron la luz" (2010, aunque editada originalmente en 2001 como "Tesla: Man Out Of Time"), la mezcla de genialidad, extravagancia y misterio que rodeaba la figura del inventor, a cuyo lado Thomas Edison (su gran rival) palidecía y no pasaba de ser un mercachifle. Pero, por encima de todo, la gran injusticia es que su obra ha sido injustamente olvidada. Gracias a Tesla se enciende la bombilla cuando pulsamos un interruptor, merced a su gran invento de la corriente alterna, la forma más eficiente de transmitir la electricidad, frente a la ineficaz corriente continua que promovía Edison. Pero, además, fue el creador del sistema de transmisión de la radio, aunque Marconi se llevara la gloria, si bien el 21 de junio de 1943 -seis meses después de la muerte de Tesla- la Corte Suprema de los Estados Unidos le acreditó como el verdadero inventor de la radio. Asimismo, Tesla fue el padre de la robótica, la informática, el radar y las armas teledirigidas. Su vida personal, llena de manías, compulsiones y fobias, no ha de nublar su auténtico genio ni evitar que sea reconocido mundialmente por su trabajo.
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