sábado, 4 de abril de 2020

CRISIS MUNDIAL / Un antes y un después del coronavirus

Tras la decisión tomada el 14 de marzo, España alcanza la tercera semana de confinamiento y Pedro Sánchez ha anunciado una nueva prórroga que nos llevará hasta las seis semanas el próximo 26 de abril. Por lo menos. Es la única forma que hemos encontrado de parar el contragio del coronavirus SARS-CoV-2. Parece mentira pero un bichito minúsculo (que se transmite por las gotas respiratorias -al toser, al hablar...-) ha puesto a sus pies a todo el mundo, que progresivamente va paralizando en buena medida sus economías, con la cadena de consecuencias sociales que ello implica.

Pasados los momentos de las bromas y del pánico, toca reflexionar muy seriamente. Al principio se pensó que esto era un problema chino, de pueblos asiáticos lejanos que comen murciélagos o pangolines. Se minusvaloró tantísimo el grave problema... La lentitudad y opacidad de las autoridades chinas tampoco ayudó. Pero se percibió una autosuficiencia en Europa que nos llevó a restar la importancia debida. No es simplemente una cuestión de si algunos salieron de manifestación el día 8 de marzo o si muchos iban a misa o asistían al fútbol, incluso viajando a otros países europeos, aunque todo eso también contó, claro. Pero sería una mezquindad y quedarse en la mera paja de un asunto que tiene dimensiones de pandemia. Hubo un exceso colectivo de confianza, desgraciadamente muy frecuente en el ser humano. Peor aún fue el desprecio fruto de la soberbia de los países que no reaccionaron a tiempo cuando ya sí se sabía el serio alcance de la crisis: Boris Johnson en el Reino Unido, Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos.


En cualquier caso, las consecuencias las pagaremos todos, y unos más que otros. Desgraciadamente, España es uno de los países más afectados. Más adelante ya se harán las pertinentes investigaciones de por qué razón esto es así: si realmente (tal como se está observando de las mutaciones del bicho) el virus nos llegó de viajeros alemanes y británicos venidos de China. Ahora es el momento de luchar y vencer a este coronavirus: salvar a la mayor gente posible (y esa es la tarea de los héroes sanitarios, lo que nos recuerda lo importante que es tener un excelente sistema sanitario), un material y equipamiento médico adecuado (esa producción que, en los últimos años, hemos ido trasladando precisamente a Asia) y conseguir la vacuna (la importancia de financiar la ciencia en este país).

Y habrá que ir planificando cómo saldremos de la crisis. Se podrá vencer al virus pero, ¿cambiará nuestro comportamiento social? ¿Podremos seguir yendo a los bares o ir de turismo? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que se normalice, si es que se normaliza? ¿O habrá cambios permanentes? ¿El virus será recurrente a partir de ahora? En cuanto a consecuencias sociales, ¿quién pagará el pato? ¿Las clases medias y bajas, como en la crisis económica de 2008? ¿Darán el callo las clases altas con sus redes de evasión fiscal (las legales y las ilegales)? ¿Se mantendrá (y potenciará) el sistema social protector o se individualizará la sociedad y se acrecentarán las desigualdades? En nuestras manos está. De momento, este Gobierno parece el adecuado para ello pero, de nuevo, estos problemas tan enormes son cuestiones mundiales o, al menos, de tamaño europero: la UE no puede permitirse volver a decepcionar. Y, finalmente, de cara al futuro, con el fin de no volver a repetir esta tragedia (humana, primero de todo, y también económica, que asimismo es humana), para no tener que parar las economías de esta manera, habrá que revisar muy seriamente los protocolos contra las epidemias. A nivel mundial. El intercambio de información veraz es vital. Vital. Literalmente.

No hay comentarios: