Ahora que la polémica ley de la educación (Lomce) del muy polémico ministro Wert está pasando su trámite parlamentario, voy a contaros una historia relacionada con uno de los criticados aspectos de esta norma que desgraciadamente tiene toda la pinta de salir aprobada: el cambio en la concesión de becas. Y es que yo soy lo que soy gracias al sistema de becas. Provengo de una familia de clasa baja (a mucha honra, evidentemente), tanto que durante un tiempo (a finales de los años 80) no llegamos a tener derecho a la seguridad social por falta de empleo en mi casa. Hasta entonces, nadie en mi familia logró nunca tener unos mínimos estudios pero, afortunadamente, mi padre siempre tuvo empeño y confianza en las puertas que abre el conocimiento. Él ha sido siempre mi principal ejemplo en este aspecto, el que relaciona el nivel de estudios con las probabilidades de éxito. Y así, primero yo y luego mi hermana conseguimos ser los primeros de la familia (en el amplio sentido) en lograr el bachillerato y, posteriormente, una carrera universitaria. El esfuerzo y las dificultades fueron enormes en comparación con esas otras personas de posición acomodada que tienen todos los recursos a su alcance (didácticos y monetarios) para alcanzar cuantos títulos deseen. No fue fácil, unas veces se lograron notas mejores y otras peores, pero se consiguió.
Lo conseguí con mi propio esfuerzo. Pero también gracias a un sistema de becas que permitió que mis padres pudieran darnos estudios tanto a mi hermana como a mí. Todo el esfuerzo del mundo por mi parte no hubiera servido de nada si no se hubiese ayudado económicamente a mi familia. Y a saber dónde estaría ahora. Quizá habría acabado currando en cualquier obra, forrándome ilusoriamente en la construcción durante los años previos a la crisis pero destinado después al paro perpetuo y, lo que es peor aún, sin haber tenido la oportunidad de enriquecer mi mente y mi espíritu. En cambio, gracias a mis estudios, becados siempre desde octavo de EGB hasta el último año de universidad, ahora tengo una profesión (periodista) que me apasiona y me motiva, en la que me siento realizado diariamente y por la que obtengo un más que digno salario. Sé que esta historia se podría haber torcido en cualquier momento: los estudios no garantizan siempre un trabajo, y menos ahora, en tiempos de crisis. Pero me niego a que el Gobierno de todos desprecie a los becarios reduciendo las cuantías o poniendo límites y dificultades a su concesión. Que no elimine con triquiñuelas el derecho de la gente de menos recursos de intentar prosperar. Por el bien de las personas y por el bien del país que queremos para el futuro. Las condiciones deben ser las mismas para todos: si el aprobado es cinco, es cinco para todo el mundo, becados o no. Que no se confunda Wert con la excelencia educativa. Eso se consigue con más y mejores medios, recursos y métodos de motivación, y no elevando elitistamente la nota únicamente para los becarios.
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