Aprovechando la reciente llegada a las pantallas de la película "Hitchcock" (2012), de Sacha Gervasi, que narra con soltura los entresijos del rodaje de una de las obras maestras del genio británico, "Psicosis" (1960), no sólo he vuelto a revisar el clásico del cine sino que me he lanzado a releer un libro que debería ser de consulta obligada para los cinéfilos: "El cine según Hitchcock", una entrevista profunda y detallada entre dos estupendos directores, el francés François Truffaut (que no esconde su admiración por el entrevistado) y el inglés Alfred Hitchcock, que va explicando las circunstancias y anécdotas que rodearon cada una de sus películas. De tal forma que, al concluir el libro, uno tiene la sensación de haber asistido a una clase magistral de cine a cargo del maestro del suspense, porque Hitchcock revela su forma de trabajar, de acometer sus filmes, de entender el séptimo arte, al fin y al cabo.
Es una delicia conocer los entresijos de la creación de ese género que inventó el británico, el denominado suspense, su manera de rodar de la forma más efectiva, de tratar los encuadres, de manejar a los actores, de interpretar los guiones... Todo con el fin de lograr extraer de la realidad el cine como forma artística. Siempre se ha dicho que, si Billy Wilder ha sido el mejor guionista de la historia, Hitchcock ha sido el mejor director, el que logró perfeccionar las técnicas y crear algunas nuevas (los story-board, por ejemplo) con el objeto de conferir valor al hecho de hacer películas y poner en un lugar preeminente al director como responsable último de la obra. Por eso llamó la atención de la nouvelle vague, que se caracterízó por otorgar un significado artístico a las películas, significado que era conscientemente moldeado por el director. Por eso Truffaut admiraba a Hitchcock y por eso le entrevistó en un libro que pasó a la historia y que aportaba el aliciente de que se trataba de un diálogo con un director que se encontraba todavía en su estado más dulce, es decir, era un mito viviente y en activo, que no hacía mucho acababa de enlazar "Vértigo" (1958), "Con la muerte en los talones" (1959), "Psicosis" (1960) y "Los pájaros" (1963). Nada menos.
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