viernes, 18 de agosto de 2023

VIAJES / Nueva York, la ciudad que nunca duerme

Volvía a Nueva York 20 años después de mi primera visita, de la que recuerdo una ciudad bulliciosa, cara y llena de lugares míticos. Y sigue siendo ese sitio que parece no dormir nunca, repleto de cosas que hacer y ver, habitado por gente tan marcada por la prisa como extremadamente amable e interactiva con el turista, multicultural al máximo (recordemos que sigue siendo una ciudad santuario en la que puedes trabajar aunque no tengas papeles)... Y sí, muy cara, desde restaurantes y ocio (con propinas añadidas) hasta supermercados. Pero también con el atractivo magnético que le otorgan sus rincones vistos mil veces en películas, su skyline cada vez más repleto y más elevado, sus espacios verdes para el descanso y encabezados, cómo no, por el gran Central Park, pero asimismo por nuevos espacios que han proliferado en los últimos años, como el muy recomendable High Line (recuperación verde de un antiguo tramo de tren elevado en la parte oeste).

Antes de nada comentar que para moverse por Nueva York lo mejor es el metro o el bus y, por supuesto, a pie. Para el transporte público, que funciona de maravilla, es muy recomendable comprar por 1 $ la Metrocard, que te permite cargar por valor (si no la vas a usar mucho, a 2,75 $ el trayecto) o por tiempo (si vas a usarla mucho, a 33 $ los siete días o 127 $ un mes). Para llegar desde el aeropuerto JFK hay que tomar al AirTrain por 8,25 $, antes de enlazar con el metro. También recomiendo adquirir alguna de las opciones de Go City para entrar en diversos sitios (algunos, además, hay que reservarlos con meses de antelación como el Empire State o la Estatua de la Libertad). Por ejemplo, nosotros escogimos el pase Explorer de 5 atracciones por 159 $ para visitar los miradores del Empire State Building, Rockefeller Center, One World y Edge, así como tomar el ferri a la isla de la Libertad.

Empezamos por la isla-distrito de Manhattan, el corazón más reconocible de Nueva York, donde inicialmente nos alojamos en los apartamentos Yorkville, dentro del Upper East Side, una zona prohibitiva por sus altos precios pero cuyo barrio de Yorkville, habitado por muchos inmigrantes, precisamente es más asequible. El Upper East Side es una zona tranquila donde pasear por sus cuidadas calles, lugares elegidos por muchos famosos para vivir, como la discreta casa de Woody Allen (en el 118 de la calle 70 Este) o la enorme mansión de Madonna (en el 152 de la calle 81 Este). Sus principales atractivos son el estar cerca de la Milla de los Museos, encabezada por el Metropolitan y el Guggenheim, y junto al Central Park, el mayor espacio verde de la ciudad, un oasis, una maravilla. Aquí encontramos enclaves como la pradera Great Lawn, el lago Jacqueline Kennedy Onassis, el castillo de Belvedere, el Delacorte Theater (donde se celebra el festival Shakespeare In The Park) y el reloj musical Delacorte (cada hora, una canción y un desfile de animales) -sí, ese que sale al final de la peli de Woody Allen "Día de lluvia en Nueva York" (2019)-. Por supuesto, está el espacio Strawberry Fields, que homenajea a John Lennon justo enfrente del edificio Dakota donde vivía y en cuya puerta fue asesinado en 1980.

