miércoles, 30 de abril de 2014

VIAJES / Sierra de Albarracín, donde el agua surge

Visitar la comarca de la Sierra de Albarracín, en el suroeste de la provincia de Teruel, es adentrarse en un entorno natural repleto de pinares y vegetación de monte mediterráneo (encina, enebro, sabina), de pequeños y característicos pueblos, pero, sobre todo, es asistir al nacimiento de algunos de los principales ríos del país (Tajo, Guadalaviar-Turia, Júcar, Cabriel, Jiloca, etc.), lo que da lugar a bellos parajes fluviales. Para empezar, el pueblo de Albarracín (para mí, uno de los más bonitos de España), capital de la zona y con poco más de 1.000 habitantes, se sitúa en un marco incomparable, a los pies de montes, coronado por una muralla muy bien conservada, con empinadas callejuelas agradables de pasear mientras se contemplan sus edificios históricos, algunos casas particulares, además de la catedral del Salvador (siglo XVI), el Palacio Episcopal o la plaza rectangular (con magníficas vistas) en la que se ubica el Ayuntamiento. El pueblo es circundado por el río Guadalaviar (que desde Teruel, y hasta su desembocadura, toma el nombre de Turia) formando una estupenda garganta que se puede recorrer a través de una senda natural.

Hacia el sur, camino de Bezas, nos adentramos en los Pinares de Rodeno, una extensa masa forestal de más de 6.800 hectáreas que esconde un tesoro: una pequeña colección al aire libre (y de entrada gratuita, aunque se puede pagar una visita guiada) de pintura rupestre, situada a 4 kilómetros de Albarracín. Pero solamente pasear entre pinos y acceder a diversos miradores naturales ya vale la pena. Aun así, lo más señalado de esta parte del Sistema Ibérico es ser cuna de muchos ríos. El más importante (aunque quizá no el más bonito) es el nacimiento del Tajo -cerca de Frías de Albarracín-, por cuanto se trata del mayor río de la Península. Asombra pensar en lo que se puede llegar a convertir ese pequeño chorrillo que brota a los pies del simbólico monumento (una efigie personificada del Tajo y la representación de las tres provincias por donde recorre sus primeros tramos: Teruel, Guadalajara y Cuenca) una vez desemboca en el enorme delta de Lisboa. Cerca también se encuentra el nacimiento del Cabriel, río cuyo curso más hacia el sureste, a la altura de El Vallecillo, da lugar a los característicos "ojos", al rebrotar en unas pozas tras haber permanecido subterráneo durante un tramo. Precisamente, cerca de El Vallecillo también podemos encontrar la Cascada del Molino de San Pedro, una de las más bonitas de contemplar, junto con la Cascada de Calomarde, en las inmediaciones de este otro pueblo. En el término de Bezas también es interesante la laguna homónima (una charca especialmente repleta de ranas con su incesante croar), aunque para acceder a ella es más que recomentable un vehículo apropiado para sendas forestales en algún tramo no muy bien conservadas. Otro valor de la comarca es su abundancia de cérvidos, algunos de los cuales se pueden contemplar especialmente entre los pueblos de Griegos y Orihuela del Tremedal. Pero para ello hay que tener un poco de la suerte que nosotros no tuvimos. En cualquier caso, nos conformamos con comer ciervo. Rico, rico... Por último, no se puede estar en la provincia y no visitar la ciudad de Teruel, en la confluencia de los ríos Turia (Guadalaviar) y Alfambra, con su patrimonio artístico mudéjar (la iglesia de Santa María, la catedral de la diócesis de Teruel y las torres de El Salvador, San Martín y San Pedro, a cuyos pies se encuentra la iglesia del mismo nombre), el mausoleo de los Amantes de Teruel y la famosa fuente del Torico.

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