Imbuidos en la vida diaria de esta sociedad que tiende a empujar al conformismo y al fatalismo mediante el escape consumista y hedonista (cielos, qué frase acabo de largar), sorprende y toca muy adentro luchas como la de Aminatou Haidar. Esta mujer, que, con su huelga de hambre de 32 días, simplemente reclamaba volver a su tierra con los suyos, ha logrado elevar su protesta -con serenidad, sin estridencias y, sobre todo, con toda la razón del mundo- a la categoría de acción política por un Sáhara independiente y no sometido a voluntad ajena alguna (léase Marruecos). Y eso, siendo una sola persona. Resulta curioso lo mucho que valoramos al individuo en nuestras sociedades como sujeto receptor de derechos y la poca entidad que le solemos dar como promotor de cambios. "Una persona sola nunca puede hacer nada frente a la sociedad", solemos decir. Pues aquí tenemos el ejemplo de Aminatou Haidar para rebatir el argumento. Ella solita ha tenido en jaque durante un mes a los Gobiernos de Marruecos (responsable, primero de su persecución, luego de su deportación y ahora de su asfixiante control ya en su propia casa), España (que, irresponsablemente, la aceptó sabiendo de su situación), Estados Unidos (que empezó a mover los hilos para desatascar el problema) y Francia (que terció para la resolución). Y ha puesto sobre la mesa un problema que parecía olvidado y que permanece pendiente de arreglar: la independencia del Sáhara Occidental.
En 1975, mediante el Acuerdo de Madrid, España (metida en otros problemas más graves, como la forma de recuperar la democracia) renunció a la administración del Sáhara Occidental, aunque nunca a su soberanía, cosa que no puede hacer unilateralmente. De resultas, Marruecos asumió dicha tarea administrativa (Mauritania renunció a su parte en 1979), poniendo en evidencia su afán expansionista. Pero el Sáhara Occidental no es Marruecos y así lo asevera la ONU, que incluye este territorio en el listado de Territorios No Autónomos y pendientes de descolonización (donde, por cierto, aparece Gibraltar y no Ceuta y Melilla, que se sepa). La solución sigue siendo clara: plantear un referéndum auspiciado por la ONU y con reglas claras y limpias para que el pueblo saharaui decida de una vez por todas por sí mismo. Enfrentarnos a este debate es lo que ha logrado Aminatou Haidar. Nada más y nada menos.
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