El Midtown es el verdadero corazón urbano de Nueva York, donde está el epicentro de Times Square y su mítico paisaje repleto de pantallas gigantes, de colas donde la gente espera para comprar entradas de musicales a un precio no tan caro y donde todos quieren hacer acto de presencia para hacerse fotos. En la zona están edificios emblemáticos como el Empire State Building, el Rockefeller Center (y su pista de patinaje), el Chrysler, el nuevo One Vanderbilt, la catedral de San Patricio, el Madison Square Garden (hogar de los New York Knicks de baloncesto), calles llenas de tiendas y restaurantes de todo tipo (aquí sí podemos encontrar tarifas más variadas). La Sexta Avenida es un ir y venir constante pero a veces se cierra para acoger un mercadillo o el desfile por el día de los dominicanos. También hay sitios para el relax como el Bryan Park, que cuenta con wifi, muchas sillas y mesas para comer o descansar al aire libre, además de actuaciones musicales gratuitas en verano. Siguiendo por la calle 42 también encontramos la sede principal de la Biblioteca Pública de Nueva York, la Grand Central Terminal (con su imponente techo) y, al final en el lado Este, la sede las Naciones Unidas y un parquecito muy cuco, el Mary O'Connor Playground. Y en Sutton Place Park, en la confluencia de la calle 57 con el Río Este, damos con unas espléndidas vistas del puente de Queensboro, mítico por ser escenario reconocible del film de Woody Allen "Manhattan" (1979). Para entonces, ya hemos cambiado nuestra estancia al Riu Plaza New York Times Square, un excelente alojamiento de inauguración reciente a dos manzanas de Times Square y en todo el meollo de la ciudad que nos permite acometer visitas al sur de la isla.

Justo debajo del Midtown se encuentran los barrios de Union Square, Flatiron District y Grammercy. El emblemático edificio Flatiron es la referencia aquí, donde también merecen una visita los parques Madison Square (coqueto y arreglado) y Union Square (lleno de reuniones y actividades como un mercadillo). Pasamos al centro-oeste de Manhattan, hacia los barrios de Greenwich Village, Chelsea y Meatpacking District. Destaca el nuevo rascacielos Edge, que tiene un balcón mirador con una zona de suelo transparente y vistas de vértigo. A sus pies ha abierto el Little Spain a cargo del chef José Andrés, un espacio culinario donde se ofrecen diversas muestras de cocina española a modo de pequeño mercado. Fuera está la instalación artística Vessel y una zona de hamacas con pantalla gigante donde descansar viendo alguna retransmisión. Por aquí empieza también el High Line, una larga zona verde fruto de la recuperación de una antigua vía férrea elevada que ahora se ha convertido en un paseo original y muy agradable. Todas estas nuevas iniciativas, y otras, se enmarcan en un proyecto de urbanismo sostenible dentro del recuperado barrio de Hudson Yards. Pasear por el Village es recorrer la historia cultural de la ciudad, desde los literatos y músicos hasta el movimiento de liberación gay. Llegamos a la Sexta Avenida con la calle 4 para ver partidos callejeros de baloncesto de la Summer Pro-Classic League. Y descansamos en Washington Square Park tras atravesar su Stanford White Arch.

En el Lower East Side, Chinatown, Noho, Soho y Little Italy destacan los garitos de moda, las galerías de arte y la multiculturalidad de los chinos (crecientes) e italianos (menguantes). Aunque para mí la pena es que ya no existe el CBGB, el mítico sitio de conciertos punk de la calle Bowery, 315 con Bleecker St. (menos mal que estuve en 2003). Chinatown es un enorme barrio donde se da la mayor concentración de chinos fuera de su país. Se puede comprar barato en sus tiendas y comer a un precio muy asequible en sus restaurantes. Choca con la cada vez más pequeña comunidad de Little Italy, reducida a apenas una calle principal (Mulberry St.), eso sí, llena de restaurantes altamente decorados a la italiana. También sobreviven por aquí los cines independientes de películas de autor, como el Film Forum y el Angelika Center.

