Otro asesinato brutal y sin sentido de ETA, otro paso más hacia su desmembramiento moral, hacia su desaparición como organización, hacia el abismo del olvido en su propia tierra. Su estrategia de socialización del terror ha tenido frutos contrarios a los deseados: la oposición y el desprecio de la inmensa mayoría de los vascos, ejemplificada más que nunca en la reacción del nuevo Ejecutivo de Euskadi. Porque más allá del vil crimen, la muerte de Eduardo Puelles ha sido la primera en provocar unas reacciones institucionales novedosas y trascendentales. El lehendakari Patxi López ha marcado muy bien la línea: "Eduardo Antonio Puelles era uno de los nuestros". Y su hermano lo ha remachado: "Mi hermano no es una víctima, es un héroe, un 'gudari' (luchador)", calificativo reservado hasta ahora a los terroristas de ETA.
Con estas dos sencillas frases se ha dado la vuelta a todo el sentido político que hasta ahora reinaba en este tipo de sucesos. Como lehendakari, Patxi López deja clarísima su postura en el bando demócrata, frente a la ilusa, injusta y dolorosa equidistancia de Ibarretxe. Por su parte, Josu Puelles arrebata el lenguaje 'abertzale' de manos etarras para devolvérselo al pueblo vasco, que es el que realmente está sufriendo las consecuencias de esa panda de locos que hace demasiado tiempo que perdió la razón y dejó escapar el tren de la libertad y la democracia, conceptos que desconocen por completo.
Foto: El lehendakari Patxi López (PSE) e Íñigo Urkullu, presidente del PNV. Ambos representan a dos partidos que, compartiendo su rechazo a ETA, se han comportado de forma bien distinta a la hora de utilizar el lenguaje, un "detalle" fundamental a la hora de hacer política.
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