Muy interesante reflexión sobre la diversidad en tanto perjuicio para los movimientos progresistas y la lucha contra las desigualdades, y beneficio para la derecha y el neoliberalismo. Daniel Bernabé pone negro sobre blanco algunas cuestiones que deben servir de autocrítica para la izquierda a la hora de recuperar la iniciativa política y la defensa por las mayorías sociales realmente oprimidas por el sistema. Efectivamente, el empeño de la nueva izquierda por centrar principalmente sus demandas en la representación de colectivos y las luchas culturales (lenguaje de género, matrimonio homosexual, memoria histórica...) lleva la discusión al campo meramente simbólico, donde no hay mucho que ganar, y relega a segundo plano el conflicto capital-trabajo, que sigue siendo fun-da-men-tal. Para el sistema neoliberal es perfecto, porque divide la unidad de lucha de los explotados y los convierte en divididos entes individuales o agrupados en torno a identidades diferenciadas. Se pone de relieve lo distinto y no lo que une, una tendencia fatal para los movimientos sociales.
Por ejemplo, pone de relieve Bernabé que la defensa prioritaria de la identidad sexual, como el colectivo gay, lleva a la contradicción de estar defendiendo al mismo tiempo a un gay rico y a un gay pobre, el cual puede estar siendo perfectamente explotado en el trabajo por aquel. ¿Esto quiere decir que no se defiendan los derechos civiles? Por supuesto que no, dice al autor, lo cual comparto. Pero, ojo, por delante siempre debe estar el aunar a todos los explotados laboralmente, no en mayor medida a los homosexuales o a quien fuera. Es decir, hay que recuperar la unidad y la lectura de conflictos de forma global y no concreta. El libro me ha sugerido también una reflexión sobre un hecho reciente, como es el conflicto del taxi y los VTC. La tendencia moderna lleva a identificar el VTC con lo actual, tecnológico, libre, fácil, frente a lo antiguo, regulado y poco "in" del taxi. Y la respuesta de la izquierda ha sido decantarse por una defensa (tibia) de los taxistas con vagas ideas de defensa del trabajador, cuando trabajadores hay en ambos lados. De nuevo, un caso en el que la diversidad parte por la mitad la lucha de clases, que debe ser el referente de la izquierda. Y es que hay taxistas que explotan a otros cuando les revenden (y especulan con) licencias, del mismo modo que las licencias VTC están en muy pocas manos dentro de un sistema piramidal en el que los conductores de estos nuevos vehículos ganan bastante menos que los taxistas. Y, a todo esto, el Estado se desentiende y, de un sistema regulado, como es el taxi, que proporcionaba buenos ingresos a sus integrantes, da paso a un sistema desregulado como es el VTC, que precariza la situación laboral. Esa es la tendencia, ese es el problema básico que no acaba de acometer bien la nueva izquierda: el Estado se desentiende y lo desregulado y con menos derechos y sueldo (VTC) se ve como moderno y divertido, sin que nadie intervenga. En fin, son muchos los casos que cobran una nueva perspectiva con "La trampa de la diversidad", una obligada lectura para muchos políticos. Y cuidado, que centrar el debate principalmente en la diversidad puede ser la puerta de entrada de la ultraderecha, que recoja la desafección de las clases bajas que no se sientan identificadas con ese nuevo "progresismo".
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