Al sur se sitúa el Lower Manhattan, donde se ubica el nuevo edificio One World, que sustituye a las Torres Gemelas, cuyo espacio es ahora un sentido y muy logrado homenaje a las víctimas del infame atentado. Cerca está Wall Street, el núcleo financiero y especulativo de los Estados Unidos... y del mundo. Y también en las inmediaciones está Battery Park, de donde salen los ferris hacia la Estatua de la Libertad (previamente reservado). Primero llegamos directamente a la isla de la Libertad, donde podemos estar todo el tiempo que queramos y luego teníamos una entrada extra para subir a la corona. Subimos primero en ascensor hasta el pedestal y luego, a través de una escalera metálica de caracol de 162 peldaños, hasta la propia corona, desde donde la vista no es especialmente espectacular (se ve el skyline de Brooklyn) pero sí el hecho de estar ahí arriba y mirar por las ventanitas de la cabeza. Después, el ferri hace parada en la isla de Ellis, el lugar históricamente ligado a la inmigración y donde quienes querían entrar en el país pasaban la cuarentena en barracones. Ahora hay un museo que recuerda esa historia. Finalmente, volvemos al sur de Manhattan y caminamos hacia el conocido puente de Brooklyn, que se puede atravesar andando a través de sus 1,8 km de longitud.

Más allá de Manhattan, Nueva York tiene el barrio norte de Harlem y otros cuatro distritos no tan visitados (Bronx, Queens, Brooklyn y Staten Island) pero algunos de los cuales bien merecen un paseo. En el norte está Harlem, donde un domingo nos dirigimos a la iglesia Bethel Gospel Assembly (en el 26 de la calle 120 Este) para asistir a una misa con música góspel 100% afroamericana. A partir de las 10:15 allí estuvimos (no sin antes hacer cola) y, más allá del componente religioso, disfrutamos de la buena música interpretada con una banda de batería, teclistas y trompeta, junto con potentes y angelicales voces de canto principal y coros. Luego pasan el cepillo y se puede contribuir (o no), aunque, eso sí, comulgamos con un pack de comunión que repartieron a todos los asistentes. Más arriba todavía llegamos a Washington Heights, con un claro ambiente latino, donde se ubica la Hispanic Society y su impagable colección de pinturas del maestro español Joaquín Sorolla. Y digo impagable también porque la entrada es totalmente gratuita, ¡algo inconcebible en Nueva York! Allí albergan unos cuantos cuadros emblemáticos del pintor valenciano y, sobre todo, se encuentra el motivo por el que fue contratado: entre 1913 y 1919 realizó 14 murales de tres metros y medio de alto por setenta metros de largo como homenaje a las diversas regiones de España y titulado, precisamente, "Visión de España". Una maravilla.

Ya fuera de Manhattan, al noreste está el Bronx, nombre que nos retrotrae a violencia, crímenes, narcotráfico y corrupción policial que durante años asolaron el distrito. Baste recordar la muy recomendable película "Distrito Apache" (Daniel Petrie, 1981), protagonizada por Paul Newman. Pues bien, gracias al tour Contrastes de Nueva York visitamos la comisaría y el vecindario donde se rodaron las escenas principales del filme. También contemplamos los graffitis y murales más significativos del barrio que hoy mantiene su orgullo y ha logrado reducir los índices de pobreza y criminalidad. Y pasamos por la casa donde la policía acribilló con 41 disparos al inocente inmigrante Amadou Diallo, de 23 años. Bruce Springsteen compuso en su honor la canción "American Skin (41 Shots)". En la frontera con Manhattan está el famoso estadio de béisbol de los Yankees.

En Queens, el distrito más extenso y multicultural de Nueva York, nos adentramos en la zona residencial de Malba, con impresionantes mansiones que contrastan con la humildad del resto del distrito. Cerca está Flushing Meadows Corona Park y las sedes del torneo de tenis US Open y del estadio de béisbol de los Mets (eternos rivales de los Yankees). En Brooklyn recorremos el barrio judío de Williamsburg, considerado la segunda comunidad judía ortodoxa más grande del mundo. Otro universo. Sin embargo, en el mismo Williamsburg, pero hacia el Río Este, se abre un barrio de moda con sus tiendas, sus garitos y sus bares y restaurantes modernillos. Y, llegados a DUMBO (Down Under the Manhattan Bridge Overpass), disfrutamos del mercadillo que hay los fines de semana y hacemos otra foto cinéfila clásica. Se trata de la recordada escena de "Érase una vez en América" (Sergio Leone, 1976), en la confluencia de las calles Washington y Water, con vistas al puente de Manhattan. De cine.

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